Mar del Plata es un “enclave gerontológico”
Más del 19 % de la población son adultos mayores. El envejecimiento de la población es una tendencia mundial. Mar del Plata está por encima de la media nacional (16 %). La profundización del fenómeno obliga a pensar políticas específicas para atender el cambio en el balance de ingresos/gastos y el acceso a servicios.
Nota publicada en mayo de 2014 y seleccionada para el Suplemento 117° aniversario de LA CAPITAL.
Por Claudia Roldós
El mundo está envejeciendo y Mar del Plata no es la excepción. A los factores comunes -menor tasa de nacimientos, mayor esperanza de vida- en nuestra ciudad se suma un tercero: es elegida por los adultos mayores como lugar de residencia a partir de la jubilación o el retiro.
Por eso, la población mayor de 60 años representa a nivel local el 19,15 % de la población total, casi dos puntos que la media nacional, del 16,4 %, según datos del Censo Nacional de Población 2010. En números absolutos, son 118.556 los mayores de 65 años en nuestra ciudad y, de ellos, 110.000 son asistidos por la obra social PAMI.
“Mar del Plata es un enclave gerontológico”, definió el director ejecutivo del PAMI, doctor Fernando Alí, quien señaló también que “ir creciendo en el ciclo de vida casi es sinónimo de tener PAMI” como cobertura de salud. Es que el PAMI atiende al 85 % de la población mayor de 60 años y menor de 80; en tanto, brinda servicio al 97 % de quienes tienen más de 85 años.
“La mayoría de la gente supone que ser viejo es casi sinónimo de vivir en un geriátrico” pero no por extendida esta consideración es correcta. Según datos del PAMI, solo el 1,5 de los mayores de 60 años vive en geriátricos.
Alí explicó que “tendemos a pensar que la persona que envejece es pasiva y debiese ir a un lugar donde la cuiden, pero esto entra en crisis con el planteo mundial y en PAMI también lo consideramos. Es que si bien en el ciclo vital uno se va fragilizando, esto no es sinónimo de discapacidad o pasividad. Hay que tener otros cuidados. Pero si las ciudades son habitables, si las calles son transitables, si hay red de vecinos, si la obra social da el servicio que tiene que dar, la persona mayor puede vivir en su ambiente el mayor tiempo posible”.
La internación geriátrica “debería ser el último recurso sobre una escala de atención que pasa de la vulnerabilidad a la dependencia, que empieza por asistir y modificar los lugares donde viven, con acompañantes, luego con asistencia a centros de día y, por último, la institucionalización, porque allí se pierde alguna libertad”.
En ese contexto, el referente consideró que el “desafío” de la comunidad es “ocuparse de los mayores” y plantear “si la persona mayor es activa, libre, con decisión sobre sus cosas o si pasa a ser ‘algo’ y los familiares tienen que decidir por ellos”. Los mayores son “titulares de derechos”. “La persona, hasta que sea declarada insana o falta de sus capacidades, puede decidir por sí misma y esto vale si tenés 100 años o si tenés 40 y es lo que tenemos que entender como sociedad”.
La soledad
Sí hay que tener en cuenta que los mayores son más “frágiles”. Y esa fragilidad puede tornarse en “vulnerabilidad” por distintos factores. Las personas mayores no son “un problema a resolver”, sino que son “parte de una situación compleja y deben ser parte de la discusión y la solución”, sostuvo el funcionario, quien además indicó que desde PAMI “trabajamos hacia adelante”.
“El lugar más peligroso de la casa es el baño”
Vivimos cada vez más y ni las casas ni las ciudades están adaptadas a las necesidades de las personas mayores. En el caso de Mar del Plata, el tema no es menor, dado que se trata de la segunda ciudad del país con mayor proporción de personas de más de 65 años, después de Buenos Aires.
LA CAPITAL consultó al arquitecto Juan Manuel Escudero, quien se ha dedicado a estudiar el tema de la accesibilidad y la adaptación de los lugares para que las personas mayores puedan moverse con mayor seguridad y evitar accidentes que puedan empeorar la calidad de vida.
En las casas o departamentos, hay algunas cuestiones básicas a tener en cuenta y que los especialistas recomiendan modificar. En tanto, en la calle, hay “barreras” y -lo que Escudero consideró más peligroso aún- “trampas” para la salud y la integridad física de los mayores y de las personas que tienen alguna discapacidad.
Según Escudero, en las casas, el lugar “más peligroso” es el baño y siempre recomienda realizar adaptaciones para hacerlo más seguro. Respecto de la calle, se refirió especialmente a las veredas en mal estado como verdaderas “trampas” y sobre el transporte público de pasajeros sostuvo que no tiene las condiciones necesarias para que los “viejos” puedan acceder a ellos.
“Hicimos un estudio entrevistando a cientos de personas para ver por qué se caían y vimos que en la casa el 60 % se cae por problemas de comportamiento. En cambio, en la calle se caen por causas ambientales”, contó el arquitecto.
Por eso, manifestó la importancia que tiene tomar conciencia de los cuidados que hay que tener y, reconoció, “es más difícil adaptar la mentalidad de la gente que los lugares”.
