Larreta inaugura el posmacrismo
Por Jorge Raventos
Que la inflación de marzo haya alcanzado el 7,7 por ciento, según informó el INDEC el último viernes, no representa ninguna sorpresa, aunque sí un nuevo trago amargo para el gobierno de Alberto Fernández y para el superministro de Economía, Sergio Massa. La idea de que para esta fecha la inflación sería una cifra que empezaría con 3 ya había sido olvidada. En rigor, a esta altura reducir drásticamente la inflación no es una prioridad para el Palacio de Hacienda, que está empeñando su fuerza en conseguir reservas, achicar la brecha cambiaria sin producir una devaluación generalizada y mantener vivo el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional retocando sus metas y exigencias. Conseguir todos estos objetivos constituiría ya una performance distinguida, aunque no librará a Massa de un desgaste que se proyecte sobre sus aspiraciones políticas.
Pese a su dimensión, la cifra del INDEC, con su rasgo de más de lo mismo, no fue la noticia principal de la semana. Desde el domingo 9 en adelante el escenario político nacional estaba convulsionado por las fuertes escenas que protagonizaban las principales figuras del Pro (hasta ahora, la fuerza hegemónica de Juntos por el Cambio), empeñadas en una dramática lucha sucesoria.
Recién a mitad de la semana, los actores principales de esa pugna parecieron comprender que la descarnada exposición disparada por la abdicación de Mauricio Macri debilitaba tanto a su propia fuerza como a la coalición opositora, justo en medio del proceso que culminará en octubre-noviembre en elecciones donde todos ellos vaticinan una victoria sobre el oficialismo. Así,a partir del miércoles decidieron esforzarse por refrenar sus réplicas públicas y contener el conflicto en ámbitos discretos.
Ni con la ayuda de Aníbal
Sin embargo, la discusión no está resuelta. Horacio Rodríguez Larreta manifiesta una firme disposición a ejercer en plenitud tanto su cargo actual como el que eventualmente le depare un triunfo electoral en octubre/noviembre, sin someterse al padrinazgo de Mauricio Macri. Este, por su parte, aunque renunció a candidatearse, pretende mandar sobre su partido e influir decisivamente en el santuario porteño. Desde esa postura habló imperiosamente para que Larreta ungiera a su primo, Jorge Macri, como candidato del Pro a la jefatura de gobierno de CABA. Y reaccionó con dureza cuando comprendió que Larreta no estaba dispuesto a inclinarse ante ese deseo.
Aunque hacia el miércoles desde el entorno de Macri se intentó bajar el tono, lo que se había dicho en los primeros días de la semana no queda borrado, subsiste en las redes y en la memoria de los actores y del público.
Aníbal Fernández casi consiguió el jueves eclipsar la impresión provocada por los choques internos del Pro, c uando soltó la opinión de que, si los opositores “tuvieran la posibilidad de llegar a ser gobierno” la consecuencia sería “calles regadas de sangre y de muertos”. La anibalada naturalmente permitió que tanto montescos como capuletos del Pro postergaran sus conflictos íntimos para responderle. “Ni sangre ni muertos –replicó Horacio Rodríguez Larreta, en un tweet-. Están los que encienden el fuego. Y estamos los que lo apagamos. Violentos nunca más”. El jefe de gobierno porteño usó a Fernández como modelo para reiterar el ánimo moderado que le cuestionan sus adversarios internos. Patricia Bullrich, competidora de Larreta por la candidatura presidencial y preferida de Macri, optó por su propio estilo de halcón en la contestación al ministro de Seguridad: “Las calles ya están regadas de sangre y muerte, por si usted no se enteró. Háganse cargo”.
