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La Zona 27 de febrero de 2016

Bunge, el visionario que hizo realidad su sueño de crear Pinamar

Su proyecto original estaba pensado para Claromecó, a fines de los años 20. Sin embargo, el tren se lo impidió. Y de la nada creó uno de los balnearios más populares de la costa atlántica.

por Alejandro San Martín

Jorge Bunge tuvo un sueño, una idea de crear sobre un páramo de médanos un balneario para el disfrute de los argentinos, proyecto que por su tenacidad y creatividad pudo ver plasmado en lo que hoy es Pinamar; no sin esfuerzo ni sacrificios, pero con un objetivo claro porque, como contó su nieta, Elsa Shaw de Canale, “era un visionario en todo sentido”.
Uno de los salones del Hotel Playas, el primer edificio de gran porte que se erigió en la ciudad que ideó Jorge Bunge -antiguamente llamado Pinamar-, fue el marco de una enriquecedora charla con la agencia Télam donde la nieta del pionero relató la aventura que significó la creación de un balneario a partir de la nada misma.
“Mi abuelo fue el primer urbanista argentino. Becado en Alemania hizo en aquel país las carreras de arquitectura y urbanismo, y después vino acá y aplicó todos sus conocimientos”, dijo, con la naturalidad que imprime haber sido parte de una historia familiar.
A pesar de tener apenas 11 años cunado murió Bunge, en 1961, Elsa Shaw y sus ocho hermanos recibieron por tradición oral las aventuras de su abuelo y fueron testigos de la popularidad que tomó Pinamar de la mano de su madre, Cecilia Bunge de Shaw, única hija del pionero.
La historia no hubiese sido la misma si a fines de los años 20 el ferrocarril hubiese llegado hasta el balneario de Claromecó (lo que nunca sucedió), lugar donde Bunge pensó originalmente su proyecto, y que sí pudo encontrar en esa zona donde llegaba el tren de Madariaga para sacar arena.
En ese lugar de arenas infinitas con el océano como único testigo, Bunge delineó las bases de su aventura, con planificación y con conceptos estilísticos únicos, basados en su idea de que había que construir respetando la topografía del lugar.
“El trabajo fue arduo y muchas veces ingrato. Buscaban de las partes más bajas de donde sacaban plantitas que usaban de diferentes maneras para fijar los médanos. Sacaban de un lado y los ponían contra el mar para después poner los pinitos. Después venían sudestadas que sacaban todo y se volvían a poner una y otra vez, a veces hasta en tres oportunidades, hasta que se fijaron los médanos. El tenía la experiencia de Héctor Guerrero que tenía tierra y médanos, pero acá lo que no teníamos era tierra”, relató.
Una relación familiar con Guerrero hizo que Bunge conociera lo que hoy es Pinamar, y fue con Valeria Guerrero con quien se asoció a fines de la década del treinta -40% para ella y 60% para Bunge, quien tenía el Know Howw y el dinero- para hacer su proyecto sobre turismo puesto que Mar del Plata ya estaba creciendo mucho y muchos iban a pasar sus vacaciones a Uruguay.
“Entonces empezaron así a trabajar. Hacer una ciudad implicaba mucho, por lo pronto la vivienda para la gente que trabajaba. Cualquier persona que venía se la tomaba”, agregó la descendiente de Bunge.
“Primero eran carromatos donde vivían todos, hasta mi abuelo, que estaba cerca donde estuvo hasta hace un poco el vivero, sobre Bunge ante de llegar a intermédanos, porque había que hacer las plantas de los pinos. No había nada más que cada tanto unos bajos y médanos, algunos muy altos, pero había que hacer caminos, construcciones, poner agua”, precisó.
De hecho, el primer tanque de agua, motor de luz y hasta matadero, porque no había heladeras, estaban ubicados en el actual Playas hotel.
Después de cinco años de trabajo, Bunge comenzó a vender los terrenos ofreciendo más una idea que una realidad todavía tangible, y por su convicción, tenacidad y la confianza que generaba, tuvo respuesta positiva por parte de mucha gente, a pesar de que alguna tenía la sensación de que nunca se cumpliría con ese sueño fantástico.
“Se había comprado un micro y traía gente los fines de semana; los alojaba -había traído su chef y su ama de llaves para que sea el primer gerente del hotel-, y les mostraba el vivero, los pocos caminitos que había, los pinitos bien chiquitos y así vendía los primeros terrenos. Era muy convincente y además, los primeros años a los que construían las casas cuando las terminaban dejaban de pagar los terrenos”, detalló.

Foto: Secretaría de Turismo de Pinamar.

Foto: Secretaría de Turismo de Pinamar.

Muchas fueron las innovaciones, como de plantar los pinos desde la playa hacia el interior -Héctor Guerrero había hecho a la inversa en lo que hoy es Cariló- y desdeñar el tradicional diseño de cuadrícula que estaba impuesto por ley desde tiempos de la colonia, y que él mismo se encargó de hacer el trabajo para que sea derogada en la provincia de Buenos Aires en 1945.
“Enseguida empezó con la cancha de golf; primero eran tres hoyos, después cancha de paleta, cancha de tenias y un muelle -buscaba actividades para todos los gustos-, después la iglesia y el centro comercial; una proveeduría que funcionaba en el hotel, donde también estuvo el primer teléfono, el primer cine, y hasta el primer baile”, recordó.
Tanto trabajo permitió que hoy en día Pinamar sea uno de los centros turísticos de excelencia de la costa atlántica, y el legado del visionario y soñador siga vigente en sus descendientes y en todos aquellos que confiaron y continúan como accionista de Pinamar S.A.

Télam.