Pequeños grandes problemas
Alberto Farías Gramegna.
Por Alberto Farías Gramegna*
“No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos.”– Albert Einstein
Por lo general (gerentes, encargados de áreas, técnicos, mandos medios) suelen prestar atención a los “macrofactores” generadores de riesgo, en el marco de las normativas y recomendaciones universales de seguridad e higiene del trabajo.
Estos macrofactores suelen estar relacionados con las características intrínsecas de los objetos o con el uso inadecuado de los mismos, así como con la ausencia o presencia inapropiada de alguno de ellos. Por ejemplo: falta de extinguidores de fuego, sustancias peligrosas mal ubicadas o no rotuladas, falta de señales orientadoras y de alerta preventiva, escaleras mal diseñadas o sin barandas, rampas ausentes o inadecuadas, cristales no visibles, pisos deslizantes, objetos sobresalientes en zona de circulación, aberturas sin protección, etcétera.
La mayoría de las medidas preventivas suelen estar orientadas a modificar o remover situaciones observables y tangibles, e informar y/o capacitar a los potenciales usuarios sobre estos factores capaces de generar posibles riesgos de “accidentes”, que en caso de producirse no debieran llamarse así, sino “incidentes”, es decir, ocurrencias emergentes, sobredeterminadas y en algunos casos previsibles, -y por tanto prevenibles- dado que los primeros son imprevisibles, contingentes y vinculados al azar.
Los “factores objetivos” de riesgo exigen pues, conocimiento y un manejo precautorio y defensivo por parte del hombre situado en lo que podríamos llamar “un entorno laboral generador de riesgos potenciales”. Como hemos señalado estos riesgos se refieren a incidentes prevenibles. Aquí la subjetividad del trabajador está presente -va de suyo- en la correcta o incorrecta lectura e interpretación que hará de esos objetos y de cómo los utilizará cuidando y cuidándose de ellos. Por ejemplo, si manipulo mal un cuchillo, torpemente o asiéndolo de donde no debo, podría cortarme con la hoja de acero.
Dialéctica objeto-sujeto: el “factor sujetivo”
Existe complementariamente otra dimensión-tipo de factores de riesgo que he propuesto denominar “factores sujetivos” (expresión derivada de la noción de “sujeto”), son parte de la microfísica de la organización del trabajo y se relacionan con lo que se conoce como riesgos propios del comportamiento subjetivo del factor humano, signado por el afecto, la distracción y el error ergonómico (performance de la actividad corporal humana). Ya nos recuerda el saber popular que “errare humanum est”.
Los “factores sujetivos” de riesgo, desde luego, son también “variables subjetivas”, en cuanto a la interpretación singular que cada persona hace de hechos y acciones del trabajo.
Pero importa aquí analizar esta subjetividad implícita solo en referencia a algunas constantes interactivas intra e interpersonales generadoras de contextos de riesgo. Por ejemplo, fatiga laboral, conflicto interpersonal, baja autoestima profesional, inadecuada o insuficiente competencia técnica, desmotivación, ruidos en la comunicación, alienación en el proceso de la tarea, etc.
Estos microfactores son por definición intangibles, pero expresan su existencia a partir de indicadores observables (actitudes) que pueden remitir a una o varios de aquellas constantes. Por ejemplo: distractibilidad, emocionalidad, irritabilidad, ensimismamiento, lejanía, abulia, lentitud, miedo, inseguridad, falta de respuesta inmediata, negligencia, etc.
Actitudes todas estas capaces de generar riesgos a partir de microacciones, gestos de la cotidiana rutina laboral, pequeñas acciones u omisiones que aparentan insignificancia dentro del sistema total, pero que en realidad pueden desatar grandes problemas cuando se potencian con los macrofactores tangibles.
Con un ejemplo real: imaginemos a una secretaria ejecutiva competente en su trabajo que, sin embargo, fascinada con un joven empleado recién ingresado a la Empresa, se distrae y tipea mal una cifra de un informe técnico.
Luego, al pasar desapercibido -por falta de controles en instancias posteriores-, este informe con errores termina generando un efecto del tipo “dominó”, hasta afectar la presentación en tiempo y forma de un proyecto de alto valor comercial.
El tiempo invertido en reformularlo y la consecuente pérdida de confianza clientelar tendrán un costo empresarial que excede la exclusiva rentabilidad económica, tal como en la historia mítica de caballería, en donde por una herradura se perdió un reino. Y todo esto por un pequeño gran problema.
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