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Cultura 29 de enero de 2023

El Taller de Narrativa: personajes (segunda parte)

Los docentes Mariano Taborda y Emilio Teno continúan su clase sobre los personajes, en este caso a partir del análisis de obras de Haroldo Conti, Fiodor Dostoievski y Roberto Arlt.

Por Emilio Teno y Mariano Taborda

Haroldo Conti vivió en el río, navegó el río, escribió sobre el río. En “Sudeste”, su primera novela de 1962, los personajes son el Delta, los ríos infinitos que lo componen, los isleños. En una entrevista de 1971, definió al río y a los isleños con gran precisión y belleza: “El río es dulce y es tierno y es cruel y es violento. Moldea a la gente, la gasta”. Según Conti -es una idea que aparece en toda su obra- las cosas y los lugares se parecen a las personas.

El personaje humano de “Sudeste” es El Boga, un isleño que navega sin plan, que es aliado y enemigo del río, de la soledad del río, del alimento del río. En el final de la novela, El Boga y el río se funden; esos dos personajes cercanos terminan por confluir: el isleño se parece al río, se parece también a un pez:

Sudeste

“Ya no sentía ningún dolor, pero el cuerpo le pesaba increíblemente. Trató de sentarse y todo lo que consiguió fue golpear ruidosamente con la cabeza sobre la cubierta. Pero era lento y porfiado, y después de dos o tres veces terminó por sentarse. Ahora estaba sentado sobre la cubierta, con la espalda apoyada contra la carroza, y tenía el río por delante.
El viento sopló desde el río. Aquella brisa húmeda y furtiva, semejante al roce de una sombra.
El barco se quejó débilmente.
Estaba entrando la noche.
Ahora no sentía el cuerpo para nada, ni siquiera como un peso, sino más bien al barco. Él y el barco, este triste Aleluya, eran ahora una misma cosa que muere con el día. Las viejas maderas y las viejas historias se quejaron a través de él.
Miró al río anochecido con sus grandes ojos de pez moribundo. (…)
Ya no podía ver el poco de luz que había observado a lo lejos, un rato antes, pero seguía frente a la noche con sus grandes ojos de pez moribundo desmesuradamente abiertos”.

Uno de los aspectos centrales en los textos narrativos de ficción es la construcción de los personajes. Cuando son sólidos, con espesura, se emancipan y tienen vida propia: los actos futuros ya no son caprichos del autor, sino posibilidades de una psicología compleja y singular. El maestro ruso Fiódor Dostoievski ideó una buena cantidad de personajes memorables: el príncipe Myshkin en “El idiota”, el tridente de Dimitri, Alexei e Iván de “Los hermanos Karamazov”, pero su máxima creación es sin dudas Raskolnikov de “Crimen y Castigo”.

Crimen y castigo

Dostoievski es el producto más acabado de la novela realista del siglo XIX, a partir de él comienza la decadencia, nadie profundizó tanto en la psicología de los personajes; la clave de Dostoievski es la infinita misericordia: no juzga a sus personajes, todos tienen alguna motivación para sus acciones.

Raskolnikov es un estudiante pobre que vive en una pensión de San Petersburgo; es enfermizo, está hambriento, podemos oír la tos tísica, ver el amarillo de la piel. Odia a una vieja usurera, debe empeñar para comer, piensa en el asesinato, la diferencia que existe en una muerte dentro de una guerra y una muerte aislada, personal. Decide matar a la vieja. Decide utilizar un hacha. El plan sale mal: encuentra a la hermana de la usurera y también debe matarla. A partir de ahí comienza la novela.

Como los gauchos Fierro y Aballay, Raskolnikov se constituye como personaje a partir de un asesinato. Sufre, tiene culpa, pesadillas, fiebre, se relaciona con Sonia, sufren juntos. Los héroes de la novela son un asesino y una prostituta.

