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Arte y Espectáculos 2 de febrero de 2023

Ana María Picchio: “El escenario es como caminar por una calle oscura”

Ovacionada todas las noches, Picchio agradece que sea un grupo de actrices mujeres el encargado de hacer reír en "Perdida mente", una obra que transita un tema difícil: el Mal de Alzheimer. En esta entrevista, habla de las coincidencias, de la concentración y del sufrimiento.

"No hay ningún lugar en la Tierra donde uno se pueda sentir más feliz que cuando coincidís en el escenario", asegura Picchio.

 

Aparece sobre el escenario del Teatro Atlas con cofia, delantal, vestidito floreado y zapatillas. Ana María Picchio es la histórica mucama de una jueza que no anda muy bien de salud. Ni bien asoma, una ovación -como una ola fresca- la sacude, la abraza. Con pocas palabras se gana el corazón de la platea.

Ella -que es una de las actrices de la comedia “Perdida mente”, junto a Julieta Ortega, Karina K, Patricia Sosa y Leonor Benedetto– atribuye ese gesto de amor a la confianza que deposita el público que vacaciona en Mar del Plata.

“Cuando salgo al escenario, siento que hay una onda, pero a mí me parece que es el público que viene a Mar del Plata, porque en Buenos Aires también pasa eso. Pero el público del interior tiene otra cosa, se sienta en la platea que quiere pasarla bien, no viene a decir ‘a ver qué me van a dar’, confía y eso, vos sabés que se nota muchísimo. Y ese cariño, ese calor y esa atención yo la siento desde que salgo al escenario”, explica, en una entrevista con LA CAPITAL.

 


En el escenario del Atlas, junto a Leonor Benedetto.

En el escenario del Atlas, junto a Leonor Benedetto.


 

-¿Sentís que ese aplauso es un poco un homenaje a tu extensa trayectoria? Sos una actriz que está en la vida de los argentinos desde hace muchos años.

-Sí, cuando termina la obra te dicen eso. “Yo la vi, la vi acá o allá”. Es como cuando vos ves a alguien que la conocés de chiquita, a nosotras nos pasaba con Soledad Silveyra siempre, cuando venían al teatro a vernos nos decían eso: “Ay, las conozco de toda la vida” o “Me acuerdo de tal obra”. Y la verdad que es muy especial el cariño de la gente. Después, cuando llegás a tu casa, sobre todo yo que no estoy en mi casa, sentís una soledad, hay un silencio y una cosa que te lleva a decir “me voy al teatro”. A Mar del Plata he venido con mis padres, con mi hija chiquita, siempre venía en banda, llegaba del teatro y tenía la comida calentita para comer. Ahora no tengo a nadie que me la sirva.

-Imaginate que podés volver el tiempo atrás: ¿elegís dedicarte a la actuación nuevamente?

-Pienso que no hay ningún lugar en la Tierra donde uno se pueda sentir más feliz que cuando coincidís en el escenario. No hay un lugar, pero tenés que coincidir, las coincidencias no se dan todo el tiempo, son como los milagros, existen las casualidades, los milagros más o menos. Entonces cuando aparece la conexión, yo no las cambio por nada. Yo elegiría otra vez (ser actriz), pero también elegiría la medicina que es algo que me apasiona, me quedé con las ganas. Elegiría ser actriz, directora también, escribir un poquito más, ampliar un poco, ampliar las posibilidades.

-Podés dedicarte a la escritura, aún estás a tiempo.

-Ahora es un poquito tarde ya.


En una escena de la obra con Patricia Sosa.

En una escena de la obra con Patricia Sosa.


 

“No quiero hacer más de mala”

En “Perdida mente”, las cinco actrices transitan con humor y emoción un tema difícil cuando se instala en el seno de las familias. Se trata del Mal de Alzheimer que, en este caso, afecta a uno de los personajes de la ficción que dirigió José María Muscari. La llegada de la enfermedad y de la progresiva pérdida de memoria revoluciona todo el entorno de la jueza: desde la mucama que interpreta Picchio a su hija, su hermana y su abogada.

“Hay un momento de la obra que me encanta -sigue Picchio-, es al principio y es toda la escena de Benedetto y de Sosa, cuando pelean y yo estoy en el medio. Esa situación me parece que no la cambio por nada. Porque me la creo, porque es el juego en el mejor sentido de la palabra, la diversión, la picardía”.

Para Picchio, abordar con humor el tema de la enfermedad supone un acierto. “Siempre el humor está en manos de los varones, parece que el humor es más accesible para los varones que para las mujeres. Las mujeres pueden ser cómicas pero cómicas de desfachatadas en el escenario, pero no de hacerte reír tanto como hacemos reír nosotras. (En “Perdida mente”) no hay golpes bajos, no hay malas palabras, no hay cosas exageradas, no nos metemos con nadie, no hablamos mal de los hombres, no criticamos a nadie”, explica.

