La satisfacción del deber cumplido
Por Walter Vargas
La cosecha de la Selección Argentina desde 2019 a nuestros días es de una virtuosa magnitud que inspira ganas de congelar el tiempo, pero como además de imposible congelar el tiempo no es deseable, lo justo es hacer las cuentas que haya que hacer, dar a Lionel Scaloni y al equipo lo que sea menester, mirar hacia adelante y esbozar las primeras especulaciones de cara al Mundial de Qatar.
Admitámoslo: en medio del trauma post papelonesco paso por el Mundial de Rusia, la patria futbolera sufrió la soberana indigestión de un cóctel de incertidumbre y desánimo.
Un plantel desgastado, más bien toda una generación desgastada, con el mejor jugador del planeta a la cabeza, un vacío en la dirección técnica con muchos postulantes y por h o por b ninguno con asidero firme de desembarco y una dirigencia en su habitual limbo de “lo atamos con alambre”.
En ese contexto sombrío, ¿quién hubiera imaginado que un entrenador novato, para peor llegado por caminos brumosos, iba a ser capaz de saldar cuentas con el pasado, alumbrar presentes venturosos y perfilar futuros de cielos límpidos?
Que levanten la mano los profetas de Scaloni.
Pues bien: lo genuino, justo y plausible de estos días es hacer el inventario de la cosecha de Scaloni.
Por ver: afrontó la renovación compelida y hasta suplicada por tirios y troyanos, que ahí ya tenemos un universo en sí mismo.
Asomaba difícil, muy difícil, desafiar al meneado fantasma de “los amigos de Leo Messi”.
Y vaya si lo hizo: en tiempo y forma, con fundamentaciones tácitas y flamantes nombres propios que en su inapelable mayoría han dado la talla.
Con la renovación depurada y consumada, Scaloni hizo cartón lleno: estrechó filas con los jugadores en torno de una juramentación implícita de la cancha para afuera y explícita de la cancha para adentro, donde un invicto de 31 partidos se expresaron en la conquista de la Copa América (¡contra Brasil y en el Maracaná!) y unas Eliminatorias a puro desfile, con 13 puntos de ventaja sobre el cuarto de clasificación directa y 15 puntos de ventaja sobre el quinto de repechaje.
Los logros, los trofeos y los aplausos ya están a buen recaudo.
¿Y ahora?
Ahora, hasta donde sabemos y avizoramos horizonte, hay plantel, equipo y legítimas aspiraciones de llegar a Qatar sin prepotencia, pero tampoco sin pedir clemencia.
Como postulan más de cuatro exitistas, ¿las aprensiones y las precauciones acerca de los rivales europeos que podrían ser un duro escollo en Qatar son construidas de forma artificial o sobredimensionadas?
Para nada: ahí están los registros históricos, los que constan en actas.
Desde 1990 hasta 2018, la Selección Argentina cayó cuatro veces con Alemania (finales de los Mundiales de 1990 y 2014 y cuartos de final en 2006 y 2010), en 1994 perdió con Bulgaria y quedó eliminada con Rumania, en 1998 fue eliminada por Holanda (hoy Países Bajos), en 2002 perdió con Inglaterra y fue eliminada por Suecia y en 2018 perdió con Croacia y fue eliminada por Francia.
Por supuesto que en forma proporcional la albiceleste será mirada con respeto y valoración por los cucos europeos, pero esa será otra historia de la que ya nos encargaremos.
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