Alberto Farías Gramegna.
Por Alberto Farías Gramegna
“Una nueva investigación proporciona evidencia de que la voluntad de lastimar a otros para avanzar a sí mismo es la característica dominante que caracteriza a aquellos con niveles elevados de rasgos de la Tríada Oscura.” – Eric W. Dolan.
En su texto introductorio presentando a mi nuevo libro “El hombre de un solo libro; Creo luego existo” (2021) el colega, doctor Mariano Meseguer de Pedro de la Universidad de Murcia, España, nos dice que: “La llamada ´Triada oscura´, es un concepto descriptivo propuesto por los psicólogos Delroy L. Paulhus y Kevin M. Williams en el 2002. (The dark triad of personality: Narcissism, Machiavellianism and Psychopathy). Narcisismo, maquiavelismo y psicopatía, esto es, sobrevaloración de uno mismo, pragmatismo moral y manipulación interesada del otro. Tres rasgos que en Psicología históricamente se han tratado de forma separada. Los dos autores mencionados sugieren que pueden conformar ´ad hoc´ una negativa tríada ´oscura´ en el perfil de personalidad, de características ´malévolas´ e indeseadas ética y moralmente si acaso se manifiestan de forma conjunta. Complementariamente Scott B. Kaufman, introductor del concepto opuesto y complementario de ´Tríada luminosa´, kantismo, humanismo y fe en la Humanidad: esto es, racionalidad, sensibilidad y esperanza. Actitudes que dibujan, sin dudas, rasgos de personalidad muy diferentes.”
Esa oscura personalidad: psicopatía y poder
Tal vez el lector piense que el tema abordado es propio de situaciones personales vinculadas al interés de psiquiatras y psicólogos y alejadas de los problemas socioculturales y político-económicos cotidianos de las sociedades. Sin embargo, las actitudes de los sujetos con estos perfiles, en caso de ocupar roles institucionales de responsabilidad social, tienen una enorme incidencia negativa en la vida de las comunidades. En mi opinión, lo valioso del concepto de “triada oscura” reside en que, al aunar estas tres características psicológicas, (signos) cuando se hacen presentes como parte de la estructura de la personalidad, se identifica un “síndrome” específico que define una forma de ser, pensar y actuar para con los demás y el entorno. Veamos cada uno de los componentes mencionados que integran este síndrome.
1- El trastorno de personalidad narcisista se caracteriza básicamente por una percepción desmesurada, exagerada de la propia relevancia como persona. Al tiempo que se manifiesta por la necesidad compulsiva de ser atendido y admirado. La persona narcisista suele tener dificultades en sus relaciones sociales por su egocentrismo que provoca así una clara falta de empatía para con los otros. No escucha las necesidades de los demás, porque sólo se escucha a sí mismo.
2- El concepto de “maquiavelismo” deriva de la atribución ramplona y simplista a Nicolás Maquiavelo de unos principios pragmáticos y presuntamente amorales ínsitos en su tratado “El Príncipe” (Siglo XVI) y sintetizado en el axioma político “el fin justifica los medios”, frase erróneamente atribuida al filósofo italiano, ya que la escribió al pasar, de puño y letra, Napoleón Bonaparte en la última página del su ejemplar del libro de Maquiavelo, que seguramente devoraba con interés.
Más allá de esta advertencia anecdótica, puntualmente este concepto psicológico se refiere a un rasgo de la personalidad cuya característica central es que enfatiza como prioridad excluyente los intereses del individuo por sobre toda otra consideración de las consecuencias que pudiera causar a terceros. Es por eso tributario del narcisismo antes comentado. Así, el sujeto con este rasgo autocentrado en sí mismo, ve a los demás como meros instrumentos de sus intereses, como medios para el logro de sus objetivos, cualesquiera sean estos. Hay aquí una obvia falta de empatía con el otro, una ausencia en el proceso de identificación con el sentimiento ajeno, o si lo reconoce no impacta en su propia emocionalidad. Una de las consecuencias prácticas de este rasgo es sin duda la manipulación del otro, -característico de la conducta psicopática, que veremos enseguida- a veces hasta extremos rayanos con la explotación de la ingenuidad de terceros, la crueldad y o el sadismo. En general pareciera que este rasgo se acompaña con una actitud general de estilo retraído y astuto, con un alto componente especulativo y calculador.
3- Y el tercer rasgo exponencial que integra el síndrome analizado es como adelantamos, la “psicopatía”. En primer lugar, digamos que si bien en el lenguaje cotidiano muchas veces se habla también de “sociopatías” para referirse a comportamientos psicopáticos o psicopatoides, en general la mayoría de los investigadores diferencian ambos rasgos por un eventual origen del mismo: se vincula la psicopatía a un factor presuntamente innato y la sociopatía al resultado de un proceso vinculado al entorno socioeducativo. En rigor estas diferencias -salvo en casos muy específicos- suelen ser muy lábiles y se entrecruzan en el proceso evolutivo del sujeto que siempre es socio-bio-ambiental. Es decir que, en un enfoque dual, la psicopatía nos remitiría a una predisposición innata y la sociopatía a lo socialmente adquirido. Dualidad que al momento de analizar las consecuencias prácticas de ambos rasgos suelen imbricarse y confundirse.
