De Allende a Boric: la nueva izquierda chilena o posible fin de la transición
El presidente electo comenzó su camino hacia La Moneda a raíz del estallido social que en 2019 llevó a miles de jóvenes como él a pedir reformas políticas y justicia social.
Gabriel Boric.
Por Javier Martín
SANTIAGO DE CHILE.- El líder progresista Gabriel Boric asume este viernes la presidencia de Chile en medio de un debate sobre si su ascensión supone la continuidad del camino cercenado con la muerte de Salvador Allende o el inicio del fin del largo proceso de transición desde la dictadura.
Quienes defienden la primera tesis insisten en los paralelismos entre ambos políticos: Allende llegó al poder en noviembre de 1970 como líder de la coalición progresista Unidad Popular, integrada por los partidos Socialista, Comunista, Radical, Socialdemócrata y los izquierdistas MAPU y API.
Acumulaba experiencia y esfuerzo: tres derrotas electorales y una habilidad innata para convencer a aquellos que observaban su liderazgo con reticencia.
Pero, sobre todo, concitaba el temor y la animadversión de la derecha, que desde el mismo día de su victoria electoral maniobró para apartarle del palacio de La Moneda: asesinatos, complots y otras acciones subversivas con el Ejército como protagonista, la economía como arma arrojadiza y Estados Unidos como socio capitalista.
Eran tiempos de la Guerra Fría, y en el Despacho Oval el presidente Richard Nixon y su principal asesor, el confabulador Henry Kissinger, equiparaban a Allende con otros líderes de la órbita comunista, como Fidel Castro, aunque su programa tendía más hacia la socialdemocracia.
“No es posible explicar los tempranos fracasos del gobierno de la Unidad Popular ni el eventual quiebre de la democracia chilena inculpando a uno u otro lado de por la destrucción del sistema”, explica el académico Arturo Valenzuela.
“Debe entenderse como el fracaso del intento por estructurar un centro político viable en una sociedad altamente polarizada, con fuertes tendencias centrífugas”, agrega el profesor, uno de los grandes expertos mundiales en el golpe de estado que llevó al poder al general Augusto Pinochet.
Una nueva izquierda
Es en este punto donde aquellos que defienden la segunda tesis neutralizan los paralelismos y ven en Gabriel Boric un hombre con fuertes convicciones progresistas, pero un talante pragmático que se ha acentuado en los últimos meses, el baluarte que puede cerrar la transición democrática desde un nuevo concepto de izquierda chilena.
Bregado en los movimientos estudiantiles, Boric comenzó su camino hacia La Moneda a raíz del estallido social que en 2019 llevó a miles de jóvenes como él a pedir reformas políticas y justicia social en un país donde el neoliberalismo había exacerbado las diferencias financieras.
Con un discurso directo y bien articulado, cimentado en la igualdad, la ecología y el feminismo, y adaptado a las ambiciones y los lenguajes de las nuevas generaciones con las que se identifica, el futuro presidente logró primero elevarse como líder del llamado Frente Amplio.
Una colación de partidos de izquierda similar a la que lideró Allende, en la que también participa el satanizado partido comunista.
Y después, ganar las elecciones, pasar al balotaje y derrotar en esa segunda vuelta al ultraconservador José Antonio Kast, líder de una derecha radicalizada que ve en Boric la estampa rediviva de Allende y la sombra del comunismo de los setenta, aunque haga décadas que se desheló la Guerra Fría.
“El comunismo es, por así decirlo, el “miembro fantasma” de la crisis actual. A quien más le duele su ausencia es a esas derechas radicalizadas, populistas en el discurso, elitistas en el bolsillo, que consideran “comunista” el control de los precios de los alquileres y la existencia de hospitales públicos”, explica el filósofo español Santiago Alba Rico.
Pragmatismo como antídoto
Frente a ello, y al contrario que algunos movimientos similares en Europa como el liderado en España por el exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, Boric optó en la segunda vuelta por una moderación del discurso que le permitió proyectarse al centro, aventar con ello los espectros y ganar los comicios con la mayor diferencia de la historia chilena.
No significa que esos fantasmas de la polarización del ayer se hayan desvanecido. Numerosos expertos coinciden en apuntar que pululan por los clubes más elitistas del país, expectantes ante un futuro en el que no creen.
Y prestos a intervenir, pese a que las nuevas generaciones parecen mostrar el mismo deseo de avanzar para dejar atrás, solo como recordatorio en los libros de historia, tanto el quiebre de la democracia como los negros y sangrientos años de una de las peores dictaduras de América.
“El triunfo de Boric marcó el fin de un ciclo”, explicaba semanas atrás en un largo artículo Javier Castillo, profesor de Sociología de la Universidad Nacional Andrés Bello, de Chile, antes de destacar que será el primer gobernante que “no procede del tronco de la ya difunta Concertación ni de los partidos de la derecha tradicional”.
Un político pragmático, cuya trayectoria ha demostrado que “va hacia donde cree que se encuentra la posibilidad de construir las mayorías necesarias”, señalaba.
EFE.
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