Recomendaciones
En referencia a los baños señaló que “una de las primeras recomendaciones es sacar la bañera. La gente se resiste, porque es un objeto de prestigio, pero hay que sacarla, poner piso antideslizante, al ras, con rejillas que no resbalan, sistemas que no salpican y eso es sencillo de hacer”, comentó. “Otra cosa importante es hacer que la puerta del baño se abra para afuera. Así se evita que uno no pueda abrir la puerta para entrar a ayudar en caso de un accidente”. “Se ha comprobado que la adaptación del baño ha contribuido a reducir las caídas en ese ambiente en un 60 %”, indicó.
Asimismo, en las casas es importante “sacar los muebles que tengan mucha altura para evitar que las personas se vean obligadas a subirse a banquitos o escaleritas para alcanzar los objetos”. También recomendó “poner cocinas eléctricas o con válvulas de seguridad, tener la cama un poco más alta para que se pueda sentar y parar más fácil así como los asientos, sillas, con posabrazos para que tenga de donde afirmarse al levantarse”. Consideró útil prescindir de alfombras en los pisos “porque son resbalosas y peligrosas, pueden hacer que uno se tropiece” y evitar la utilización de calzado o pantuflas que no sujeten el talón.
Sobre el transporte público de colectivos, refirió que “en Mar del Plata no hay colectivos de piso bajo para que pueda subir la gente que anda con bastón o que no puede elevar tanto las piernas”.
“Se ha resuelto la sobrevida, pero no se ha resuelto del todo la calidad de vida“, reflexionó Escudero, quien lleva más de veinte años investigando sobre este tema y que dirigió un grupo en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño.
El impacto económico sanitario
El abogado Lautaro Renati, magíster en Economía de la Salud y del Medicamento, profesor titular de Economía de la Salud de la Facultad de Medicina de la Universidad Fasta y miembro por Argentina del Comité de Agencias de Evaluaciones de Tecnologías Sanitarias, Encargados de la Política de la Salud y los contribuyentes del consorcio Ispor para América latina, analizó el impacto en el sistema de salud del envejecimiento de la población.
Según datos de Cepal, en América Latina, la esperanza de vida aumentó 22 años en los últimos cincuenta años; y en su población predominan actualmente los adultos en edad laboral y que tienen muchos menos hijos. La OMS, afirmó, establece que la esperanza de vida al nacer ha aumentado seis años a nivel mundial desde 1990.
“El establecimiento de políticas e instituciones adecuadas para adaptarse a los cambios demográficos será fundamental para salvaguardar el futuro social y económico de la región”, afirma Renati. En ese marco, se torna fundamental desarrollar una serie de políticas que respalden una vida larga y productiva para sus trabajadores, al tiempo que mantengan a los ancianos saludables y móviles todo el tiempo posible.
Por ejemplo, -señala- serán fundamentales los sistemas de atención sanitaria que puedan brindar a las personas de la tercera edad una vida sana y servicios de salud primarios adecuados. Esto es especialmente importante debido a que la diabetes, la obesidad, las dolencias cardíacas y otras enfermedades no transmisibles atacan predominantemente a los ciudadanos desde la mediana edad y pueden ser una fuente de dificultades financieras al verse obligadas a pagar su propio tratamiento.
“Retos significativos”
Renati señaló que “garantizar la seguridad económica de las personas de edad avanzada requiere aumentar la cobertura de la seguridad social de la fuerza de trabajo actual, frenando la tendencia a su estancamiento o descenso”.
“Se ha mejorado la esperanza de vida en la Argentina durante las últimas décadas. Sin embargo, nuestros mayores cuando llegan a la tercera edad se encuentran con una serie de dificultades importantes en materia de acceso y financiamiento del sector salud. Por el lado de las prepagas los alejan cobrando precios siderales; el Instituto de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados, que históricamente fue el que los cubría, tiende a disminuir su cobertura, dado que existen cada vez menos jubilados formalmente; las obras sociales no están muy interesadas en darles cobertura por el gasto de la persona de tercera edad y, finalmente, los mayores sin dinero y sin haber realizado los aportes terminan recalando en el sector público”.
Renati indicó que “el mensaje es que en el caso de los adultos mayores la única manera de poder controlar el gasto es gestionándolo, realizando un seguimiento más estricto del paciente, de tal manera que se invierta en contención, en prevención y promoción de la salud, en servicios sociales que permitirán ahorrar en las terapias y en procedimientos más complejos y costosos. Estos modelos son menos caros, permiten que todos puedan acceder y son más beneficiosos para el paciente. Se trata de algo simple pero no siempre fácil de realizar: cambiar el modelo prestador”.
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Volver la mirada hacia atrás para reflexionar y repensarnos. Hoy y de cara al futuro, me motivaron a elegir este informe que se publicó en dos partes, el 5 y el 29 de mayo de 2014, con la esperanza de que contagie una mirada proactiva y positiva hacia la vejez en vez de considerarla un estorbo. A ocho años de ese trabajo y a días de realizarse el censo que actualizará “la foto” de la composición sociodemográfica de Mar del Plata, las particularidades, las problemáticas, las necesidades y las alternativas de solución siguen teniendo la misma vigencia que entonces.
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