Virus en el Luna Park: aquella vieja modernidad que no pasa de moda
La banda emblema de la new age local apostó a una ajustada sonoridad que sorprendió a quienes colmaron el Luna Park con la sola idea de formar parte de un ejercicio nostálgico. Sus grandes éxitos de los '80 sonaron frescos y con una admirable precisión.
Julio y Marcelo alternaron en el rol de cantante principal; en algún que otro pasaje, combinaron sus voces. Foto: Télam | Florencia Downes.
Por Hernani Natale
La modernidad que Virus trajo al rock argentino en los albores del regreso de la democracia no mostró síntoma alguno de haber perdido vigencia, en el concierto que la banda ofreció la noche del viernes en el porteño Luna Park, en el punto culminante de una gira iniciada en 2022 que regresó a los escenarios a la formación encabezada por los hermanos Julio y Marcelo Moura, y el baterista Mario Serra, miembros originales del grupo.
A lo largo de dos horas de concierto, sus grandes éxitos de los ’80 sonaron frescos y con una admirable precisión, de manera tal que si no fuera por su categoría de clásicos, bien podrían ser parte del repertorio de una joven banda pop.
Por supuesto que la emoción estuvo a la orden del día, sobre todo cuando la imagen y la voz de Federico Moura dijo presente desde las pantallas, pero la banda emblema de la new age local no abusó de este recurso y apostó a una ajustada sonoridad que sorprendió a quienes colmaron el estadio con la sola idea de formar parte de un ejercicio nostálgico.
La soberbia labor interpretativa de Julio Moura en la guitarra, el afianzado rol como frontman de Marcelo y el pulso rockero dado por Mario Serra en la batería se fusionaron con la excelsa tarea de Patricio Fontana en los teclados, quien pareció multiplicarse en muchos pasajes; la sólida performance de Ariel Naón en bajo y el imprescindible soporte de Agustín Ferro en guitarras.
Acaso la más notable e ineludible ausencia, la de Federico, resintió el perfil sensual que el grupo tuvo en sus años de gloria absoluta, pero no ocurrió lo mismo en lo referente al aspecto vocal, bien cubierto por sus hermanos.
Con algunas leves diferencias de matices, Julio y Marcelo alternaron en el rol de cantante principal; en algún que otro pasaje, combinaron sus voces, e incluso se sumaron a alguna pista que revivía a Federico.
Todo este combo hizo que lo que de antemano aparecía como el reencuentro con un puñado de composiciones que forman parte de la memoria colectiva musical, se presentara bajo un ropaje actualizado, sin necesidad de forzar las cosas.
La proyección en las pantallas de fotos de los años ’80 del grupo como inicio del concierto solo ofició de guiño a los viejos seguidores, pues cuando comenzó a sonar “Densa realidad”, la distancia de cuarenta años desapareció de inmediato.
“Tomo lo que encuentro“, la celebrada “Sin disfraz“, “Dame una señal” en una versión más cercana a una balada y con algunas estrofas cantadas en portugués, “Loco Coco” y “Superficies de placer” confirmaron esa primera impresión de estar en presencia de una banda con inoxidable carácter moderno.
Acto seguido, llegó un primer invitado, el líder de Estelares Manuel Moretti, quien se sumó en “Me puedo programar“, luego de manifestar públicamente el valor histórico de Virus en el “universo canción” dentro del rock argentino.
Más adelante completaría el casillero de invitados especiales Benito Cerati -“alguien muy importante en nuestros corazones”, según palabras de Marcelo-, en “El probador“.
Tras el momento intimista de “¿Qué hago en Manila?“, en el que las linternas de los celulares iluminaron el estadio, “Polvos de una relación” devolvió el baile y “Ausencia” sirvió de intermedio para volver a dar un golpe de efecto con “Imágenes paganas“.
El grueso de la emoción se concentró promediando el show, cuando la imagen y voz de Federico en la pantallas se conjugó con la banda en vivo para “Dicha feliz“. Siguió con el anuncio de Marcelo de “un momento de intimidad aunque seamos miles” y acompañado solo por el piano y el cello ejecutado por Naón hizo lagrimear a la multitud con “Despedida nocturna“. “Esta canción se la hicimos a Federico para despedirlo cuando todavía estaba con nosotros y él la escuchó”, recordó previamente.
Julio prolongó este pasaje con su notable interpretación solista con su guitarra eléctrica plagada de ecos de “Transeúnte sin identidad“.
Luego de un breve intervalo, Mario Serra tuvo su momento con un solo de batería, “Los sueños de Drácula” encauzó al grupo por la senda cancionera y el megahit “Amor descartable” unió las voces de los tres hermanos Moura, otra vez gracias a la pista grabada y la imagen en las pantallas de Federico.
Más adelante, el recordado líder también llevaría la voz cantante en off con “Hay que salir del agujero interior“.
En el sprint final, que incluyó este corte más el mencionado tema con Benito Cerati de invitado, desfilaron éxitos como “Pronta entrega“, “Desesperada secuencia uno“, “Lugares comunes“, “Destino circular” y “Wadu Wadu“.
“Gracias por tantos años de acompañarnos” dijo Marcelo, antes de la hora de los bises, en donde “Mirada speed” comenzó a marcar el final.
Con la complicidad del público lanzando al escenario caramelos de miel, la fiesta empezó a encontrar su gran cierre en “Una luna de miel en la mano“. El rock “Carolina“, con una letra plagada de guiños incomprensibles para las nuevas generaciones, junto el epílogo instrumental de “¿Qué hago en Manila?” pusieron el broche de oro.
“¿Qué más podemos pedir después de tantos años? Son lo mejor que tenemos. ¿Estuvo todo bien?”, se despidió Marcelo. Claro que sí. Mucho más de lo que hubiera imaginado hasta el más optimista de los fans.
Télam.
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