Coaliciones ensimismadas y la búsqueda de un centro nacional
Panorama político nacional de los últimos siete días
El ministro de Economía. Sergio Massa.
Por Jorge Raventos
Para bien o para mal, la figura del ministro de Economía, Sergio Massa, recobró centralidad en las últimas semanas. La cifra de inflación que difundió el INDEC diez días atrás fue un golpe duro para el ministro (y para el gobierno en general ). Massa había alentado esperanzas en una rápida desescalada inflacionaria y los datos indicaban lo contrario. Los analistas más consultados por los medios se apresuraron a anticipar que la inflación de marzo será superior. ¿Aquel error de diagnóstico de Massa debe asignarse sólo a los plazos que el ministro se impuso o a la idea misma de que el rumbo del fenómeno es el descenso (así sea más lento)?
La centralidad de Massa
En Economía tienen confianza en que a lo largo de este año –año electoral- podrán contener los precios dentro de límites menos problemáticos, pero por ahora tienen otras asignaturas que aprobar. Dotar de reservas al Banco Central es urgente, habida cuenta de que a la erosión de esas arcas se suma la pavorosa sequía que ha castigado al campo argentino, el principal proveedor de divisas, que disminuirá en una cifra que está entre los 15.000 y los 20.000 millones de dólares las exportaciones agroalimentarias (con consecuencias también sobre el equilibrio fiscal, ya que caerá la recaudación por retenciones).
El imprevisto climático podría ser un motivo más que sobrado para que el FMI extendiera alguna de las líneas de ayuda crediticia disponibles para afrontar emergencias. Pero en medio de las negociaciones con la entidad para conseguir esa línea de ayuda el Congreso votó una nueva moratoria previsional, medida que habilita a unas 750.000 personas a jubilarse pese a no tener 30 años de aportes, una medida que tendrá un costo fiscal de 0,2 por ciento del PBI del país. La medida no cayó bien en la entidad que dirige Kristalina Georgieva y naufragaron las negociaciones para obtener un suplemento de fondos frescos para paliar el golpe del clima. El oficialismo legislativo celebró la aprobación de la moratoria sin reparar en (o indiferente a) el daño que provocaba a Economía; sólo parecía atender al éxito de haber logrado que la Cámara de Diputados sesionara pese al bloqueo declarado por la oposición,.
Massa, que llegó al Palacio de Hacienda con, entre otros méritos, el crédito que había acumulado liderando la Cámara de Diputados, vió mellado su poder cuando no pudo evitar la aprobación de la moratoria. A ese tropezón, que generó una bronca contenida, se sumaron más tarde estiletazos críticos que, según su esposa, Malena Galmarini, fueron filtrados a los medios desde la Casa Rosada. Parecía abrirse un nuevo frente de batalla al interior de la coalición oficialista. Una línea de falla que está emparentada con la proclamada intención de Alberto Fernández de buscar una candidatura para la reelección: el albertismo residual (un círculo de funcionarios que rodea al Presidente y mantiene la fé en su candidatura para repetir) hostiga a Massa, considerándolo un competidor peligroso. O procura recortarle espacios y atribuciones (como ocurrió en relación con las negociaciones con China para financiar y construir una nueva usina nuclear. Le habían birlado al ministro, que viajará en dos semanas a Beijing, la titularidad de las tratativas. Grave para Massa, que vuela a la República Popular con intenciones añun más ambiciosas).
Fernández, en cualquier caso, es consciente de que no debe ahuyentar a Massa, entre otras cosas, porque si éste se retoba y se va, no encontraría a nadie de peso similar para reemplazarlo y el gobierno quedaría a merced del soplo más leve. De modo que el Presidente primero invitó a Massa a acompañarlo a Mendoza a reinaugurar la línea del Ferrocarril San Martín que en sus mejores tiempos llegaba a la capital de la provincia. No sólo eso: decidió que el ministro lo acompañe en el inminente viaje a Washington, donde se reunirá con su colega Joe Biden. Massa aprovechará la circunstancia –y la presencia en las conversaciones de Janet Yellen, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos- para iniciar una nueva ofensiva sobre la bolsa del FMI.