“Pero de pronto hubo de suspender el trabajo. Le parecía haber oído un rumor de pasos en la habitación inmediata. Se quedó inmóvil, helado de espanto… No, todo estaba en calma; sin duda, su oído le había engañado. Pero de súbito percibió un débil grito, o, mejor, un gemido sordo, entrecortado, que se apagó en seguida. De nuevo y durante un minuto reinó un silencio de muerte. Raskolnikov, en cuclillas ante el arca, esperó, respirando apenas. De pronto se levantó empuñó el hacha y corrió a la habitación vecina. En esta habitación estaba Lisbeth. Tenía en las manos un gran envoltorio y contemplaba atónita el cadáver de su hermana. Estaba pálida como una muerta y parecía no tener fuerzas para gritar. Al ver aparecer a Raskolnikov, empezó a temblar como una hoja y su rostro se contrajo convulsivamente. Probó a levantar los brazos y no pudo; abrió la boca, pero de ella no salió sonido alguno. Lentamente fue retrocediendo hacia un rincón, sin dejar de mirar a Raskolnikov en silencio, aquel silencio que no tenía fuerzas para romper. Él se arrojó sobre ella con el hacha en la mano. Los labios de la infeliz se torcieron con una de esas muecas que solemos observar en los niños pequeños cuando ven algo que les asusta y empiezan a gritar sin apartar la vista de lo que causa su terror”.

Esta escena memorable, teatral -dos personajes, la inminencia del asesinato, una tensión comparable con la de Orestes y Clitemnestra- define el carácter de Raskolnikov: la muerte de la usurera pronosticaba un mundo mejor, la muerte de la hermana inocente genera la culpa y transforma al personaje.

El juguete rabioso
Dos de los grandes personajes de la literatura argentina son obra de Roberto Arlt: Silvio Astier en “El juguete rabioso” y Remo Erdosain en “Los siete locos”. Astier es un joven pobre de Buenos Aires que busca en los robos o en los inventos dar el batacazo, salir de pobre. Roba en una escuela, traiciona. Está lanzado al mundo sin herramientas, sin estudios, con la rudeza de una ciudad industrial que construye a los márgenes. Arlt inaugura, en 1926, la novela urbana.

“Yo que leía un libro junto a la mesa, levanté los ojos mirándola con rencor. Pensé: trabajar, siempre trabajar. Pero no contesté. Ella estaba de pie frente a la ventana. Azulada claridad crespuscular incidía en sus cabellos emblanquecidos, en la frente amarilla, rayada de arrugas, y me miraba oblicuamente, entre disgustada y compadecida, y yo evitaba encontrar sus ojos.
Insistió comprendiendo la agresividad de mi silencio.
—Tenés que trabajar, ¿entendés? Tú no quisiste estudiar. Yo no te puedo mantener. Es necesario que trabajes”.

No había lugar en la literatura argentina para los Roberto Arlt, los Horacio Quiroga. La biblioteca, los viajes iniciáticos a Europa, la educación bilingüe; Arlt se abre a los codazos un lugar de privilegio con textos que tienen la fuerza de un cross a la mandíbula, con honestidad, irreverencia. En gran medida la relevancia de la obra narrativa de Roberto Arlt -gracias a la defensa encendida de David Viñas y Ricardo Piglia- se debe a la construcción de sus personajes: al igual que su autor, luchan en condiciones desfavorables, no tienen nada que perder, son algo inocentes, algo perversos; incomodan. La incomodidad es uno de los aspectos centrales de todos los grandes personajes de la literatura.


Lecturas:

“Sudeste” de Haroldo Conti
“Crimen y castigo” de Fiódor Dostoievski
“El juguete rabioso” de Roberto Arlt

Ejercicio de escritura:
Escribir un texto de ficción con un personaje central. Profundizar en sus aspectos físicos y psicológicos. Previo a la escritura, hacer una ficha especificando todos los aspectos del personaje.

(*) :Instagram @tallerdenarrativamdp || [email protected]