Es un problema de veredas, no de nombres propios. Es una cuestión de ideas, no de protagonistas individuales.
La Selección Argentina, ante todo, no se sabe a que juega. Pero, por lo pronto, se aferra a un tacticismo que lejos de darle funcionamiento, la sumerge en una permanente confusión.
Al fútbol no se juega así. Sin el objetivo principal de pasar la pelota. Esta vez estuvo Ever Banega, ignorado en el partido en Lima, pero no jugó en la función que tenía con Gerardo Martino, la de enlace entre líneas, la del pasador para los delanteros. Y, para colmo, fue reemplazado por Pratto. Se chocaron los atacantes, no tuvieron nadie más que les pasara la pelota. Y se terminó a centro limpio ante defensores paraguayos, especialistas si los hay en la cuestión. Y con Mascherano como lanzador.
La Selección sigue siendo un equipo peligrosamente cortado al medio. Se insiste con el dibujo, el número telefónico del 4-2-3-1, y así queda más lejos el camino del talento colectivo para reemplazar la supremacía del talento individual que puede aflorar cuando está Messi. Eso no siempre ocurre, no está garantizado, Messi también necesita un equipo y ser decisivo en momentos claves, pero hoy, sin Lío y sin un plan, el futuro es incierto.
Hay dos pecados originales, el corte de la continuidad de Gerardo Martino, por la desidia de la Comisión “DESnormalizadora” de la AFA, y la elección de Edgardo Bauza como entrenador, “tacticismo al palo” que, paradojicamente, no deriva en una idea. Con Martino sí había una hoja de ruta, más allá de que también cometió errores en las dos finales consecutivas a las que sí llegó en el último año largo la Selección.
Pero hoy está Bauza. Y la Selección está más que nunca en zona de riesgo en el nuevo formato de las eliminatorias tras esta vergonzoza (por las formas) derrota ante Paraguay en el Kempes.
Para colmo vienen Brasil y Colombia, nada menos. Pero vuelve Messi, para tratar de hacer Lío. Es justo y necesario. Otra vez toda la carga será para él, como la que le endosaron en los últimos años los “sí messistas”, lo que le dieron las responsabilidad de conducir cuando todavía no estaba preparado para ello y había otros jugadores en condiciones de hacerlo. Hoy Messi tiene que hacer todo. Pero la carga se hace cada vez más pesada. Más sí se elige el modelo equivocado.
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