El exabrupto del ministro (un especialista), no tiene sin embargo magnitud ni pertinencia para religar lo que se ha soltado en la cúspide del Pro: “En la mañana del lunes se rompió definitivamente una relación política y personal de más de 20 años”, describió con cierto dramatismo Joaquín Morales Solá en La Nación refiriéndose a Macri y el jefe porteño. . Y explicó: “Sucedió en el momento en que Horacio Rodríguez Larreta anunció que unificaría en un mismo día las elecciones primarias capitalinas y nacionales, pero que se harán con dos urnas distintas y dos sistemas electorales diferentes (…) la resolución de Rodríguez Larreta provocó un cataclismo dentro de Pro y, por lo tanto, dentro de Juntos por el Cambio”.
Morales Solá habla de un territorio que conoce bien, y lo que él fecha el lunes 10 de abril no es un entredicho pasajero entre el expresidente y el Jefe de Gobierno porteño, sino la “ruptura definitiva de una relación política y personal”. Con análoga seguridad el reconocido periodista insinúa dónde está para él la responsabilidad de ese quiebre: fue la decisión de separar prácticamente (“con dos urnas distintas y dos sistemas electorales diferentes”) el comicio que escoge autoridades y legisladores de la ciudad autónoma del que, bajo supervisión nacional, elige Presidente, diputados y otras categorías de representación supradistrital.
¿Ruptura definitiva?
Al situar en ese momento del anuncio la ruptura “definitiva”, la nota admite que ya existía una fisura abierta pero que Macri todavía dejaba abierta la chance de que Larreta no hiciera lo que en definitiva hizo. Según esta versión, Larreta no es el que rompe, sino el que, con su anuncio, decepciona a Macri y provoca la ruptura de éste.
En realidad, esa trayectoria está descrita por el propio expresidente con sus declaraciones- El domingo 9 de abril, aunque faltaba un día para que se difundiera el anuncio de Larreta, como el contenido del mensaje ya había trascendido, el expresidente comentó por radio: ““La verdad, a hoy, yo no creo que Horacio haga eso”. No era un vaticinio, era una avertencia. Que no fue atendida.
Cuando Larreta difundió la separación práctica de los dos comicios Macri desató una reacción de sus aliadas, Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal. La ex gobernadora bonaerense disparó un comentario de índole moral: “El PRO y el JxC que le prometimos a los argentinos no es este. No hay ambición personal que pueda estar por encima de nuestros valores y del equipo. Somos el cambio o no somos nada”. Lo de “ambición personal” era un telegrama destinado a un amigo de años que trabaja en la calle Uspallata. El mensaje era también un centro a la cabeza de Macri, que este cabeceó con una frase literalmente lapidaria “¡Qué profunda desilusión!”. Morales Solá remató la necrológica: ”La política y la ambición son capaces de destruir las relaciones humanas más largas y entrañables que se puedan imaginar”.
Larreta no admite esa narración de los hechos. No ve motivos para decepciones ni desilusiones. Él afirma que la resolución de que la elección porteña sea autónoma y con una boleta diferente a la lista sábana que se sigue empleando en los comicios nacionales, no es una ocurrencia propia sino una norma aprobada con amplísimo apoyo por la Legislatura porteña en 2018. Esa norma establecía que las elecciones porteñas se harían con Boleta Única. “¿Querían que no cumpliera con la ley? –pregunta Larreta cándidamente- ¿Me piden que use la boleta sábana contra la que habló todo el Pro y todo Juntos por el Cambio permanentemente?” .
Lo que el jefe de gobierno sí admite como decisión propia (“para la que tengo la atribución legal”, aclara) fue la definición de que la modalidad de boleta única a emplearse sea la Boleta Única Electrónica, no la de papel.
Ni Lousteau ni Quirós
Larreta no ha querido –hasta el momento- menear públicamente otros motivos por los que Macri puede sentir su “profunda desilusión”. Este espacio se refirió al asunto un mes atrás. Cuando ambos actores se reunieron en Cumelén, a principios de marzo, “lo que Macri le reclamó a su sucesor es que el Pro se unifique tras la candidatura de su primo, Jorge Macri. Larreta venía obstruyendo el cumplimiento de ese deseo, alentando tres competidores internos a Jorge Macri. Después de la charla con el expresidente, Larreta le pidió a uno de esos tres que declinara su postulación. Si se trató de una concesión, fue una de consecuencias insignificantes: la persistencia de las precandidaturas de Soledad Acuña y Fernán Quirós no satisface la ansiedad de Mauricio Macri”.
