La “economía popular” y los extremos que se tocan
Por Jorge Raventos
Las palabras disparadas por la señora de Kirchner contra los movimientos sociales el Día de la Bandera, desde una tribuna facilitada por la CTA, no sólo subrayaron las diferencias que se despliegan en el seno de la coalición oficialista, sino que iluminaron curiosas coincidencias que atraviesan el abismo de la célebre grieta. “Las políticas sociales no pueden seguir tercerizadas -reclamó la vicepresidenta-, no se puede depender de un dirigente barrial que dé el alta y la baja”.
La vice se quejó de los planes sociales (“Yo quiero ser absolutamente sincera. Hay algo que va a haber que revisar porque con una desocupación del 7% deberíamos tener menos planes sociales”). El título “planes sociales” abarca para la vice no tanto a los subsidios de protección administrados por Anses (como la Asignación Universal por Hijo o Incluir Salud) sino a la ayuda que llega a emprendimientos y cooperativas laborales que constituyen la red de organizaciones de la economía popular.
Los planes llegan a millones de personas y contribuyen a mantener en la línea de flotación a numerosas familias. Suspender esa ayuda provocaría una catástrofe, coinciden expertos de entidades independientes como el Observatorio de la Deuda Social dependiente de la Universidad Católica o Unicef.
Los movimientos sociales
Los programas laborales contra los que embiste la vice son los asistidos por los movimientos sociales. Aunque no es un secreto la tensión existente entre el sector liderado por la vicepresidenta y organizaciones como el Movimiento Evita y sus aliados (que en la puja oficialista han sostenido posturas próximas al presidente Alberto Fernández y distantes del cristinismo) la metralla de la señora de Kirchner sorprendió por la naturaleza de su discurso.
Los movimientos sociales han sido tildados de “planeros” o de “gerenciadores de la pobreza” por los llamados halcones del macrismo pero ahora les ha tocado oír una melodía semejante interpretada no desde el otro borde de la grieta, sino desde un flanco del Frente de Todos.
En rigor, las palabras de la señora sonaban muy semejantes a las que poco tiempo atrás empleó el caudillo libertario Javier Milei al comentar el programa que elabora por si llega a alcanzar la presidencia del país: “Tendrías que organizar el tema de la asistencia social no con unos operadores políticos que te extorsionan un gobierno. Vos tenés que cambiar el formato de la organización, no dársela a punteros, si no que ese dinero lo maneje la gente que está más cerca de quienes lo necesiten, que son los intendentes. Si vos lo que tratás de hacer es darle contención a los que menos tienen, ¿quién mejor que el intendente que conoce el territorio?”.
En este aspecto Milei -como el kirchnerismo- piensa menos en la contención social que en la puja electoral y, como hace La Cámpora en el conurbano, corteja a aquellos a quienes les acredita control territorial en el denso conurbano (aunque no sea más que para que no hostiguen, y eventualmente alienten por motivos propios, la campaña de alguien capaz de recolectar votantes entre el público de Juntos).
Lo cierto es que, cada cual con sus propios objetivos, halcones, libertarios y cristinistas convergen en el castigo a los movimientos sociales.
“Ignoran el tema, están lejos de la gente”- respondió Fernando Chino Navarro, englobando a unos y otros en la réplica. Daniel Menéndez, referente de Barrios de Pie, opinó que “hay una mirada liberal en Cristina, me parece que le erró al enfoque. Se pasó de rosca. Lo que más dolió es que se ve una estigmatización”.
Juan Grabois advirtió que “la economía popular no es tercerización de facultades que antes ejercía maravillosamente el Estado sino creación heroica de los excluidos, donde el Estado solo llega en patrullero y el Mercado con descarte”. Esteban “Gringo” Castro, secretario general de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular, sostuvo: “Me formé en el peronismo y siempre aún siendo militante me llevó mucho tiempo comprender que vivimos en un capitalismo que no genera esas condiciones. Es muy difícil de comprender si no se comparte la vida con los movimientos populares y con los barrios”.
El movimiento Evita contestó orgánicamente en tono reflexivo: “Sería más productivo que discutamos cómo dotar de derechos, herramientas y créditos a la producción de las y los trabajadores textiles, los cartoneros y recicladores, las empresas recuperadas, los pequeños agricultores, los ladrilleros, las trabajadoras del cuidado, etc. A todos aquellos y aquellas que se organizan sin patrón y que trabajan todos los días con y sin un plan social”.
