La gente anda leyendo: Sesgo de confirmación
¿Qué leen los marplatenses en las calles, en las plazas, en el colectivo? ¿Cómo y cuándo? En esta oportunidad, una lectura inesperada en la playa.
Por Dante Galdona
Si es difícil no tener prejuicios en general, estando en la playa es aún más difícil. Por eso llevo libros cuando voy a la playa, para no tener que luchar contra ese impulso. Antes de sacar uno de la mochila, veo a un tipo que no parece ser un lector de buena literatura. Está sentado en la arena y supongo que más preocupado por su aspecto físico que por el intelectual. Su tostado y todo el gimnasio encima de sus músculos obligan mi confusión. Saca un libro y me empeño en confirmar que es del tipo motivacional. Cuando se me instala un prejuicio, por lo general es persistente. “Cómo ser un macho alfa” puede ser un título adecuado a su aspecto, o “Mentalidad ganadora”, “Sé tú mismo”. Títulos que invento en el fragor de mi sesgo de confirmación.
Mientras espero el triunfo de mi perspicacia, “La invención de Morel” me recuerda de un golpe a la mandíbula de mi pedantería que puedo ser más estúpido de lo que creo.
El viejo Bioy, qué tipo. Podía ser tan alfa como este muchacho y al mismo tiempo un escritor de grandes obras.
Juego a meterme en el espacio-tiempo de esa máquina de Morel. En esas dunas que son éstas, espío con cuidado a “don musculitos”, pero como conozco el final no lo hago con el cuidado que merece el asunto y entonces el lector de mis prejuicios me sorprende mirándolo.
Asumo con poca honestidad que me llamaba la atención el libro, de la que supe luego que era una edición llamada Cara y Cruz, del grupo Norma. El lector veraniego me dice que de un lado está la novela y del otro un ensayo sobre su autor. Que el ensayo no le interesa y que llegó a Bioy Casares gracias a una escena de la serie “Lost”. Creo recordar a Sawyer leyendo en la playa pero mi memoria no catalizó el libro. La imagen del hombre que lee en la playa visto por el hombre que lee en la playa y siendo visto por un hombre que lee en la playa. Quién sabe hasta dónde llegará la espiral ficción-realidad. El diálogo real toma forma y le comento que lo que me sorprendió de esa novela es que la realidad virtual fue de algún modo anticipada en ese libro.
Con otro tiro a quemarropa de mis prejuicios, me responde: “¿Hay algo de la realidad que la literatura de ficción no haya anticipado?”.
Pienso. Quizá haya muchas cosas, pero como no he leído todos los libros, incluso hasta haberlo creído alguna vez me parece estúpido. Esta realidad que vivimos hoy, incluso esta escena, está escrita en algún libro cuyo lugar desconocemos. Escribo esto sin saber si es lo que me dijo o lo que pensé; la línea que divide una de otra fue siempre imaginaria y su inexistencia, un hecho.
El personaje me dio una de las lecciones más profundas en cuanto a literatura. Inverosímil y real, ahí estaba con su Bioy trastrocando todo concepto sobre fantasía y realismo, sobre ficción y realidad, sobre vida y obra. Musculito intelectual.
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