Los viejos y nuevos tironeos en el Frente de Todos están en gran medida determinados por proclamada intención de Cristina Kirchner de no ser “candidata a nada”, promesa que infla las ilusiones del albertismo residual (que supone que el Prresidente es indudablemente el mejor candidato si ella no juega) y amarga al cristinismo camporista, que alimenta la esperanza de conquistar posiciones a la sombra de la atracción electoral que ella ejerce sobre su público. Para colmo, ese sector se siente decepcionado por Massa tanto por la política que éste ejecuta (a la que ve atada a las líneas del FMI, que siempre juzgaron nefastas) como, paradójicamente, por la renuencia del ministro a lanzar su candidatura presidencial.
Inmovilidad y fronteras móviles
Parecido paisaje de tensiones muestra la oposición, aunque en este caso no tienen la (de todos modos relativa) coartada de las exigencias de gobernar. En este caso los conflictos están casi estrictamente ligados a la pelea por las candidaturas.
Algunos de esos conflictos se han encauzado pacíficamente: la cinchada entre Luis Juez y Rodrigo de Loredo por la candidatura de Juntos por el Cambio a la gobernación de Córdoba encontró una solución salomónica. Los dos declararon –habrá que creerles- que estaban muy parejos en las encuestas y que De Loredo había aceptado que Juez fuera por la gobernación mientras que él pelearía por la intendencia de Córdoba capital. Ninguno de los dos candidatos es del Pro, pese a que Macri tiene un alto plafond en la provincia. Juez contaba con el apoyo de Horacio Rodríguez Larreta y la simpatía (quizás obligada) de Patricia Bullrich, perp no tiene buena onda con Mauricio Macri, que hubiera preferido una interna y un triunfo de De Loredo, más allá de que éste es radical y milita en Evolución, la línea que orienta Martín Lousteau. Seguramente contribuyó al final amigable el triunfo de Juntos en La Falda, el domingo último.
La oposición festejó, pero en rigor la elección no es demasiado ilustrativa del paisaje provincial. Juntos no disputó allí con el cordobesismo del gobernador Juan Schiaretti, sino con una línea ligada al kirchnerismo que no tiene relieve en Córdoba. Si bien se mira, el verdadero triunfador de esa jornada fue la abstención: apenas participó del comicio poco más del 50 por ciento de los inscriptos. La reticencia electoral que mostró la elección corre paralela con la resistencia que encuentran los analistas demoscópicos cuando encuestan a la población: más de la mitad de los llamados son rechazados.
En otras provincias los desacuerdos sobreviven: en Mendoza el titular local del Pro mantiene su resistencia a integrarse en la coalición donde ha prevalecido la UCR. En Salta, una solución en la que cooperaron Martín Lousteau y Patricia Bullrich para que la coalición se presentara unida e incluso se ampliara a otra fuerza fue resistida por Larreta con el apoyo de María Eugenia Vidal; ambos, a través de una sesión electrónica del Consejo directivo del Pro, anularon el pacto que había suscripto Bullrich (a la sazón, presidenta de ese partido). Ese no sería, sin embargo, el último acto: Larreta, persuadido ahora por los argumentos de su amigo y aliado Gerardo Morales, terminó dando marcha atrás y admitiendo la fórmula de unidad ideada por Bullrich y Lousteau y así, sobre la hora, Juntos alcanzó la unidad en la provincia norteña.
Similares problemas aparecen en otros distritos, particularmente en Tierra del Fuego. No son meramente cuestiones de pago chico: sobre todas ellas se monta la búsqueda de posicionamientos locales de los aspirantes a la candidatura mayor (Larreta, Bullrich y, mientras no se demuestre lo contrario, el propio Macri). En Santa Fé la trifulca se agrandó porque Elisa Carrió salió a cortar por lo sano un intento de vincular a Juntos con el Frente Progresista donde campea el Partido Socialista junto a aliados menores, en un llamado Frente de Frentes. La líderesa de la Coalición Cívica afirmó que su fuerza no puede avalar el frentes de frentes donde –acusó- “hay muchas personas vinculadas al narcotráfico”. Habrá que ver cómo actúa la señora Carrió cuando se entere de que no se están tomando en cuenta sus advertencias.
