A 20 años de la muerte de Maite Alvarado, la vigencia de un programa
Por Mariana Basso Canales
Este año se cumplen veinte años de la partida física de Maite Alvarado, sin embargo, su programa sigue presente en prácticas escolares que son deudoras de sus ideas. Es que el impacto de su mirada de lo que significa la escritura y la literatura ganó terreno en lo escolar. Así Alvarado, en lugar de escritura creativa, nos propone el concepto de “escritura de invención”, a la que considera parte de un proceso y un trabajo, que permite al escritor reflexionar sobre el mundo y transformar su conocimiento, con consignas que exigen buscar recursos y superar desafíos desde el trabajo con el propio lenguaje. Por eso nos invita a pensar en “problemas de escritura”, en lugar de ejercicios mecánicos o de textos libres, porque la consigna de escritura “conjura el temor a la página en blanco”.
Si hacemos un breve repaso histórico es durante la década del 80, y en particular, en el retorno democrático en la Argentina, cuando ingresan a las aulas proyectos vinculados con la invención y los talleres de escritura, que hasta el momento habían tenido lugar solamente en espacios no institucionales e incluso clandestinos. Según Alvarado (1988) comienzan en 1960 los primeros talleres, y alcanza sus dimensiones de “boom” en la década del setenta, siendo durante la última dictadura militar cuando se produce su eclosión tanto de talleres literarios como de escritura, “verdaderos focos de resistencia, nucleados por lo general alrededor de algún intelectual reconocido que había sido marginado del ámbito universitario o había elegido esa clandestinidad como trinchera” (p. 14). Es en este contexto en el que nace durante 1974 el grupo de Grafein, en él se incluye un grupo de estudiantes de letras de la UBA a cargo de Mario Tobelem, experiencia que puede leerse en El libro de Grafein. Teoría y práctica de un taller de escritura, cuyas propuestas comienzan a introducirse en la vida escolar gracias al trabajo de algunos de sus integrantes de entonces, como Alvarado o Pampillo. A partir de ese momento, la “metodología” del taller hace su ingreso con más fuerza en las aulas, el mercado editorial, los programas, las orientaciones curriculares, los materiales educativos diseñados por el Estado.
Por el contrario, durante la década de los 90 son otros los intereses que gobiernan ciertas miradas estatales y de algunos sectores de los mercados editoriales, nos referimos al enfoque comunicacional enunciado para Lengua y Literatura explicitado en la Ley Federal de Educación de 1993. Es entonces cuando desde lo curricular, como sostiene Gerbaudo (2021), se reducen las expresiones del lenguaje a los aspectos lingüístico-expresivos y se desplaza la literatura a un lugar marginal, alejado de la enseñanza de contenidos. De esa época recordamos manuales escolares que contenían textos que se creían podían ser propios de “conversaciones reales” para desarrollar la escritura, vinculados con cierto “pragamatismo didáctico”, en los que la escritura literaria y de invención es desplazada ante el avance de otros marcos teóricos como los que proponía la lingüística y la psicología cognitiva.
Sin embargo, cuando nos referimos a las prácticas escolares no podemos pensar en líneas homogéneas, sino, tomando una expresión de la investigadora Carolina Cuesta, debemos advertir un “encastre de perspectivas”. De allí que las políticas que parecen hegemónicas en un determinado período, como puede suponerse lo fueron las nefastas políticas de la década del 90 en materia educativa, cuentan con otros espacios de “resistencia” que no resultaron en vano, y que exponen el compromiso y la participación de aquellos que no fueron parte de las perspectivas hegemónicas. En este sentido, sin pretender hacer una cronología de todos sus trabajos, podemos resaltar algunas producciones claves de Alvarado acerca de la escritura de invención, como la que realizó junto a Pampillo en Talleres de escritura. Con las manos en la masa, un volumen a cargo de docentes que habían formado parte del mítico grupo Grafein y que se proponían reinventar esa propuesta para un contexto escolar. Fue publicado por una editorial pequeña, llamada Libros del Quirquincho, en el marco de una colección de avanzada, dirigida por María Adelia Diaz Rönner. Otro hito en lo que refiere a la escritura de invención es El Nuevo Escriturón (Alvarado, Bombini y Feldman, 1993) que tuvo como destinatarios no solamente a jóvenes estudiantes sino también a los docentes, en una mirada que consideraba la dimensión retórica de la escritura. En esta misma perspectiva, un manual atípico que apostaba a la producción de textos literarios a partir de posicionar a sus lectores capaces de inventar como “poetas” es Los Hacedores de textos (Alvarado y Cortés, 1997).
El trabajo de Maite Alvarado se puede rastrear no solo en el mercado editorial, sino que su compromiso también formó parte de proyectos estatales como los materiales de la capacitación en el área de Lengua destinada a maestros de 2do ciclo de EGB que organizó la UEPC en convenio con FLACSO en 1999 en Córdoba, y que se recupera en el libro Leer y escribir. Apuntes de una capacitación. En estos documentos podemos leer otro modo de pensar la formación docente, en tanto exponen la necesidad de trabajar con los docentes la lectura y escritura entendiendo que para que este camino pueda ser transitado por los estudiantes es necesario que sus maestros incursionen en experiencias propias de lectura y escritura. Asimismo, un proyecto particularmente interesante fue Trengania, una publicación editada desde la Dirección Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación en 2001, con idea original y autoría de Maite Alvarado y María del Pilar Gaspar. Fue un recurso didáctico novedoso, con propuestas de escritura a partir de un mundo ficcional (una estación de trenes), que incluía láminas, cuadernillos y audios, un verdadero hito en las consignas y “artesanías didácticas” (Sardi) vinculadas con la enseñanza de la escritura.
En este breve recorrido observamos que la figura de Alvarado colaboró en diversos ámbitos, desde el grupo Grafein, hasta capacitaciones docentes, y su incursión en el Ministerio de Educación, es decir, una figura que fue protagonista de diversos circuitos: docente, investigadora, escritora y funcionaria. Sus líneas de análisis tienen continuidad en la actualidad, como es el caso de las prácticas áulicas con influencias del taller de escritura, que hoy se encuentran institucionalizadas desde documentos curriculares. En tiempos en los que la escritura y la lectura siguen presentes como parte de las discusiones didácticas, no podemos obviar hacer un repaso por las políticas y líneas que sustentan nuestras prácticas escolares, y destacar que el “programa Alvarado” sigue vigente en tanto es una posición teórica e ideológica en el que el poder de la invención resulta en una apuesta metodológica.
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