Bruselas crea “incubadoras” para que sus negocios sobrevivan a los alquileres
Locales a bajo precio, financiados con dinero público, y que ofrecen un refugio temporal para aquellos comerciantes que no pueden hacer frente a los altos costos de un alquiler.
Interior de una "incubadora de empresa" en Bruselas con la que cuentan los emprendedores para sobrevivir a los altos alquileres. Foto: EFE | Leo Rodríguez.
Por Bruno Fortea Miras
BRUSELAS, Bélgica.- Para sobrevivir a los altos alquileres y esquivar el bache de la pandemia, emprendedores de Bruselas tienen la opción de instalarse en un “albergue español” o “incubadora de empresa”: locales a bajo precio, financiados con dinero público, y que ofrecen un refugio temporal para aquellos comerciantes que algún día esperan volar por si solos.
Durante tres meses, en estos locales conocidos como “l’auberge espagnole” -una expresión francesa para referirse a un sitio en el que se puede encontrar de todo y a todo el mundo- estos emprendedores cuentan con una tienda física para vender sus productos, después de haber asistido previamente a unas clases de orientación laboral, donde reciben formación en materia de mercadotecnia, diseño y comercio digital.
Aún así, no todos los candidatos logran acceder a la iniciativa, ya que el gobierno regional de Bruselas, el principal impulsor del proyecto, solo dispone de cuatro locales en toda la capital belga, por los que pide 350 euros mensuales con gastos incluidos por unos cien metros cuadrados, lejos de los 700 u 800 que se pueden llegar a pagar por el mismo espacio en determinados barrios.
“Vimos que muchos comerciantes estaban alquilando espacios caros y sin tener la seguridad de que aquella zona era la idónea para que su producto funcionara. Y así, esta iniciativa surgió para limitar al máximo los riesgos”, explica la responsable del proyecto, Manon Ferrière, en declaraciones a EFE.
Detalla que, desde que el proyecto arrancó en 2016, primero con dos locales y ahora con cuatro, hasta 18 de los 26 distintos vendedores que han pasado por las “incubadoras de empresas” han podido salir adelante con sus negocios después de los tres meses del período de prueba.
“Cuando una experiencia es exitosa, tenemos a un equipo de expertos que ayuda al vendedor a implementar su proyecto. Con ellos hablará de estrategia, de cuál es la mejor zona para instalarse… Y también lo ayudarán a encontrar un nuevo espacio. Por lo tanto, existe un seguimiento”, asegura Ferrière.
Según ella, la media de edad de los emprendedores que se han acogido a la iniciativa es “más bien joven”, de gente que “se lanza por completo a un nuevo proyecto laboral”, y destaca que, hasta ahora, ha habido más mujeres que hombres.
Ahora mismo, las cuatro “incubadoras comerciales” de Bruselas acogen a negocios muy distintos, pero unidos por su carácter ético y sostenible: desde un bazar de productos bereberes, hasta una tienda de muebles, pasando por una boutique de vinos y una de calcetines.
Precisamente, este último negocio está regentado por Manuela d’Almeida, una portuguesa afincada en Bélgica, que buscaba para su comercio un concepto vinculado a su país de origen, y es por lo que terminó eligiendo el textil luso, de reconocido prestigio mundial.
“Un día estaba en Portugal, vi una tienda de calcetines y pensé: ¿por qué no hay tiendas de calcetines en Bruselas? Allí hace frío. Si esto en Portugal, que es un lugar cálido, funciona… Y creí que podía ser una buena idea, pienso que es original”, explicó a EFE.
Manuela afirma que el negocio le ha salido “rentable” durante su estancia en la “incubadora”, que ha coincidido con la campaña de Navidad, y pretende instalarse en un nuevo local tras la prueba piloto, aunque admite, eso sí, que tiene dudas sobre la zona donde establecerse.
En cualquier caso, asegura que este tipo de comercio es viable, pese a que la gente no siempre se lo crea: “La semana pasada fui a la doctora y me preguntó que a qué me dedicaba. Le dije que tenía una tienda de calcetines y, como mi francés todavía no es perfecto, ella me corrigió. Preguntó si era una zapatería, y yo le dije que no. Que tengo una tienda solo de calcetines. Existen y funcionan”, asevera.
Con estas buenas sensaciones, Manuela pondrá fin a su estancia en la “incubadora” la semana que viene, cuando le dará el relevo del local a una mujer que, durante otros tres meses, pondrá a prueba su proyecto de una tienda de productos cosméticos marroquíes.
En cuestión de dos días, los calcetines darán paso a las cremas y a las lociones, y es por ello que los organizadores del proyecto decidieron bautizar a estas tiendas con el nombre de “auberges espagnoles” (posadas o albergues españoles), que fue también el título de una película francesa de 2002, que tuvo mucho éxito en Bélgica.
El film narra las aventuras de unos estudiantes universitarios de Erasmus en Barcelona que viven en un piso compartido, donde todo el rato entra y sale gente distinta, algo parecido a lo que pasa, precisamente, en las “incubadoras comerciales” de Bruselas.
(*): EFE.