El tema Santa Fé no estuvo en la agenda de la reunión cumbre del Pro que protagonizaron Larreta y Mauricio Macri. El fundador del Pro sigue amagando con su candidatura pero no la anuncia ni renuncia a ella, algo que perturba tanto a su fuerza como a la coalición Juntos por el Cambio: todos querrían saber a qué atenerse, tanto los que consideran que una candidatura suya favorecerá al oficialismo, que sin duda explotará la mala imagen que Macri no ha conseguido todavía superar, como los que apuestan a que Macri unifique a la coalición con la esperanza en una segunda etapa que revise y corrija los errores que determinaron la derrota en la primera.
Macri y Larreta sólo discutieron un punto que el expresidente considera prioritario: el gobierno de la Ciudad Autónoma en el próximo período. Macri reclama que sea del Pro y, dado que el radicalismo está dispuesto a zanjar la cuestión en las PASO y tiene un candidato muy fuerte según las encuestas, lo que Macri le reclama a su sucesor es que el Pro se unifique tras la candidatura de su primo, Jorge Macri. Larreta venía obstruyendo el cumplimiento de ese deseo, alentando tres competidores internos a Jorge Macri.
Después de la charla con el expresidente, Larreta le pidió a uno de esos tres que declinara su postulación. Si se trató de una concesión, fue una de consecuencias insignificantes: la persistencia de las precandidaturas de Soledad Acuña y Fernán Quirós no satisface la ansiedad de Mauricio Macri. Anoche los dos interlocutores volvían a verse, convocados por el casamiento de María Eugenia Vidal con Enrique Sacco. Habrá que ver si Larreta sigue haciendo concesiones. Y qué obtiene en compensación. Ausente de estos trapicheos, Patricia Bullrich puede sospechar que ella será el pato de la boda.
Si vis pacem
El espectáculo de desavenencias y disputas minúsculas, que usualmente atrae el interés mediático, a menudo eclipsa otros espacios en los que se debaten asuntos importantes y en los que se han ido construyendo consensos a lo largo de los años.
El último miércoles, en la Universidad de la Defensa, se anunció la elaboración y publicación durante el año en curso del llamado Libro Blanco de la Defensa. Los “libtos blancos” son instrumentos de generación de confianza de los Estados, donde estos describen fuerzas, programas de acción, planes y visiones estratégicas de modo de dar previsibilidad a sus actos y movimientos a los ojos de los restantes actores internacionales, particularmente (pero no solo) sus países vecinos. La publicación periódica del Libro Blanco en la región es una muestra del compromiso de los Estados de América Latina por el mantenimiento de la paz.
Este libro blanco, que anunció el miércoles el ministro de Defensa Jorge Taiana, será el cuarto de una serie que se inició en 1999 (los dos siguientes se difundieron en 2010 y 2015). Taiana subrayó la continuidad de los ejes a lo largo de estos años; la permanencia de esas cuestiones fundamentales a través de distintos gobiernos es un signo inequívoco de que hay una política de Estado en marcha.
También hay novedades de cada etapa. Taiana señaló que en los ocho años transcurridos desde el tercer Libro Blanco “han habido muchas novedades en materia de defensa y han pasado sucesos trascendentales como la pandemia (…)no sólo por sus efectos sino porque en el caso de la Argentina el trabajo de las Fuerzas Armadas en las operaciones Belgrano I y Belgrano II sirvieron para consolidar un cambio en el relacionamiento entre la sociedad, el sistema político y el Estado.”
Hay asimismo un cambio de orientación para Fuerzas Armadas, que es –afirmó el ministro- “el despliegue en el territorio y la orientación hacia el Atlántico Sur, las islas, la Antártida, los espacios marítimos y toda la proyección argentina”.
