“La Liga está en manos de una dirigencia que ya hace tiempo que está haciendo las cosas mal”
Entrevista con el campeón olímpico en Atenas 2004, Alejandro Montecchia. Cómo fue el día después de retirarse, el sello de la Generación Dorada y una abierta crítica para quienes tienen el manejo del básquetbol argentino.
Indicaciones específicas para una función que Alejandro Montecchia conoce a la perfección.
Por Marcelo Solari
Se retiró en 2009, luego de una prolífica y muy exitosa carrera deportiva como jugador. Es obvio que al base Alejandro Montecchia siempre se lo recordará por la asistencia para esa inolvidable palomita de Emanuel Ginóbili que marcó el inicio del camino dorado en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.
El “Puma” fue uno de los calificados entrenadores invitados para el campus de bases, capacitación bien específica dentro de los campamentos que ya son una marca registrada de Oscar “Huevo” Sánchez. En un alto de la intensa actividad en la Villa Marista, Montecchia le dedicó un extenso aparte a LA CAPITAL para la siguiente entrevista:
-¿Cómo te llevás con esa parte docente, para enseñar y transmitir de alguna forma todo lo que viviste desde la posición del base?
-Está buenísimo. No me siento un gran comunicador pero en este tipo de eventos me gusta hacerlo, me suelto e interactúo mucho con los chicos. Intento entablar una buena relación con ellos, divertirme y que también ellos la pasen bien. Y también de darles un poquito de lo que yo aprendí durante toda mi carrera. Estos campus están buenos porque los chicos pueden aprender sin dejar de divertirse, están contenidos en varias áreas. No me siento un formador, pero estoy apoyado con grandes entrenadores, como Oscar y Mariano Sánchez, que lo llevan en la sangre a eso de enseñar. Y también aprendo de ellos y de todos los entrenadores del staff.
-La mayoría de los jugadores sostienen que su mejor época fue dentro de la cancha, es decir, jugando. ¿Ahora te sentís más cerca del formador, del entrenador?
-Es difícil decirlo. Siempre me voy a sentir jugador. Me cuesta mucho estar del otro lado. Ya lo viví en Bahía Básket, como asistente técnico. Nunca me terminó de llenar. Por eso tampoco estoy involucrado. Es algo que sé que no va a cumplir con mis expectativas o, expresado de otra forma, no me va a hacer completamente feliz. Es más fácil jugar que dirigir desde afuera. Mucho más fácil. Es por eso que no tomo compromisos con ningún equipo.
-¿Cómo se hace para seguir ligado al básquet sin cumplir ninguna función determinada?
-Esto ayuda mucho. Estas invitaciones de “Huevo”, también hemos hecho algunas cosas con Rubén Magnano, con el Colo (Rubén) Wolkowyski, de manera esporádica. Y después, en Bahía Blanca, en mi club, Bahiense del Norte, voy de vez en cuando con algunas chicos a tirar al aro, a ayudarlos un poquito, pero sin el compromiso de ser un entrenador fijo, sin horarios. No es lo que yo quiero.
-Se sabe que es algo inevitable. ¿Te costó mucho tomar la decisión de dejar de jugar?
-La verdad es que no me costó. Pero cometí el error de no prepararme lo suficiente para el día después. Era una decisión que la venía considerando desde un año antes, por un tema familiar. Quería estar con mi viejo, que estaba mal de salud. El estaba en Bahía Blanca y yo estaba jugando en Regatas Corrientes. Quería estar cerca de él y eso me facilitó la decisión de dejar. Tal podría haber seguido jugando un par de años más (N. del R.: se retiró en 2009, a los 37 años). Insisto, no fue difícil decidirme a dejar de jugar, pero sí lo fue el día después. Un poco me salvó el proyecto de Pepe Sánchez con Bahía Básket, incluyéndome en el cuerpo técnico. Eso me mantuvo enfocado en algo y evitó que estuviera pensando qué hacer cuando ya no tenía que hacer lo que había hecho durante 20 años.
-De todas maneras, mirás hacia atrás y ves una carrera fantástica. ¿Superó tus expectativas?
-Sí, obvio. Soy un agradecido al básquet. Cumplí todos los sueños que tenía de chiquito e incluso, los superé. Coseché muchas amistades, conocí el mundo, jugué en la Selección, gané títulos y una medalla olímpica. Yo tenía el sueño de participar en los Juegos Olímpicos, pero ganar el oro, jamás lo hubiera imaginado.
-La Generación Dorada se fue despidiendo pero continúa la esencia, el espíritu de aquel grupo. ¿Cuál es la explicación?
-Creo que marcamos una manera de trabajar y de jugar que causó un gran impacto en el básquet, en los chicos, en los jóvenes. Esta nueva camada que está ahora en la Selección interactuó con varios de la Generación Dorada y vivieron en primera persona cómo se manejaban en todo sentido y los chicos fueron una esponja. Absorbieron esos conceptos y los tratan de aplicar en la Selección y en sus carreras también. El recambio es muy bueno. Siempre están saliendo jugadores en Argentina. Tampoco se pueden exigir resultados a cada rato. Los procesos llevan tiempo. Después de la Generación Dorada se volvió a jugar una final de mundo (China 2019), cuando la mayoría no lo esperaba. Y se logró. El trabajo en la Selección sigue estando en muy buenas manos. No desde la dirigencia. Eso es otra cosa. Pero juegan los jugadores. Y el argentino siempre tiene un plus dentro de la cancha que es reconocido en todo el mundo.