Economía social y el misterio del Capital
La aparición de la llamada economía popular no es una singularidad argentina, aunque en un país abonado por la experiencia peronista y la filosofía de la “comunidad organizada”, aquí alcanzó niveles mayores que en otras geografías.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) hace ya más de un lustro que se ocupa del tema. Una publicación de esa fuente (La economía social y solidaria y el futuro del trabajo, OIT, 2017) constata el menoscabo del “modelo social y económico que fue construido durante la segunda mitad del siglo XX. En particular, está cuestionando el papel del trabajo, especialmente en lo que respecta a garantizar un nivel de ingresos que pueda respaldar la creación de una clase media, y está haciendo que las políticas tradicionales de mano de obra y bienestar sean cada vez menos eficaces. Esta situación no sólo se debe a la crisis económica que ha afectado a gran parte de la economía mundial durante casi una década, sino también a factores estructurales de más largo plazo ligados tanto a la oferta como a la demanda de bienes y servicios”.
La economía social solidaria o economía popular, es una resultante de ese fenómeno. Ya a fines del siglo pasado, un gran estudioso latinoamericano, el peruano Hernando De Soto, puso el ojo sobre este fenómeno, lo estudió exhaustivamente y escribió libros de enorme interés y gran actualidad, como El Otro Camino y, sobre todo, El misterio del capital. En el prólogo a este último, el gran empresario y filántropo suizo Stephan Schmidheiny, resume uno de los interrogantes que movieron el estudio de De Soto: “¿Por qué en el mundo en vías de desarrollo las personas respetan contratos y honran compromisos en torno a la propiedad acordado por ellos y sus vecinos y a la vez no respetan aquellos que intentan imponerles sus gobiernos?”
El propio Schmideiny elige una respuesta: “Lo que dice De Soto en este libro es que la riqueza de las naciones dependerá en términos generales de la capacidad de sus líderes para crear órdenes legales que reflejen y articulen adecuadamente el contrato social de sus pueblos… Nos revela cuánto podemos aprender sobre el desarrollo cuando salimos a las calles donde vive y trabaja la gente de carne y hueso para encontrar aquellas leyes que ellas están dispuestas a obedecer sin que medie coerción… Las leyes que son creadoras de capital no se diferencian mucho del papel moneda: la gente tiene que creer en ellas antes de acatar su uso…”.
De Soto alude al tema con sus propias palabras: “La ceguera política consiste en ignorar que el crecimiento del sector extralegal y el colapso del orden legal en última instancia obedecen a un gigantesco movimiento de personas que se apartan de la vida organizada en pequeña escala y van en busca de una vida organizada en un contexto más amplio. Lo que no advierten los líderes nacionales es que las personas se organizan de modo espontáneo en grupos independientes extralegales hasta que el gobierno pueda aportar un sistema único de propiedad legal”.
La clamorosa anomalía de que la mitad de la fuerza de trabajo argentina esté ubicada en la llamada informalidad (es decir: sin protección legal, sin convenios, sin coberturas) no se resuelve con la lógica de Procusto ni con la idea de encajar a la fuerza lo que está afuera dentro de una forma que no funciona, en un “modelo menoscabado”, como constata el texto de la OIT. Por otra parte, como apunta De Soto en su libro, “no hay en el mundo muchos gobiernos en condiciones de competir con el poder extralegal”.
Movimientos sociales y “extralegalidad”
Se trata de “crear órdenes legales que reflejen y articulen adecuadamente el contrato social de los pueblos”. Y la lógica de la época con la que ese pueblo y el país deben convivir. El orden social integrador incluye el perfil de la integración en el mundo y, por lo tanto, de la cooperación y la competencia que esa integración determina.
Conviene apuntar que De Soto no es en modo alguno ni un populista ni un pensador de izquierda. Mario Vargas Llosa está entre sus amigos políticos. Liberal, es también un realista. Comprende el funcionamiento de la sociedad y el papel de los movimientos que organizan el progreso de los marginados.
“El sector extralegal -señala De Soto- es una zona de penumbra que comparte una larga frontera con el mundo legal, un lugar donde los individuos se refugian cuando el costo de obedecer la ley excede el beneficio de hacerlo”.
Si bien se mira, esa lógica permite comprender tanto la actividad de la economía popular y el gran emprendedurismo (a veces espontáneo, a menudo autoorganizado, en muchos casos mediado por la colaboración de organizaciones) con el que los más vulnerables y las clases medias más sumergidas se esfuerzan por sobrevivir, como la gimnasia de los (pequeños, medianos y mayores) ahorristas destinada a preservar sus activos del ataque de la inflación o de la presión asfixiante de normas y gravámenes sin contraprestación. La realidad es maestra de realismo.
En cuanto a las coincidencias paradójicas, no se reducen a las que hemos mencionado. Véase si no: el escándalo con que determinada progresía acogió la idea de Milei de liberar un mercado de compra y venta de órganos quizás no reparó en que el argumento del libertario (“Mi primera propiedad es mi cuerpo. ¿Por qué no voy a poder disponer de mi cuerpo?”) es el mismo que emplean la militancia feminista más extrema para defender el aborto: “Mi cuerpo es mío”. A menudo los extremos se tocan.
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