Grandes libros, pequeños lectores: “Una versión de Dios”
Miembro de la ONG Jitanjáfora reseña uno de los libros póstumos de la reconocida escritora argentina especializada en literatura juvenil Liliana Bodoc.
“Una versión de Dios”
Liliana Bodoc
Ilustraciones de Ana Luisa Stok
Buenos Aires
La central
2020
Por Elena Stapich (*)
Este libro absolutamente inclasificable es una de las producciones de Liliana Bodoc publicadas post mortem, una obra tejida a cuatro manos entre ella y Ana Luisa Stok, la ilustradora. Y tan a cuatro manos que la huella de la mano de Liliana se conserva en ciertas palabras intercaladas en el texto con su letra manuscrita, tan reconocible, tan entrañable.
En el prólogo del libro, escrito por Galo Bodoc, el hijo de Liliana, aparece la clásica advertencia que se suele hacer a los viajeros -en este caso, los lectores-: si seguimos leyendo, si traspasamos el portal del prólogo, entraremos en un territorio extraño, el de “las sombras de la realidad”. Galo nos da algunas pistas: más que un texto es un conjuro. Tal vez podría llamarse “Una versión del tiempo”.
En el comienzo, una alusión mitológica: ¿las parcas? Pero estas ancianas son las tejedoras de leyendas: “Tres ancianas, sentadas / frente al telar, tejen / con paciencia de árbol. / Dos hebras sostienen el tejido. / La hebra de lo infinitamente grande / y la hebra de lo infinitamente pequeño”. Transcribimos separando las líneas con barras porque no podemos no leerlo como un poema.
Luego, varias escenas aparecen frente a los lectores, como si en una película pusiéramos pausa: un oso que avanza hacia un cazador, dos mujeres tomadas de la mano que se lanzan al abismo dentro de un auto. Habla el tiempo, un potro salvaje, imposible de sujetar, y nos muestra otra escena: un hombre crucificado. Y mientras las escenas congeladas se animan lentamente, otras aparecen: la mujer que regresa a casa con su marido borracho, el niño ahogado -boca abajo- en la playa. Anónimos o famosos (algunos de estos personajes están entrando en la leyenda), todos se animan, se mueven, se arrojan a alguna clase de abismo, se entremezclan las escenas a través del tiempo, ese potro salvaje:
“Madre con crines. / Un día, muchas plazas después, / avanzarás dignamente hacia / los cazadores”. Y el tiempo nos insta a cabalgar, porque los tres días pasan y al tercero es posible resucitar: “Porque / solo / quien / cabalga / vivirá más que su cazador”.
Al finalizar el libro, encontramos las biografías de las autoras. En este caso, la ilustradora se constituye en coautora. Sus imágenes son muy fuertes y se potencian mutuamente con los textos. Tinta negra, texturas de salpicado, líneas cinéticas, todo dispuesto sobre un fondo que se asemeja a las hebras del papel que se usa para pintar, casi una tela.
Con resonancias de texto sagrado, “Una versión de Dios” propone una experiencia inmersiva en el vórtice temporal. Todo está ocurriendo al mismo tiempo. Todos los hilos se cruzan. Difícil explicar lo que hemos leído. Tampoco parece que sea necesario.
(*) Integrante de la ONG Jitanjáfora.
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