“Atlas”: los viajes de Borges a través del lente de María Kodama
Más allá de haber sido la esposa del escritor argentino y su controversial heredera que defendió su legado literario como un samurai, María Kodama, recientemente fallecida, participó en dos libros creados en coautoría. Una de estas obras es “Atlas” (1984), que reúne textos de Borges y las fotografías tomadas por ella de sus viajes alrededor del mundo.
María Kodama publicó dos textos en colaboración con Borges: "Breve antología anglosajona" (1978) y "Atlas" (1984).
Por Rocío Ibarlucía
De pie, frente a una biblioteca que cubre todas las paredes del salón, se encuentran Jorge Luis Borges y María Kodama. Unos cuadros cuelgan de los estantes llenos de libros. Borges, ciego, se apoya en su bastón y en el brazo de su compañera, y, como ella, dirige la mirada perdida hacia las imágenes que él no puede ver. Con la cámara colgando a su lado, Kodama lleva en sus manos lo que parece ser un libro antiguo y su gesto sugiere estar describiéndole las pinturas exhibidas. Así captura la fotógrafa Amanda Ortega a la pareja literaria, visitando una biblioteca habitada por obras en múltiples idiomas, aunque no por primera vez. “Por esa escalera he subido un número hoy secreto de veces; arriba me esperaba Xul-Solar”, escribe Borges en un texto llamado “Laprida 1214”, en alusión a la dirección de la casa de su amigo pintor y ahora Museo Xul Solar.
Foto de Amanda Ortega incluida en el libro “Atlas”.
El texto y la fotografía forman parte de “Atlas”, obra que recoge sus viajes por América, Asia y África a través del cruce de las fotos de Kodama y la escritura de Borges. El libro fue publicado en 1984, con críticas negativas por parte de la prensa, reeditado en 1995 y 2008, y el año pasado convertido por Kodama en una muestra del Centro Cultural Borges para recordar los últimos días felices con el escritor.
La inclusión de la casa porteña de Xul Solar en el libro de viajes por el mundo de Borges y Kodama puede parecer extraña al principio. Sin embargo, condensa varios aspectos fundamentales de “Atlas”. Primero, esta decisión tiene sentido si consideramos la forma en que el pintor argentino concebía el atlas como algo mutante y reconfigurable, lo que lo llevó a inventar religiones, idiomas y otras realidades a través de las artes visuales. La biblioteca de Xul Solar, entonces, pertenece a esos mundos imaginarios explorados por la pareja en “Atlas”. Porque este libro no solo es un viaje por lugares reales, sino también por territorios irreales, al percibir cada ciudad desde los recuerdos, los sueños y, sobre todo, la literatura.
Segundo, su biblioteca y sus pinturas reflejan también el cruce en “Atlas” entre literatura e imagen, en tanto el libro es un híbrido de las fotografías de sus viajes tomadas en su mayoría por Kodama y los diversos textos del autor, que van desde el ensayo a la poesía. Y, tercero, la imagen destaca el papel crucial que Kodama tuvo en la vida de Borges y en esta obra en particular: al estar el autor de “El aleph” ya ciego, durante los viajes ella fue los ojos del autor, su traductora del mundo real e imaginario, su escriba y también su editora.
“Atlas” plantea dudas sobre la participación de Kodama en su composición. Aunque en la tapa su nombre aparece junto al de su marido (“Borges con Kodama”), ¿cuál es su papel en la obra? En el prólogo, Borges define el libro como “una unidad compuesta de imágenes y palabras”, pero lo interesante es que el autor nunca llegó a ver las fotografías ni los paisajes en persona por su ceguera, por lo que esa composición responde a su mirada literaria más que real y al trabajo de Kodama como mediadora entre Borges y el mundo. Además de fotógrafa, entonces, fue la responsable de darle un entramado a las palabras de su compañero y a sus propias imágenes.
El libro, a pesar de su título, “ciertamente no es un Atlas” -advierte Borges en el prólogo-, porque el lector no encontrará una colección de mapas ni descripciones minuciosas de los paisajes recorridos. Por eso, rompe con la tradición de las crónicas de viaje, en las que se espera que esté presente lo real, para darle lugar a las percepciones del escritor acerca del mundo. “Compruebo que todas las cosas del mundo me llevan a una cita o a un libro”, dice Borges en “Las islas del Tigre”, lo que revela la tensión constante en este libro entre lo real y lo literario. A lo largo de sus textos, las reflexiones a partir de lugares y experiencias lo llevarán a recuperar lecturas y a poner en un mismo nivel personajes literarios e históricos.
Ese cruce entre realidad y ficción se puede leer, por ejemplo, en la foto y descripción del encuentro del escritor con un tigre de carne y hueso en una reserva de animales cerca de Luján, experiencia que lo lleva a recordar a los tigres literarios que leyó en Blake, Chesterton o Kipling. La foto que dialoga con “El último tigre” fue tomada por Kodama, quien cuenta al final del libro que “al terminar la visita, emocionado, Borges me dijo que nadie en su vida le había hecho un regalo tan maravilloso e inolvidable como el que acababa de materializar el sueño de su niñez”.
Otro de los capítulos destacables de “Atlas” es el viaje en globo sobre el valle de Napa, California. Las fotografías tomadas por María Kodama del globo aerostático con sus sombras, sus colores, sus diferentes estados y otras que les han tomado a ellos con su misma cámara aparecen en la tapa y de forma intercalada en diversas zonas del libro. Borges narra que ese viaje fue lo más cercano al vuelo de los pájaros, lo que le provocó una felicidad física pero también intensificada por los recuerdos del pasado y sus lecturas: “El paseo, que duraría una hora y media, era también un viaje por aquel paraíso perdido que constituye el siglo diecinueve. Viajar en el globo imaginado por Montgolfier era también volver a las páginas de Poe, de Julio Verne y de Wells”.
Para Borges, los viajes son experiencias literarias, sensoriales -en especial, a causa de la ceguera- y también intelectuales, que lo llevan a “descubrir lo desconocido” y producir pensamiento a partir de su percepción subjetiva del mundo y a través de la mirada de Kodama. En ese sentido, explica ella en el epílogo que cada lugar visitado por ambos de este mundo real también “era un palimpsesto de la literatura, del arte y de los recuerdos de nuestra infancia”.
Como en la fotografía en la biblioteca de Xul Solar, María Kodama fue la mediadora entre Borges y el mundo, quien le describe tanto el universo real como el imaginario. Fue su compañera de vida y fue su polémica defensora de su legado al punto de recurrir con frecuencia a la justicia en casos emblemáticos como el de Pablo Katchadjian. Pero también fue su colaboradora en la creación de uno de sus últimos libros, publicado dos años antes de morir Borges. Su labor como fotógrafa y ordenadora de las imágenes en “Atlas” permitió un diálogo armónico con los textos del autor, dando lugar a una obra que invita al lector a sumergirse junto a la pareja literaria por el laberinto de Creta, las pirámides de Egipto, los canales de Venecia por los que anduvo Petrarca, Shylock y Marcel Proust, las tierras de Irlanda habitadas por los personajes del Ulysses, el teatro de Epidauro, una ceremonia en Japón e incluso por Ginebra, la ciudad donde Borges murió y la que consideró la más propicia a la felicidad.
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