Efectivamente, el expresidente reclama que Jorge Macri sea ungido como candidato único del Pro y que Larreta borre a los otros competidores. El jefe de gobierno coincide en que el Pro defina cuando llegue el momento un único candidato (sin someterse a una interna), pero se niega a forzar esa decisión prematuramente, especialmente cuando un ministro de su propia escudería como Quirós presenta muy buenas cifras en las encuestas (“Está uno o dos puntos por debajo de Jorge Macri, pero tiene más techo, porque tiene menos opinión negativa”).
Decíamos aquí en marzo: “Mauricio Macri y los principales halcones del Pro temen que, al priorizar su campaña presidencial, Horacio Rodríguez Larreta no ponga todo el celo necesario para impedir que la Ciudad Autónoma se deslice de un gobierno centrado en el Pro a otro, también de Juntos, pero encabezado por el radical Martín Lousteau . Partidario de una línea de ampliación de alianzas, Larreta la practica sin timidez en el seno de la coalición. Macri y los halcones que lo escoltan tienen socios en el radicalismo, pero como constante parecen privilegiar la fuerza propia, un reflejo que ha ido generando desconfianza en sus aliados.”
En rigor, el expresidente pareció en los últimos meses desconfiar del propio Larreta y buscaba garantizarse un aparato de poder independiente de él. Por eso quiere amurallarse en la ciudad autónoma y quiere que ésta esté gobernada por un aliado seguro, un hombre de su familia, su primo. De ahí que no solo le haya reclamado a Larreta que, al margen de la normativa porteña, hiciera votar con lista sábana para inclinarle la cancha en contra a Lousteau y los radicales, sino que también le reclama a Larreta que elimine sin más trámite las precandidaturas de Acuña y del doctor Quirós.
Una personalidad de consulta
Está claro que Larreta no ha querido en este round usar el argumento del nepotismo contra Macri. El propio expresidente reparó en que estaba pisando terreno pantanoso y el miércoles, cuando tuvo que explicar ante los empresarios que congregó el CICYP su malestar, eligió otra línea narrativa. No dijo que su malestar se basaba en que su primo salía perjudicado por las decisiones de Larreta, sino que el jefe de gobierno “tendría que haberse sentado con su partido y principalmente con María Eugenia Vidal y Patricia Bullrich” antes de tomar esas decisiones. Larreta, para Macri, tiene la lapicera de modo “circunstancial”.
En el ágape de la Sociedad Rural, Macri confesó a los empresarios que lo invitaron que “me gusta competir”. Pero decidió no inscribirse. Es probable que los límites objetivos que lo llevaron a desistir de la competencia presidencial se vuelvan más fastidiosos cuando encuentra que en su propia fuerza crecen personalidades y corrientes dispuestas a respetarlo como antecedente pero no ya a obedecerlo, como cuando él todavía estaba en modo competitivo. La idea de que ha comenzado el posmacrismo lo mortifica. Lee con exasperación que algunos de los empresarios que lo recibieron lo colocan en el estante de las “personalidades de consulta”
Esa irritación se trasluce. Sus posturas se endurecen y, buscando impulsar a su partido lejos de las posiciones moderadas que adjudica a Larreta (a quien sin embargo no le falta firmeza, como él mismo lo está experimentando) , lo empuja temerariamente hacia el costado que hoy ocupa Javier Milei. Marca una diferencia de matiz con éste, Macri dice que no quiere dinamitar todo sino sólo “semidinamitar todo”.
Muertos, sangre, dinamita: recursos de gran guiñol.
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