Para algunos investigadores la estructura psicopática clásica (es decir no una actitud “psicopatoide” puntual y contingente) podría relacionarse con la fisiología de las diferencias cerebrales. Para decirlo más claro: algunos estudios parecieran mostrar una menor actividad (o una actividad diferenciada) de las áreas cerebrales responsables del control de impulsos, la tolerancia a la frustración y el equilibrio emocional en general. Por ejemplo, un estudio publicado hace una década en el Journal of Neuroscience (1) habría mostrado que los rasgos psicopáticos de los sujetos estudiados se vincularían con una “reducción” de la dinámica conectiva entre la corteza prefrontal (vinculada por ejemplo con el gesto empático o el sentimiento de culpa, etc.) y la amígdala (vinculada con el reconocimiento del miedo y la ansiedad, por ejemplo).
Ahora bien, tanto las psicopatías como la variedad sociopática comparten características centrales vinculadas a la interacción con el entorno social. El desprecio por los intereses de los demás, la manipulación de las interacciones personales y el engaño intencional, en un contexto que puede resultar seductor para el interlocutor ocasional.
Finalmente el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) de la Asociación de Psiquiatría Americana (APA) hace un inventario de las principales características de lo que denomina “personalidad antisocial”, donde entrarían tanto la psicopatía como las sociopatías: transgresión habitual de las leyes; tendencia a mentir y engañar; impulsividad y ausencia de planificación de expectativas; propensión al desafío y la confrontación; desestima de la seguridad e intereses de los demás; irresponsabilidad e incumplimiento de normas y deberes; ausencia de culpa y/o remordimiento.
Por sus actitudes los conoceréis
El popular cantautor catalán Joan Manuel Serrat, desde la poesía crítica, ha descripto muy bien el síndrome de la tríada oscura. En su tema clásico “Algo personal”, describe el comportamiento de aquellos sujetos que desde el poder social y político manipulan la vida de las personas del común: “Hombres de paja que usan la colonia y el honor para ocultar oscuras intenciones. Tienen doble vida, son sicarios del mal. Entre esos tipos y yo hay algo personal” (…) Y luego de inventariar prolijamente la conducta cínica e hipócrita de algunos sujetos que ubica aferrados crónicamente al tuétano del poder, concluye “Se agarran de los pelos , pero para no ensuciar van a cagar a casa de otra gente, y experimentan nuevos métodos de masacrar, sofisticados y a la vez convincentes…” Todo una prosopografía del sesgo de personalidad que estamos analizando.
Otro ejemplo, de entre tantos en la historia del cine y la literatura, lo podemos encontrar en el film de Byron Haskin “Too late for tears” (Demasiado tarde para lágrimas) (1949). Junto al siempre corporalmente severo Dan Duryea, la recordada Lizabeth Scott interpreta magistralmente al personaje de Jane Palmer, una mujer ambiciosa y alienada por la obsesión del dinero, que no duda en trasgredir la línea de lo legal, lo moral y lo ético hasta llegar a lo delictivo, manifestando un comportamiento esquizoide que disocia emoción, culpa y acción en una sucesión de hechos dramáticos que no podrá revertir. Atrapada en una continuación de actitudes extremas y desdichadas que la llevarán paradojalmente al mismo lugar existencial del que ha tratado de huir desde siempre, con un previsible trágico final. El personaje de Jane, en mi opinión, reúne claramente los tres sesgos de la personalidad oscura: narcisismo, maquiavelismo y psicopatía.
El mundo de la política, por sus características esenciales donde se aúna el poder y la demagogia para conservarlo, sea por la coacción, por ideología o a través de la mera propaganda, es un nicho ideal para el refugio de estas personalidades pragmáticas, manipuladoras y en otros casos crueles y violatorias de los más elementales derechos a la dignidad y la vida de los otros. Basta leer cada día las noticias del mundo y la actitud de los autócratas y déspotas de turno para comprobarlo.
Así como determinadas personalidades por sus características estructurales son más afines a adherir espontáneamente a ciertos relatos ideológicos y rechazar otros, los escenarios institucionales de la vida política, con sus intrigas de intereses de poder social, cultural y económico, atraen en especial a las personalidades oscuras, que se mueven a gusto en los resquicios discrecionales que ofrece toda administración pública burocrática. Se consolidan luego con frecuencia subculturas especulativas derivadas de las tres características tóxicas que hemos comentado: sobrevaloración de uno mismo, pragmatismo moral y manipulación interesada del otro, que al darse juntas perfilan como reza el subtítulo de esta nota, un síndrome de oscura personalidad.
(1) Ref; https://www.jneurosci.org/content/31/48/17348.short
Reduced Prefrontal Connectivity in Psychopathy by Julian C. Motzkin, Joseph P. Newman, Kent A. Kiehl and Michael Koenigs en Journal of Neuroscience 30 November 2011, 31 (48)