Es que la cocaína es un “veneno”
Por Juan Alberto Yaria (*)
“…tres pacientes fueron dados de alta luego de la intoxicación de cocaína adulterada (se salvaron) fueron a su casa y volvieron a consumir, están internados otra vez…” (Crónica periodística de lo sucedido en el episodio de la cocaína adulterada).
Un consumidor inveterado de cocaína necesita cuidados por mucho tiempo porque perdió la conciencia de sí; ellos al borde la muerte y salvados vuelven a consumir. La compulsión y la esclavitud triunfa en cerebros deteriorados ya. El cerebro de una persona consumidora dependiente de cocaína está dominado en sus estructuras más finas y solo está vigente el impulso a consumir. Es un “dominado esclavo” que ha perdido la libertad.
La cocaína envenenada tapa el verdadero problema que se niega en nuestras tierras de que “la cocaína es en sí misma un veneno, que desnaturaliza la vida, destruye el cerebro, la personalidad y finalmente lleva a la demencia”.
La cocaína se ha “naturalizado” en el llamado “consumo recreativo” a través de una fina tarea de “neuromarketing” que llevó a la aceptación social cancelando todo discurso preventivo, la detección precoz y limitando enormemente las posibilidades asistenciales (desde 2010 resulta casi imposible abrir centros asistenciales lo cual resulta una paradoja como rostro de una “fina” eutanasia para aquellos que tienen daños serios de todo tipo como causa la cocaína).
Lo políticamente correcto es la “naturalización” del consumo como tarea cultural que desde hace años impera en la Argentina y con la cultura de la cancelación a todo otro discurso, como puede ser el preventivo-asistencial a través de la participación de actores sociales privilegiados, red de escuelas, líderes sociales, escuelas y asociaciones de padres, redes universitarias, centros de prevención laboral, etcétera, tomando como base al municipio y generando redes de orientación a padres , docentes y consumidores en gradientes de mínima a máxima complejidad hasta llegar a situaciones más claras de deterioro neuro-psiquiátrico con comunidades terapéuticas y centros de desintoxicación.
La validez de la reducción de la prevalencia del consumo deriva de generar un sistema inmunológico preventivo, social, educativo y masivo. Así como tenemos un sistema inmunológico que nos defiende de los virus y bacterias es necesario un sistema inmunológico social: una cultura centrada en la salud.
Cultura preventiva versus cultura propiciatoria del consumo; he ahí la clave. Para lo primero hay que trabajar mucho, mientras que para lo segundo hay que dejar que sucedan las cosas y que la ignorancia se disfrace de libertad supuesta mientras el esclavo va avanzado en su alienación (adicción significa “esclavitud”).
Ese discurso que en una de sus partes se basa en el daño que hacen las drogas como argumento de salud queda invalidado como represor y atentaría a la libertad de los usuarios. Usuarios que terminan siendo esclavos dependientes. Es defender la libertad de los futuros esclavos.
Historias vivas
Carlos es un paciente que me manda un video a las cinco de la mañana manejando a 260 kilómetros por hora. El velocímetro marcaba ese destino suicida en horas de la noche por la Panamericana. La cocaína marcaba ese ritmo frenético hacia la “locura” en donde las consecuencias estaban fuera de todo análisis ya que primaba la omnipotencia y la impulsividad. Me pedía ayuda quizás en un último acto desesperado.
Oscar es salvado por el SAME y un servicio médico lo “resucita” luego de una sobredosis después de cinco días de droga entre mujeres y “morbo”. Lo salva que alguien llamó al servicio de emergencias.
Luis le robó a un familiar una cantidad de dinero y luego con sus conocimientos de informática “hackea” cuentas de conocidos y todo va para el consumo de cocaína que es “voraz”, delatando su necesidad de “comerse a sí mismo”; se salva de la cárcel porque un familiar lo trae la institución.
Podría seguir citando historias de destrucción, pero que hoy son de vida, porque recibieron tratamiento a la cual lleva ese “veneno” que llamamos cocaína. ¿Qué es? Un tónico de la omnipotencia, un alimento perverso de la Egolatría que nos aleja de nuestro si mismo más profundo y de los otros; maniobra perfecta de desvinculación de nosotros mismos y de los demás.
Pero la omnipotencia cautiva e inaugura, así, un cautiverio; todo es ilusorio ya que está a merced de una sustancia tóxica (tóxico deriva de “toxon” y quiere decir veneno) encerrado entre compulsiones y abstinencias, la reiteración es su meta y como en los alcohólicos, una copa es mucha y 100 son pocas.
F. Dostoievski en su obra “El jugador” (descripción de un adicto al juego) da una valoración clara de este sometimiento: “Si pudiera dominarme durante una hora, sería capaz de cambiar mi destino”.
La captura del placer, la moral y el pensamiento
Placer, moral y pensamiento son atributos específicos del Homo Sapiens. El placer deriva de un sistema cerebral muy complejo que se llama sistema de recompensa que es el centro de la motivación a través de sistemas químicos llamados neurotransmisores y uno de ellos es fundamental y se llama dopamina vinculada también a la memoria y la motricidad. La cocaína aviva todo este sistema capturándolo y a todo lo que tiene que ver con los motivadores naturales: sexo, deporte, juegos, etc.
La vida se encierra en el evento del consumo. El “flash” cautiva e inicia el cautiverio. La droga libera más dopamina que cualquier otra actividad.
Además, queda averiada lo que hoy se denomina la red neuro-moral del cerebro y posibilita respuestas emocionales que pueden dar lugar a hacer daño a los demás y realizar conductas antisociales.
Así se habla de psicopatías adquiridas por deterioro de las estructuras más evolucionadas del cerebro. La corteza prefrontal (diferencia sustancial con los simios) resulta dañada que es la que interviene en las emociones prosociales, de vinculo social, el contacto con si mismo y con la empatía.
Queda entonces atrapado en la compulsión irrefrenable y así va transformándose en un perdedor permanente de vínculos, dinero, trabajo, contactos, etc. Ya el pensamiento deja de funcionar y queda sometido a lo irrefrenable; van surgiendo recaídas y un deterioro que lo van llevando a una enfermedad crónica, progresiva y terminal. Se acabo el pensamiento y triunfa el automatismo.
Placer en cautiverio hacia el solo el evento central del consumo, único objetivo del día; red neuro-moral averiada con actos antisociales por deterioro del cerebro (infartos en áreas del sistema nervioso, hemorragias, etc.) con la zona prefrontal ejes de la empatía y de la autoconciencia en deterioro; y por ultimo el pensamiento degradado en automatismo.
En esto estamos, mientras tanto, proclamemos la vida ante la ante la apología del suicidio disfraz de una eutanasia social.
(*) Director General Gradiva-Rehabilitación en adicciones
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