La presentación en vísperas de un nuevo 2 de abril y de la conmemoración que tiene como centro a Malvinas es, quizás, una casualidad, pero una casualidad llena de sentido.
El centro está en el sur
La significativa exposición del teniente general Juan Martín Paleo, jefe del Estado Mayor Conjunto, permitió comprender el sustento estratégico de ese cambio indicado por el ministro. Empezó por explicar que la tradicional influencia de la geografía sobre el desarrollo de la estrategia militar y las tácticas de los ejércitos es actualizada y superada hoy en ese rol por la conectografía. “La Conectografía integra Infraestructuras y Cadenas de Abastecimiento o Suministro”, explicó.
En la actualidad, existe un concepto que a nuestro criterio es superador en términos de la Estrategia Militar, señaló: “es la Conectografía, que integra Infraestructuras y Cadenas de Abastecimiento o Suministro”. Y amplió:”En el mundo actual, los límites territoriales ni siquiera representan realmente la geografía de las fronteras. Un aeropuerto puede estar en el interior del territorio de un país, pero contienen fronteras en términos de que desde él se conecta con el exterior. Del mismo modo, una central nuclear o una represa hidroeléctrica, constituyen “fronteras¨ a través de las cuales ingresa la energía que permite el normal funcionamiento de nuestra ciudades. Del mismo modo Vaca Muerta, los Yacimientos de Litio, etc son las fronteras a través de las cuales se reciben las divisas que necesitamos para el desarrollo de nuestro país y el bienestar de nuestra población”. En resumen: “Las cadenas de suministro y la conectividad parecieran presentarse como uno de los principales principios organizativos de las sociedades del futuro, por encima de las fronteras físicas tradicionales (…)La concepción tradicional de los Ejércitos protegiendo las fronteras tradicionales (terrestres, marítimas aéreas) ha evolucionado no solo al control de esos dominios físicos sino a los no físicos (espacial, cibernético, de la información), y a los que interrelacionan esas líneas: las rutas comerciales y las infraestructuras.”
Desde esa descripción el general Paleo enfoca un primer giro conceptual estratégico; “Hoy las FFAA deben centrarse en la defensa de las nuevas fronteras, que no son otras que las infraestructuras existentes y necesarias y asegurar las vias de abastecimiento que las interconectan y permiten que lleguen a nuestra población”.
Dado que “la principal debilidad estratégica que presenta nuestro país, es su discontinuidad territorial” (una Argentina bicontinental, vinculada a la Antártida) , “esta concepción estratégica militar responde a nuestra realidad y posibilidades” y marca la necesidad de asegurar esa visión geopolítica a través del desarrollo de las infraestructuras necesarias que permitan la conectividad entre la Argentina Continental, la Insular y la Antártica”. Será misión del Instrumento Militar su protección.
Otro corolario fundamental: “Nuestra provincia de Tierra del Fuego, Malvinas y Antártida constituye el principal nodo de conexión de una amplia red de suministros, y esa conectividad la convierte en un eje de estrategia geopolítica para todos los actores presentes en ese escenario, dispuestos a confrontar intereses”.
En su presentación, Taiana había subrayado ese hecho: ““La Argentina es un país bicontinental y su centro está en Ushuaia. Siempre pensamos que está en Córdoba, pero tenemos que tener la capacidad de pensar que está más al sur y por eso tenemos más actividades en las campañas antárticas”.
En su posicionamiento geopolítico, riquezas y centralidad en la conexión de océanos y continentes radica el enorme valor de Malvinas, señala por su parte el general Paleo.
“Aumentar conectividad entre los continentes americano y antártico es un desafío si queremos dominar el Atlántico sur y Malvinas. Pero la conectividad depende del desarrollo de infraestructuras.”
Este escueto resumen de una exposición llena de sustancia permite entender la lógica y el sentido nacional de un giro estratégico que justifica plenamente el acompañamiento de una política de Estado y la comprensión de la sociedad.
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