-Ya que lo mencionás, el básquet argentino tenía una oportunidad histórica. De un lado, la presencia de la Generación Dorada, con todo lo que significa, y del otro lado, lo que se votó. ¿Cuál es tu visión al respecto?
-Es complicado. Hablo por lo que he observado. Era algo que se veía venir y al final se concretó. En estos momentos todo el básquet argentino está en manos de una sola persona, es la que mueve todo y, lamentablemente, está haciendo las cosas mal. Está a la vista. Es todo muy difícil. Se pide que algunos integrantes de la Generación Dorada se involucren, pero es meterse en una zona donde esta gente que entra con poder se siente cómoda manejándose sin honestidad. Si uno se involucra, se ensucia. O lo ensucian. Y no estamos para eso, sino para disfrutar de nuestras familias y de aportar en lo que una pueda. Tal vez suena un poco egoísta, pero es muy duro.
-¿Es como pelear en desventaja?
-Siempre. Esta gente se sabe manejar en ese ambiente, en ese terreno. Y nosotros no. Estaríamos desbordados por muchas cosas que no sabemos cómo manejar.
-Sos un producto genuino de la Liga Nacional, que supo tener años gloriosos en todo sentido. ¿Ha retrocedido nuestra competencia?
-Sí, seguro. La Liga está en manos de una dirigencia que ya hace tiempo que está haciendo las cosas mal, que después tuvo acceso a la Confederación y ahora es la dueña del básquetbol argentino. Nuestro apoyo a la Liga siempre está y va a estar. Y jugadores van a seguir saliendo. Tal vez no convoca a la gente como lo hacía antes, porque esos cambios que se hicieron no favorecen al espectáculo y el público no se siente atraída para verlo.
-Más allá de ese logro mayúsculo del oro olímpico, ¿cuál considerás que fue tu mejor etapa como jugador?
-(Piensa). La etapa de la Selección fue algo espectacular. Donde más disfruté jugar. También coincidió con la etapa en la que jugué en Europa y para mí fue muy productiva porque progresé mucho como jugador. Pero la etapa en la Liga Nacional no la puedo dejar atrás. Fue mi sueño de chico. Llegar a la Liga, jugar, salir campeón. Destacarme allí me dio la posibilidad de dar el salto a Europa. De todo rescato algo. Disfruté muchísimo en todos lados. Jugar el básquet para mí siempre fue un disfrute.
-¿Seguís la Liga Nacional?
-Poco. Salvo algún equipo que me interese por amistad con algún técnico o un jugador, la sigo poquito. Veo más NBA que la Liga.
-La Liga solía tener jugadores convocantes por varios motivos. Por liderazgo, historia, capacidad, explosión. ¿Viste a alguno/s que te haya/n llamado la atención?
-Sí, hay determinados casos puntuales. Lo que se ha perdido mucho es el referente de cada equipo. Los jugadores cambian de camiseta constantemente y salvo Paolo Quinteros, que está en Regatas Corrientes hace como 10 temporadas, no hay un jugador emblemático de algún equipo que sea convocante y referente. Las figuras van cambiando de equipo y se pierde ese sentido de pertenencia.
-La Liga que vos jugaste era más romántica en ese sentido…
-Exacto. Sí, totalmente. Teníamos a Milanesio, Osella, Pichi Campana en Atenas. Y había varios equipos con dos o tres jugadores reconocidos a los que el público de cada lugar seguía en todos los partidos.
-Bahía Blanca y Mar del Plata han sido históricamente dos plazas muy fuertes de la Liga Nacional. Hoy cuesta mucho conservar ese rasgo. ¿Es parte del proceso de degradación de la competencia?
-Creo que va más allá de un determinado equipo o una determinada ciudad. En Bahía Blanca, por caso, se fue perdiendo el entusiasmo por la Liga. No sé si es el cambio de la sociedad o qué. Antes, la pasión por el básquet era muy grande. De hecho se juega mucho, el torneo local es muy fuerte, pero no hay una identificación a nivel nacional con un equipo. Al principio de Bahía Básket, la gente respondió. Jugaba “Pepe” (Sánchez), jugaba (Juan Alberto) Espil, que eran como imanes. Pero después perdió esa pasión que el bahiense siempre tuvo por ir a ver espectáculos de básquet. Hubo muchos cambios en la sociedad en los últimos años. La gente tiene otras distracciones y el básquet ya no es el espectáculo que todo el mundo quería ir a ver.
-¿La ausencia de clásicos rivales también influye?
-(Duda) No sé. Puede ser. Me parece que influye pero no es tan determinante. En una época jugó Estudiantes y Olimpo ya no estaba. Y la cancha se llenaba igual. La gente iba a ver a Estudiantes, pero también a los grandes rivales que llegaban a Bahía Blanca. Eso se ha perdido un poquito.
-¿Cuál es el clásico de los clásicos históricos de la Liga?
-Uy, qué dificil. Es una buena pregunta. Creo que hubo épocas. Peñarol-Quilmes, por supuesto. Estudiantes-Olimpo, también. En un momento, entre Atenas y Olimpia de Venado Tuerto había una rivalidad muy fuerte. Independiente-Pico Football Club. Ahora sería Quimsa-Olímpico. Y creo que casi siempre, Atenas fue un clásico para la mayoría, para cualquier equipo. ¡Por algo es el histórico de la Liga!
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