Apichatpong Weerasethakul y cómo lo simbólico también puede ser político
El cineasta participó virtualmente del Festival de Cine. En un encuentro en vivo, el celebrado director independiente tailandés habló de su última película pero, sobre todo, de su forma experimental y sensible de hacer cine.
“El cine es vida comprimida con todos los recuerdos que allí se guardan”, definió el cineasta Apichatpong Weerasethakul, en la “Charla con Maestros” que protagonizó en un vivo virtual en el marco del 36° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Desde su hogar en Tailandia, el celebrado director independiente habló sobre su última película, “Memoria”, que se exhibió en esta edición del festival -y que viene de ganar el premio del jurado del Festival de Cannes- y, sobre todo, de su forma experimental y sensible de hacer cine.
Sueño y vigilia son claves en Weerasethakul, al igual que el uso del sonido y la conexión con las emociones que busca generar, más allá de la historia que cuenta en sus películas.
Desde su “Mysterious Object at Noon” hasta la celebrada “Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives”, la obra de Weerasethakul es extensa e incluye largos, cortos, ficciones, documentales, experimentos y videoinstalaciones que lo han convertido en un referente de lo que podría ser el cine en el futuro.
Sobre la memoria, el tema del filme que protagoniza su amiga Tilda Swinton, el realizador celebró que tenga tanto peso en Latinoamérica, que se preserve, incluso desde el Estado. “En Tailandia no tenemos eso, el Estado censura la memoria aún hoy”, reconoció.
En cuanto al ambiente onírico de su arte definió que “cuando uno trata de conectarse con uno mismo y con otros, uno está divagando con la ensoñación y con el apego al pasado. A veces sentimos que no pertenecemos a un lugar o a nuestro propio cuerpo y eso es muy real y demostrado científicamente”. Por ello vincula con imágenes y sonidos esa búsqueda en la naturaleza y la llegada a un río, donde todo se detiene.
En “Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives” la memoria cambia de rol, porque refiere a vidas pasadas, a la reencarnación. Sobre eso indicó que “hay muchas historias de gente que dice recordar sus vidas pasadas. Podría suceder pero no creo en eso ahora. Yo entiendo que la reencarnación puede ser vista de muchas formas. Estamos en transformación constante, es una forma de ver la reencarnación. Y en esta película, puede ser vista como la muerte del cine porque es un homenaje a muchos estilos de cine que ya no se hacen”.
Por otra parte vinculó el folklore tailandés presente en toda su obra con el folklore existente en Memoria, filmada tan lejos de su país.
“Fue instintivo, lo anterior era mi realidad, en Tailandia creemos en lo invisible y que lo invisible existe. Aunque soy escéptico, la cultura en la que me formé es muy fuerte y lo llevo conmigo. En Latinoamérica tienen creencias similares y esto me hizo sentir muy cómodo”, definió el autor que utilizó el lenguaje (el español) “como si fuera música”, por tratarse de un idioma que no conocía y no sabía cómo utilizar naturalmente.
“Dormir es una forma de protesta”
“Dormir es una forma de protesta, de escapar, de no estar”, aseveró durante la charla, moderada por Cecilia Barrionuevo, directora artística del Festival.
El director definió su forma de expresión como “simbólica, metafórica” y consideró que “un cine ligado al cine también puede ser político, yo prefiero lo simbólico y es generacional, lo valoro mucho porque es la forma con la que marcamos nuestra propia época. Las generaciones más jóvenes no lo hacen así, son más directos”, definió.
Tanto en su cine como en sus instalaciones, el sueño, la vigilia, los recuerdos, la memoria, son centrales aunque abordados de distinta forma.
En una instalación que realizó en Rotterdam, creó un Hotel en la que las personas duermen en el mismo espacio. “Me fasciné por observar a la gente dormir. Es un estado muy vulnerable de las personas y conecta con el cine, cuando soñamos, cuando vemos películas. Siento que el cine puede ser una experiencia protectora y poder dormir con la luz y el sonido que te llevan a un viaje literalmente es una suerte de experimento”.
“Joe” como lo conocen en el ambiente, reconoció que “hacer arte hoy, en Tailandia es complicado, sobre todo sin acudir a las grandes plataformas de streaming”, no solo por “la situación global que se profundiza al ser un país pequeño, con un idioma particular”.
En tanto a nivel interno “siendo un país conservador hay muchos tabúes para mostrar escenas sexuales -no así con la violencia- y con respecto a la autoridad. Hay una percepción tácita de no mostrar la corrupción de las autoridades aunque se sabe que lo son. Y el mayor tabú es la monarquía. Con el paso de los años tratamos de hablar de estos temas de distintas maneras”.
Esa visión y esa sensibilidad lo llevaron a tomar su cámara y registrar la protesta que, en medio de la pandemia se dio en su país. “Yo había perdido la esperanza en mi país, por ello había ido a buscar inspiración afuera, a Colombia, pero este año fue diferente porque hubo un levantamiento de mi pueblo, una protesta para legitimar ciertas cuestiones de reforma de la monarquía y el ejército. Fui a trabajar a esa protesta desde las artes visuales porque es algo muy local, que no se puede hacer en el cine. Las artes visuales me permiten expresarme de otra forma, tratar de acostumbrarme a los ojos de la cámara, encontrar la belleza de los encuadres, por eso hago estos trabajos tan personales”.