-En un tema tan complejo como el que atraviesa la obra, tu personaje parece que llega para descontracturar, alivianar, ¿puede ser?

-Ese no era el personaje que me había ofrecido Muscari, me había ofrecido el papel que hace Karina K (la hermana de la jueza) y yo dije “basta, no quiero hacer más de mala, quiero hacer de buena, una buena persona y esta es la oportunidad”. Es alguien que se lleva bien con su patrona, su patrona la empodera, es una relación de amor, de servicio, de comprensión humana. Es una mujer que está por encima de todos los intereses habidos y por haber. Y ahí me mandé. José (Muscari) me ayudó muchísimo, porque de entrada es hermoso cuando lo leés pero no es fácil. En la primera parte, la mucama tiene buena onda con su patrona, pero después se empieza a poner difícil la situación, porque tiene que luchar contra toda esa familia. Así que de a poquito lo fuimos como tejiendo (al personaje), como cosiendo y salió esta hermosura, porque es una hermosura el personaje.

-Lo notable es que “Perdida mente” no tiene golpes bajos.

-Verdaderamente, no hay golpes bajos, mirá que hay gente sentada ahí que está transitando temas como éste y se lo banca, se ríe, llora, pasa por todas esas situaciones, pero también la mirada está puesta en los parientes (de la enferma), lo que le pasa a la hija, a la hermana, a la amiga. Eso es lo que hace que le enfermedad fluya de manera más cordial.

-Para intentar alejar esa enfermedad, en la obra se apela a generar comunidad. ¿Coincidís?

-Yo lo veo así pero es muy difícil, siempre pienso en “El padre”, la película en la que actúa Anthony Hopkins (el personaje tiene Alzheimer). Es difícil porque se produce una cosa en la familia, hay una alerta, hay un momento donde el yerno le dice (a Hopkins) “por culpa suya, que no quiere ir a un geriátrico, estamos metidos aquí dentro”. Es una enfermedad que trastoca todo, uno la ve como lo muestra Muscari y es simpática, cordial, pero si metés un poco más la mano, es muy difícil, es muy difícil de pronto sentir que tu mamá no te reconoce.

-¿Cómo fue el trabajo con el elenco, durante los ensayos?

-Los ensayos duelen porque hoy te sale una cosa y al otro día lo que lograste no te sale. Tenemos un director que tiene mucha capacidad de trabajo y de paciencia, es joven y tiene fuerza y entonces no te deja sola. Eso los actores lo sentimos, cuando el director te abandona uno sufre mucho, más de lo que se sufre cuando el director está con vos. José es una persona de buenos sentimientos y que conoce lo que está haciendo, porque lo conoce de memoria. Él te muestra el trabajo. Esas cosas te van quitando el miedo, el miedo de uno es la fecha del estreno. Siempre se llega pero se sufre. El teatro es hermoso pero es un sufrimiento, porque además despierta al que tenés enfrente, es como un espejo. Vos mirás al espectador y vos también te mirás porque la comunicación es esa, con el compañero y con el público constantemente. Y cuando no pasa eso, te asustás y entonces volvés como al principio, volvés al método y decís “a ver, concentración”. Y empezás otra vez y es un trabajo duro en los ensayos.

-¿Aún a esta altura de tu carrera seguís sufriendo?

-Sufrís, sí, el escenario es como caminar por una calle oscura, es peligroso el escenario porque lo que tiene de bello y misterioso lo tiene de peligroso. Cuando yo empecé en el Conservatorio, la primera palabra que pusieron en el pizarrón fue concentración y después autenticidad. Son dos palabras que parecen nada más que palabras, pero no lo son, uno tiene que estar concentrado como lo está el jugador del fútbol. Cuando dicen cuál es la diferencia entre un actor que estudió y uno que no estudió, la diferencia es el método, uno tiene un método reprobado con muchos maestros. Eso es lo que te da la seguridad para estar de pie ahí arriba; si no, temblás.

-¿Por qué es peligroso el escenario?

-No te podés distraer un minuto. Si se baja una luz, tenés que incorporarlo. Si hay un ruido que no es el ruido esperado, lo mismo. Nada tiene que sacarte. El otro día en una escena (de “Perdida mente”) se rompió una silla y yo intenté arreglarla. Y el gerente del hotel en el que estoy vio la obra y me dijo “qué linda esa escena donde a ustedes se le rompe la silla”. “¿Qué se creyó usted?”, le dije. La silla se rompió de entrada. Estaba convencido de que yo arreglaba la silla todas las noches. No sabés lo nerviosa que me puse, porque en esa silla se sientan todas (las actrices).