CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Cultura 17 de octubre de 2016

A doce años de la muerte del titiritero Matías Rodríguez

Por Luis Caro

El 10 de octubre del 2004 partió Matías Rodríguez, titiritero. Trabajamos juntos ocho años.

Las estadísticas domésticas dirán que hicimos unas 2.000 (dos mil) funciones de títeres con música en vivo y que nos vieron más de medio millón de pibes en escuelas públicas, de frontera, especiales, hogares de niños, hospitales, parajes rurales, cárceles, teatros, salas independientes, villas, parques públicos y festivales internacionales.

Donde más trabajábamos, en las escuelas públicas (década de los noventa), solamente el 23% de los espectadores pudieron aportar algo del derecho solicitado.

Subsidiábamos con nuestro trabajo al 77 % de los pibes.
La resistencia fue homérica.

Un Estado ausente, sin inversión y sin políticas culturales nos había condenado a todos a la misma suerte: la puta miseria.

De aquellos tiempos recuerdo, especialmente, una función en la escuela 25 del Puerto, en una Mar del Plata devastada que rondaba los 20 puntos de desocupación.

La hicimos en el patio, para toda la población. Eran 600 pibes en el turno de la mañana. Cuando íbamos a empezar la directora nos dijo que sólo habían juntado 19 pesos (con el aporte de unos 40 pibes) y que, en todo caso, podíamos desistir de realizar la función, sin imaginar que esa situación, para nosotros, era por demás frecuente.

Fue una fiesta, una de las más bellas actuaciones que hayamos tenido.

Quisiera recordarte así Matías, en ese instante mínimo en que se encendía la luz de la escena y jugábamos a ser felices.

No debo caer en la tentación de ponerme empalagoso, ni de reiterar cuanto se te extraña por estos mares.
Nada ni nadie más alejado que vos de la tristeza y de la muerte.

¡Salud hermano!

Gracias por toda la alegría y por habernos enseñado a reírnos de nosotros mismos.

Lucho, tu viejo partenaire.