Si alguien quiere saber por qué la economía no arranca, por qué se marchitan los brotes verdes, por qué no existió el segundo semestre y por qué el dólar roza 16 pesos, la respuesta hay que encontrarla en el notorio giro corporativista que tomó la administración Macri.
Mientras la población busca solución a temas como la inflación, el desempleo, la pobreza, la marginalidad y la inseguridad entre otros asuntos, el gobierno aparece enfrascado en su obsesión de ganar las elecciones de medio término y pacta con todas las corporaciones.
En su afán electoral, el PRO pone en jaque las finanzas públicas y autoclausura la vía del endeudamiento, al aumentar peligrosamente su incapacidad de repago.
El fenomenal aumento del gasto público pone al descubierto los dislates de la administración Macri y el fracaso del programa que ejecutan el jefe de Gabinete y el ministro de Hacienda.
Todos los cañones apuntan a incentivar el consumo para reactivar la economía, dejando de lado el ahorro y la inversión. Sin embargo, en épocas de alta inflación como la actual, exacerbar el consumo, sin hacer crecer la inversión, equivale a alimentar el fuego inflacionario. Peligroso.
El desorden fiscal quedó de manifiesto con las cuentas de octubre. A esa fecha, el desequilibrio de las cuentas públicas, desde enero, alcanzó a casi 262.000 millones de pesos, lo que implica un aumento del 66 por ciento, contra igual lapso del año anterior en el cual, la administración Kirchner había comprometido seriamente la salud financiera del Tesoro con tal de ganar las elecciones.
¿Cómo se explica este salto? En primer lugar, los giros a las provincias y el mayor endeudamiento. En segundo lugar, las transferencias a familias y al sector privado por la persistencia de los subsidios tarifarios en energía y el transporte.
Esto alimentó el déficit y los mercados comenzaron a tomar distancia de los nuevos aires macristas. La suba en la tasa de interés de largo plazo hizo el resto. Ya no resulta tan fácil como antes tomar deuda. Los analistas observan que, con el aumento del gasto, la capacidad de repago del país está más comprometida.
Hay errores de diagnóstico y el gobierno los alimenta. La burocracia llegó a límites exasperantes no sólo por los 21 ministerios -record histórico-, sino por los cargos que se crean. El absurdo llegó de la mano del Ministerio de Modernización, encargado de achicar el Estado, en la designación de un “Coordinador de la COORDINACIÓN DE FORTALECIMIENTO DE LA CULTURA ORGANIZACIONAL de la DIRECCIÓN DE FORTALECIMIENTO DE LAS CAPACIDADES INSTITUCIONALES de la OFICINA NACIONAL DE INNOVACIÓN DE GESTIÓN de la SUBSECRETARÍA DE PLANIFICACIÓN DE EMPLEO PÚBLICO de la SECRETARÍA DE EMPLEO PÚBLICO del MINISTERIO DE MODERNIZACIÓN”. Mayores comentarios son ociosos.
Pero en su obsesión electoral y en un claro gesto populista, el gobierno arrió la bandera de 2015 y dejó de lado una mejora en el impuesto a las ganancias para los trabajadores privados y decidió enviar un proyecto de ley que aumenta la presión tributaria por ese gravamen, al eliminar las deducciones por cargas de familia, elevando el monto a gravar.
Esta decisión se tomó luego de una reunión con gobernadores quienes le exigieron al Presidente Macri que la modificación de ganancias no perjudique las finanzas provinciales, al tratarse de un impuesto coparticipable.
Macri, en un giro sobre sus pasos, cedió e inclinó la balanza en favor de la corporación política en detrimento de los trabajadores.
Lo mismo hizo con las organizaciones sociales, tras el rechazo del bono de fin de año y la creación de empleo precario para cooperativas de trabajo. En medio de un terremoto fiscal, el gobierno aprobó la emergencia social que implica el desembolso de unos 30.000 millones de pesos -unos 2.000 millones de dólares-, para asistir a las organizaciones piqueteras y que, en definitiva, deberán pagar los contribuyentes.
Los mercados y los analistas empiezan a ver en el programa económico grietas y debilidades. La expansión fiscal pone en jaque la viabilidad y las posibilidades de crecimiento en 2017. El BCRA advirtió también que aun no hay signos de que la recesión fue superada.
Proyectos como el de los alquileres, la baja en las comisiones de las tarjetas y la emergencia social ponen al descubierto el intervencionismo estatal en la economía, algo que espanta a las inversiones.
El consumo está muy comprometido porque las familias están fuertemente endeudadas con sus tarjetas de consumo. El ambiente externo no ayuda. El dólar en 16 pesos, déficit fiscal superando los 10 puntos del PBI, déficit comercial en octubre, caída en la paridad de los bonos argentinos y aumento de los rendimientos por encima del 7 por ciento, son señales que para el gobierno no deberían pasar inadvertidas.
El costo de un giro corporativista y el abandono de los trabajadores tienen un costo muy alto que se podría pagar en los comicios. ¿Serán en octubre?
DyN
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