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Opinión 13 de enero de 2022

El asesinato de la curiosidad

Por Mónica E. López

 

La curiosidad es un gran motor, una capacidad que nace con nosotros y se desarrolla en las diferentes etapas de la vida hasta que se convierte en una forma de saber y de relacionarse con el conocimiento. La curiosidad vista como un deseo “insaciable” de conocer, toma una gran importancia en la educación de nuestros chicos, pues es una de las condiciones previas de la actitud creativa.

La forma en que respondemos a la curiosidad infantil hará que avance y fructifique o muera asesinada y se transforme en desinterés por el conocimiento. Los riesgos de las respuestas llenas de lugares comunes o el predominio de contestaciones rígidas y simplificadas son muchos: niños acostumbrados a entender borrosamente o chicos que aceptan la falta de argumentos con naturalidad y que vemos con frecuencia en las aulas.

El delicado crecimiento de una curiosidad viva se tejerá entre el respeto a sí mismo y a los demás. Creo que esos son los límites que tenemos que estimular para no dejar que se ahogue el maravilloso interés de nuestros niñas y niñas por temor al ridículo o por miedo a no ser como todos. Y entonces sí, en ese juego de libertad genuina, nuestros chicos podrán ampliar de a poco el universo de sus preguntas, abrirse a búsquedas que incluyan al error y disfrutar también de las múltiples respuestas que da el arte. Como en esta magnífica definición de Jairo Aníbal Niño que
puede satisfacer al más curioso entre los curiosos: ¿Qué es el gato? El gato es una gota de tigre.