Arman colección de huesos humanos que ayudará a identificar restos NN y resolver casos forenses
Tiene como finalidad contribuir a la investigación forense, esclarecer hallazgos de restos humanos y participar en la búsqueda de personas desaparecidas con sospecha de estar fallecidas.
Por Analía Giménez
Profesionales nucleados en la Universidad Nacional de Cuyo (Uncuyo) crearon la primera osteoteca del oeste argentino, una colección de huesos humanos donados por cementerios mendocinos, que sometidos a modernas metodologías de investigación ayudarán a identificar restos NN y a resolver casos forenses.
“Los huesos hablan”, afirmó a Télam la arqueóloga Daniela Mansegosa, a cargo de la oesteoteca junto a su colega Sebastián Giannotti.
La profesional detalló que “se pueden reproducir e interpretar señales óseas que nos marcan la historia de un individuo, no solamente si fue hombre o mujer, sino el perfil osteobiográfico como estatura, nutrición, calidad de vida, y hasta si realizó actividades físicas que dejan marcas a nivel esquelético”.
La colección de la osteoteca, a cargo del equipo de Arqueología y Antropología Forense de la Facultad de Filosofía y Letras de la Uncuyo, tiene como finalidad contribuir a la investigación forense en Mendoza, esclarecer hallazgos de restos humanos y participar en la búsqueda de personas desaparecidas con sospecha de estar fallecidas.
El trabajo contempla aplicar la bioarqueología -que proporciona herramientas teóricas y metodológicas- “para hacer investigación aplicada a problemáticas sociales actuales”, añadió.
Los esqueletos humanos de la colección, donados por cementerios locales, permiten desarrollar métodos propios para la identificación de restos NN en las investigaciones judiciales forenses.
La osteoteca tiene la particularidad de ser una colección documentada, “es decir que cuenta con mucha información fehaciente ya que al proceder del cementerio, se conoce el sexo, la edad del individuo, fecha de nacimiento y fallecimiento, lugar de residencia y en algunos casos las causas de muerte”.
“Sobre todo está muy bien documentada la parte contextual, es decir qué tipos de sedimentos y características ambientales tenía la sepultura, qué vestimenta y en qué condiciones, qué tipo de ataúd se utilizó y otras informaciones que le van dando características tafonómicas particulares a cada entierro”, explicó Mansegosa a Télam.
En ese sentido, detalló que es importante conocer “muy bien” la historia del individuo en vida con documentación a partir de estos registros del cementerio y la disponible en el Registro Civil.
A partir de la integración de esta colección osteológica, el equipo de expertos está avanzando en tres líneas de investigación con la validación de métodos propios para estimar sexo y edad en los procesos de identificación de restos óseos NN en causas judiciales.
“Se ha detectado que en el mundo existe una enorme diversidad en términos biológicos que responde a muchos factores: genéticos, culturales, estilos de vida, entre otros. Esto hace que la expresión en nuestros huesos, entre una persona que vive en Corea del Sur y una que vive en Brasil, en Portugal o Estados Unidos, sea muy diferente”, dijo Mansegosa.
Y no solo la estatura y la masa corporal, sino las características propias.
“La pelvis de una mujer en China es muy diferente a la de una mujer en Argentina”, ejemplificó.
Tafonomía forense
Por otro lado, los profesionales están incursionando en tafonomía forense, la disciplina que analiza los procesos que ocurren durante la descomposición de cadáveres.
Para ello, trabajan con entomólogos (especialistas en insectos) del Conicet en Mendoza que estudian la fauna cadavérica para reconstruir “intervalos post mortem” que permiten saber fechas o rangos de días que transcurrieron desde el fallecimiento de una persona hasta el hallazgo de sus restos.
La tercera línea de investigación del equipo de la Facultad es mejorar la búsqueda de personas en contextos de fosas clandestinas, como parte de un proyecto en conjunto con el Instituto Universitario de Seguridad Pública (IUSP).
“Queremos desarrollar modelos experimentales con el uso de los perros de la División de Canes de la Policía de Mendoza, un área que está muy poco explorada. La idea es utilizar muestras de la osteoteca para potenciar la capacidad de identificación por parte de los perros, sobre todo restos óseos con tejidos, algo que siempre resulta complejo y tiene una altísima demanda en las causas judiciales de la provincia”, amplió Mansegosa.
En este aspecto, también realizan estudios geofísicos del sedimento en los suelos, un aspecto clave a la hora de determinar si un cadáver fue “plantado” en el lugar donde se encontró.
En estos casos, colaboran geólogos y antropólogos forenses de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), quienes analizan el fósforo que queda fijado en el sedimento luego del proceso de descomposición cadavérica de un cuerpo.
Se trata de una herramienta muy útil, especialmente ante hipótesis de traslados de cadáveres dónde el fósforo puede ser un indicio para localizar fosas clandestinas de inhumación.
“Entonces la osteoteca es el epicentro de toda esa información que se está generando”, cerró Giannotti.
Una colección de 111 esqueletos de todas las edades
Es la más grande fuera de Buenos Aires, donde existen seis, mientras otras dos se están poniendo en marcha en Córdoba y Río Negro.
En el proceso de incorporación de los esqueletos “se cumplieron con todas las reglamentaciones vigentes y con el marco ético que establecen organismos internacionales en el campo de la antropología biológica”, según detallaron a Télam sus organizadores.
Se trata de sepulturas vencidas que, luego de comunicaciones a los familiares, los cementerios tienen la potestad de trasladar o cremar para aumentar el espacio disponible.
“Lo que nosotros hacemos es interferir en ese proceso, antes de su destrucción total, para recuperarlos con fines científicos y forenses”, explicó la arqueóloga Daniela Mansegosa, a cargo de la oesteoteca junto a su colega Sebastián Giannotti.
Ambos profesionales trabajan desde 2018 junto al Ministerio Público Fiscal (MPF) en investigaciones judiciales que requieren la identificación de restos humanos.
Pero además, la osteoteca de la Uncuyo tiene también un objetivo patrimonial.
“Hay que pensar que tal vez los cementerios no tienen una visión desde el punto de vista de la conservación de algo que en definitiva es un patrimonio cultural de la toda la sociedad. Nuestros muertos, en sus huesos, nos hablan. Los huesos se pueden leer y se tienen que interpretar, y en este sentido la información que tienen es verdaderamente un patrimonio cultural mendocino enorme. Entonces la idea de esta colección es ser un reservorio patrimonial”, completó Giannoti.
El proyecto contó con apoyo financiero de la Secretaría de Investigación, Internacionales y Posgrado (SIIP) de Uncuyo y el aval institucional de la Facultad de Filosofía y Letras y del Cuerpo Médico Forense y Criminalístico.
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