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Enlace Universitario 17 de agosto de 2022

“El rostro humano de las políticas educativas” un libro que busca readaptar didácticas y pedagogías

La Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata (EUDEM) lanzó el libro “El rostro humano de las políticas educativas”, escrito por Jonathan Aguirre donde se abordan los “Polos de Desarrollo”, una política pública de formación docente que tuvo lugar brevemente en Argentina, pero que dejó huellas y produjo un importante impacto en los territorios donde se implementó. A partir de la realización de entrevistas y de un minucioso análisis, el autor pone de manifiesto la necesidad de recuperar y readaptar muchas de las particularidades didácticas y pedagógicas de este proyecto de formación docente.

Aguirre es Doctor en Humanidades y Artes con mención en Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Rosario y actualmente se desempeña como Director del Departamento de Ciencias de la Educación en la Facultad de Humanidades de la UNMDP. En la siguiente entrevista, Aguirre brindó detalles sobre cómo fue el proceso de selección de la temática, las técnicas de investigación que utilizó y las reflexiones y aprendizajes que encontró en el camino de la confección del libro.

¿De qué se trató el proyecto de formación docente Polos de Desarrollo?

El proyecto Polos de Desarrollo fue un proyecto que fue parte del Plan Nacional de Formación Docente, que dirigía en la coyuntura del 2000/2001 la doctora Edith Litwin, una referente del campo de la didáctica en la educación superior. Ella dirigía el plan Nacional de Formación Docente y junto a su equipo, lo que intentaron hacer fue fortalecer los institutos de formación docente, estableciéndose como nodos articuladores con otras instituciones educativas.
Se seleccionaron 84 polos de desarrollo, que fueron 84 institutos de formación docente que hacían de nodo y articulaban con una universidad, con una escuela secundaria, con un jardín, con algunas sociedades de fomento u ONG, a partir de una línea pedagógica establecida. Lo importante que tenía este proyecto es que cada instituto participante a nivel nacional elegía la línea, de acuerdo a sus intereses y a su particularidad institucional, ya que no es lo mismo un instituto en el conurbano bonaerense que uno en Jujuy o Puerto Madryn.
Este proyecto apuntaba a desarrollar líneas de innovación pedagógicas en esa coyuntura, a partir de las realidades del contexto de cada instituto de formación docente y lo que yo me encuentro en la investigación, es que el proyecto “Polos”, si bien es muy breve en su funcionamiento y termina al finalizar la gestión, continúa con modificaciones. La Dirección de Educación Superior de la provincia identifica como potente este proyecto, pero le hace algunas modificaciones como la inclusión
del Instituto de Formación de Docentes Técnicos, las partidas presupuestarias las cambia también, le da una vuelta al financiamiento del proyecto, cosas que uno va investigando y que desconocía al momento de iniciar la tesis.

¿Qué impacto tuvo este proyecto en las comunidades docentes?

Es complejo precisar un impacto porque la particularidad de nuestras investigaciones no busca ir en el orden de la generalidad total, sino en el orden de la profundidad. Pero en los institutos que yo indagué, que fueron cuatro institutos de formación docente ubicados en el interior del país, el impacto fue muy potente. ¿Por qué? Porque les permitió fortalecer áreas de los institutos que al momento no estaban fortalecidas, como la investigación. Además les permitió, por ejemplo en el
instituto de Monte Grande, hacer un museo en los pasillos del instituto y articular a partir de ese museo visitas guiadas con estudiantes de las escuelas de los partidos vecinos, hacer congresos nacionales e internacionales, ser sede de congresos, actualizar nuestras propias prácticas como docentes, establecer líneas de desarrollo didáctico. Para los docentes que participaron fue altamente positivo y fue fundante, en el sentido que cambió la lógica de pensar la formación en el seno de esos institutos.
Justamente, se cambió a una lógica de una formación democrática, participativa, articulada y con un fuerte trabajo en red. Muchas veces no estamos acostumbrados a trabajar en red y creemos que en el campo de la formación, y en el trabajo educativo en general, el trabajo en red y colaborativo es central. Me encuentro constantemente con colegas y con docentes que van recordando esta política, que había quedado “perdida en el tiempo” y que no había sido indagada. Mi trabajo es revalorizar y ponerla sobre el debate público, no para copiarla sino para analizar lo que funcionó y lo que no y ver que se puede trasladar a la formación actual”.

¿Es muy complejo adaptar esas políticas públicas de educación a la actualidad?

