Una novela sobre el “ghosteo”, lo que no se dice y cómo vencer al desamor
Raly Haurat presenta "Las cartas que no te dije", una historia sobre el modo en que se generan los vínculos en el presente: entre chats y "ghosteo". Presentará la novela este sábado en la Biblioteca de la Universidad.
El libro "Las cartas que no te dije".
Por Paola Galano
Un periodista se reencuentra por Facebook con Vera, la mujer de la que se enamoró en la secundaria. Chatean toda la noche: la vida de ella, la de él, los cambios, los hijos, los desamores, las separaciones, la música. Parece un romance con gusto a cuenta pendiente, mientras se cuelan los recuerdos del boliche Grisú en pleno viaje de egresados, entre otros lugares comunes para la generación de los “cuarenta y pico”.
Pero el vínculo muta: de pronto, el silencio, ¿una posible traición? Las dudas que elabora Mauro Hamilton, el protagonista de esta historia, lo encaminan hacia un descenso a sus propias profundidades. Ni el trabajo, ni el alcohol, ni las sesiones de terapia, ni los nuevos amores, ni las charlas con los amigos le devuelven el equilibrio perdido. Y lo que se pierde se transforma en obsesión. Así arranca “Las cartas que no te dije”, primera novela del periodista Raly Haurat.
Con experiencia en radio, Haurat conduce el programa “Faltaba más” todos los domingos por LU9. En su juventud, egresó de la Escuela de Artes Visuales Martín Malharro. Luego, se formó en periodismo en La Plata y vivió varios años en Buenos Aires. En 2021 decidió volver a Mar del Plata y lo hizo con esta novela, que entonces estaba a medio corregir.
Es que desde 2018 cose las hilachas de Hamilton, un antihéroe con mirada nostálgica y conductas impuras que cree encontrar en el amor el mismo entusiasmo que encontraba en el juego cuando era un pibe y se atrevía con el fútbol y era fanático de los dibujos animados.
Con la curaduría del escritor y periodista Camilo Sánchez, la novela se presentará el sábado 15 de abril a las 18 en la Biblioteca Central de la Universidad local (Peña y Funes). Sánchez y la escritora María Laura Prelooker acompañarán al autor.
“Tomo los elementos que tengo a mano para narrar, esta historia nace como un cuento que empezó a tomar envión a partir de una devolución de Camilo Sánchez”, reconoció Haurat, en una entrevista con LA CAPITAL.
Aquellas primeras lecturas le permitieron entender que el cuento encerraba, en realidad, una potencial novela. “Había paño, había tela para cortar, la sugerencia fue que me despegara del personaje principal, por eso hay cierta sordidez, hay cuestiones de miseria del personaje que están expuestas y que no tienen mucho que ver conmigo”, indicó sobre la necesidad de ensuciar a su protagonista y al entorno del que proviene.
A tono con las relaciones que se producen en la contemporaneidad, Haurat incorpora como textos los chats de WhatsApp y Facebook y los correos electrónicos, siempre consciente de que lectores y lectoras pueden encontrar ahí nuevos datos, incluso sentir cierta identificación.
Como contracara, sus personajes caen en el “ghosteo”, es decir, la práctica que se desarrolla a través de redes sociales que supone apagar una comunicación imprevistamente, rodearla de silencio sin dar más explicaciones. “Creo que esta idea de lo no dicho está atravesando toda la novela”, señaló Haurat y circunscribió a sus personajes en un mar de “relaciones líquidas”, con escaso compromiso.
“Fue un desafío, me preguntaba si se iba a entender, me pregunté si no iba a marear el lector con fechas, con horarios”, indicó sobre la decisión de incluir a las comunicaciones virtuales en su ficción. “No es lo mismo narrar algo que se dijo a las cinco de la mañana y por WhatsApp, estamos hablando de alguien que está en una situación de angustia o de insomnio, en esta idea de regodeo, de no poder dejar de pensar y meterse en una cosa circular, como un bucle: si me respondés rápido el mail o el WhatsApp, me siento satisfecho por cinco minutos y te vuelvo a escribir y así sucesivamente”.
En ese sentido, el protagonista siempre elige escribir en “horarios no tradicionales, está la madrugada y la noche como lugar de confesiones”, agregó el autor, que tiene 47 años y con anterioridad escribió “Ralatos porteños con vista al mar” (2016) y el libro de ensayos “Al blues no se llega por felicidad” (2017).
Haurat expresó que siente a la escritura como una necesidad, como “quien sale a caminar o a charlar con alguien”. “Salgo mejorado después de escribir, paso de la angustia a cierta estabilidad emocional, no soy muy organizado, escribí sin la pretensión de que sea algo acabado, escribo para palear el dolor, para que la muerte no tenga la última palabra”, dijo.
-Escribiste una novela de amor con un protagonista varón vulnerable, sufriente, ¿quisiste mostrar otro tipo de varón?
-Sí, porque es un personaje que a priori sabemos que tuvo un estudio terciario y no mucho más, jugó al fútbol, fue un jugador frustrado y viene de un mundo que ni siquiera es el de la primera división, es el del ascenso, o sea, más machista que eso imposible. Estamos hablando de que se formó en los ’90. Y a sus cuarenta se encuentra con un desamor. Yo creo que todos los que hacen un alarde de mayor masculinidad, en realidad, son los más vulnerables, el que tiene que contar sus aventuras es el que está pidiendo a gritos un abrazo. El personaje está pidiendo que lo quieran básicamente.
-Aparece en la historia la naturaleza ilusoria del amor, el protagonista se enamora y ve en ella lo que quiere ver, aunque no sea real.
-En un punto el personaje es un poco inocente con las cuestiones del amor. En esta idea de la inteligencia emocional, es una persona que no termina de entender que el amor se construye desde otro lugar, desde el compañerismo, desde el cariño y no desde el ego de ver qué le pasa a él. En pocos momentos de la novela aparece lo que le pasa a ella, él está muy metido en sí mismo y como quien busca refugio o busca una adicción, encuentra en ese enamoramiento algo que lo haga sentir bien a él.
-¿Los momentos en que aparece el fútbol en la novela te sirven como metáfora para abordar la vida?
-Sí, traté de no abusar del recurso, porque es fácil con el boxeo y con el fútbol. Es muy fácil hacer una analogía de la vida. Pero como pasa en el fútbol, Mauro quiere decidir rápido, eso se hace en equipo y durante toda la novela Mauro busca un equipo.
-Otra de las ideas que emana de la historia es la de la pérdida. ¿Por qué?
-Pensaba en mi formación en la Escuela Malharro, estaba la idea de la Gestalt, esta idea del todo. Cuando teníamos que generar un isologo nos decían “Dejá que el ojo complete ese faltante”. El faltante es lo que impulsa al arte, lo que está lleno difícilmente se convierta en algo artístico, el faltante es lo que a mí me motoriza a seguir escribiendo, lo que no está. Me pasó que a la novela le faltaban los dos últimos capítulos. Me faltaba darle forma y en el medio de eso, fallecieron mi mamá y mi papá. Entonces ahí terminé la novela, ahí se terminaba un ciclo, en mi vida y en la novela.