La idea de copiar políticas muchas veces no sirve, porque los contextos son distintos. Es importante apostar a pensar las políticas educativas desde su concreción, desde su tradición en el territorio. No se puede pensar una política desde una mirada macro sin tener en cuenta las particularidades del territorio y del contexto político, económico y social del momento. Lo que me parece importante rescatar de “Polos de Desarrollo” es esta política de nodo, de trabajo articulado, de líneas de desarrollo, de cuidar mucho la voz de quienes llevan la política en el instituto. No fue una política verticalista planificada a nivel macro que impuso lo que se tenía que hacer. Fue justamente al revés, a partir de varios encuentros de articulación, hasta que se definieron las líneas de desarrollo que emergen desde las particularidades de la institución. Me parece que eso es fundamental porque cambia la lógica de pensar las políticas. Sin embargo, mencionaste que se retomó y reformuló en parte a nivel provincial.

¿Siguen vigentes algunas de esas políticas en la actualidad?

Institucionalmente, en términos macro o meso intermedio de la política, no tengo registro si ha quedado algo particular. Lo que sí estoy seguro es que en las instituciones que formaron parte de los “Polos de Desarrollo”, el programa quedó plasmado en las prácticas cotidianas. Incluso, muchos de los docentes que entrevisté para la investigación me comentaron que cuando venía alguna política de provincia, de jefatura distrital o incluso a nivel nacional, se sentían empoderados desde otro lugar. Una vez que vos pasaste por una instancia en la que te preguntaron, te consultaron sobre tus necesidades para desarrollar pedagógica y didácticamente la formación, nada es igual. Y las huellas que dejó el proyecto también son materiales. En un instituto en Monte Grande se creó un museo que sigue funcionando. Los niños y niñas del conurbano van al museo, aprenden ciencias naturales y los propios estudiantes de formación docente son los que llevan adelante el museo. Se generó un ecosistema en el estacionamiento del instituto y ahí se puede ver que la potencia de esta política está en lo micro y en la huella que dejó, tanto en la biografía de quienes participaron como en la biografía de la institución que articuló un proyecto que fue potente y que perduró en el tiempo.

Lográs abordar en tu libro una temática que está presente en la formación docente actualmente pero que no había sido analizada. ¿Cómo fue ese hallazgo de los Polos de Desarrollo y cómo abordaste la investigación?

Debo reconocer que fue sugerencia de Luis Porta, director del Centro de Investigaciones en la Educación. Con su mirada fina en el campo de la investigación me recomendó tomar un enfoque biográfico-narrativo, en donde la entrevista es el instrumento principal, primordial y más potente que tenemos para llegar a la vida narrada por los protagonistas.
Y las huellas que dejó el proyecto también son materiales. En un instituto en Monte Grande se creó un museo que sigue funcionando. Los niños y niñas del conurbano van al museo, aprenden ciencias natura
Primero van a encontrar, en los últimos dos capítulos, que yo narro la política. Y la voy narrando a partir de hilvanar las voces de los entrevistados, lo que los documentos me fueron marcando también y mi propia voz como investigador. Hay un entramado, una narrativa polifónica de lo que fue la política, en donde juegan las distintas voces: las voces de los protagonistas, mi voz como investigador y la voz de los documentos o de las cuestiones más normativas o estatales.
Esto fue posible porque durante toda la investigación fui llevando un registro autobiográfico donde también fui plasmando lo que yo fui sintiendo y encontrando en la investigación. Por eso cuando pongo ahí que es el rostro humano de las políticas, es ese sentido amplio, el rostro de esos documentos. Consiste en etnografiar esos documentos políticos, animarse a discutirlos y al mismo tiempo recuperar en una narrativa las características de esta política. Después está el capítulo final, donde las vuelvo a analizar interpretativamente, pero creo que esos dos capítulos son el corazón, los dos pulmones de la investigación y queda graficado en el libro una manera de ver esta política de formación.

¿Por qué es importante reflexionar sobre estas políticas educativas?

Tenemos que animarnos a pensar las políticas educativas desde los contextos, desde los sujetos, desde los actores, desde la propia realidad concreta que vive cada institución. Yo sé que es difícil, porque uno plantea una política pública y tiene que ser federal, tiene que ser extensiva, pero tenemos que apostar por políticas situadas, que cambien la vida del cotidiano de nuestros estudiantes, de nuestros profesores, de nuestros docentes. Me parece que es la clave. Pensar y repensar estas políticas sirve para abonar y seguir construyendo una formación docente, que es muy buena en Argentina, pero que seguramente podría ser mucho mejor si partimos de las necesidades de los actores.



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