El drama de la inmigración que aqueja al mundo
Foto: EFE
Por Alejandro Itkin*
La globalización no es nueva. Tal vez la digital sí, pero no estamos descubriendo nada diciendo que los pueblos han sufrido históricamente guerras, dictaduras, hambrunas, crisis económicas y persecución política generando hordas de gente escapando entendiblemente del horror, en busca de mejores horizontes.
A diferencia de la generación de nuestros abuelos, hoy el drama de la inmigración afecta no solo al migrante, sino también a la sociedad adonde migra.
Los traumas más importantes de los últimos años se han dado en Europa, donde cientos de miles de inmigrantes llegan en barco desde África y países musulmanes, trayendo consigo un índice de criminalidad que no era habitual en esos países. Pero Europa no tiene la exclusividad en cuanto a resentimiento inmigratorio. Lo mismo pasa en Estados Unidos, México, Argentina y otras naciones. Cito a modo de ejemplo:
Alemania recibió 1 millón de inmigrantes africanos y musulmanes en 2015. El 31 de Diciembre de ese año, durante hubo 1200 casos de abuso sexual en masa contra mujeres alemanas de parte de inmigrantes. Reportes policiales indicaban que llevados a cabo por “africanos de norte”, “árabes” y “gente de tez oscura”, según declaraciones de algunas de las víctimas. Los ataques ocurrieron en simultáneamente en ciudades como Colonia, Stuttgart, Hamburgo y Frankfurt bajo la excusa que “en sus países, dicho abuso sexual era normal”. El caso fue comparado con lo ocurrido en Egipto durante las protestas de Tahir Square del 2005 y 2013 donde jóvenes egipcios aprovechaban las manifestaciones políticas para abusar sexualmente de las mujeres.
Suecia es el país europeo que más inmigrantes asiló por cada millón de habitantes. Un estudio de USA indica que Suecia es el país más amigable para los inmigrantes, pero la extrañez del idioma, la falta de educación y preparación y la dificultad para asimilarse ha generado un incremento sideral en el índice de criminalidad, siendo la violación y los robos los que más han aumentado.
Grecia con sus 227 islas es la principal entrada a Europa desde el Norte de Africa (Libia y Egipto) y el medio oriente (Irak, Siria y Afganistán). La ciudad de Atenas está atestada de refugios de inmigrantes provenientes de dichos países. Durante un tiempo edificios completos en Atenas han sido ilegalmente tomados por inmigrantes sin posibilidad de ser evacuados. Dichas tomas duraron hasta que la sociedad votó un gobierno de derecha que evacuó por la fuerza, llevándose a los inmigrantes a refugios específicos afuera de la ciudad. Digamos cárceles menos rigurosas.
Finalmente los países de la Comunidad Europea terminaron forzando a Grecia, a base de miles de millones de dólares, a cerrar las fronteras con Turquía y no dejar ingresar más inmigrantes de los países en guerra del Medio Oriente.
Estados Unidos ha recibido la inmigración mexicana por décadas, a la que luego se le sumó la de varios países de Centroamérica como Salvador, Honduras y Nicaragua. Hay imágenes en los que cientos de inmigrantes ingresaban corriendo por la autopista que une Tijuana con San Diego. Muchos arriesgan su vida e invierten miles de dólares en mano de coyotes para poder ingresar ilegalmente a vivir el “sueño americano”.
La comunidad latina de Estados Unidos es la primera minoría, con mayor población aún que la Afroamericana. Dicha inmigración latina es tan fuerte y pujante que han encumbrado a varios gobernadores, alcaldes e incluso diputados y senadores. Si bien se conoce a la población latina como una comunidad trabajadora, el discurso anti inmigratorio de Donald Trump lo llevó a la presidencia con la promesa de la construcción de un muro que bordearía todo el límite entre USA y México.
Todo el mundo sabe que la construcción de dicho muro es imposible por la extensión territorial (más de 3000kms), pero sus votantes compraron basados en el discurso que los latinos son peligrosos y le quitan trabajos a los americanos. De hecho, muchas estadísticas en el país del norte indican que en 100 años habrá más latinos que blancos, algo que aterra a los nacionalistas y los no tantos.
Nuestro país tampoco está exento de este problema. Argentina ha recibido grandes masas inmigratorias de Bolivia, Perú, Paraguay y Venezuela generando descontento en la sociedad por la quita de puestos laborales a ciudadanos argentinos y el ingreso de droga y criminalidad. Las voces en Argentina son cada vez más resonantes sobre que hacer con los inmigrantes ilegales y si se los debe deportar o no. Por ahora, los problemas económicos del país tapan cualquier discusión al respecto, pero el sentimiento está siempre presente.
En resumen, muchas sociedades receptoras de inmigrantes están sufriendo un descontento del cual no saben cómo escapar. Tal vez esta sea la razón por la que muchos gobiernos de derecha anti inmigratorios estén triunfando en Europa y que Gran Bretaña haya votado a favor del Brexit. De hecho, de no haber sido por el incremento de la inmigración y la falta de fronteras con Europa, el Brexit nunca hubiera sido puesto sobre la mesa de discusión.
Hoy el nacionalismo europeo, con todos los malos recuerdos que nos pueda traer de la WWII, tiene un resurgimiento frente a la creciente inmigración africana y musulmana de los últimos años. Incluso los partidos liberales se han visto desbordados y faltos de respuestas ante estadísticas inequívocas sobre el aumento de la criminalidad. Una vez instalado ese virus, y con la alta tasa de natalidad que las comunidades musulmanas y africanas tienen, el temor de perder control de su propio país y su identidad es cada vez más real. Hoy, los alcaldes de Londres y Rotterdam son de origen musulmán, una posición ganada con absoluto mérito democrático, pero totalmente impensado hace 20 años.
No existe país en Europa donde la inmigración no sea un tema de debate y la posición de cada candidato político en su país es tenida en cuenta antes de cada elección. Lo mismo viene ocurriendo en Estados Unidos y esta última elección entre Biden y Trump no ha sido la excepción.
La globalización ha despertado a muchas sociedades postergadas que hay un mundo mejor afuera, y la inmigración mundial está lejos de ser controlada. Por el contrario, cada conflicto en un país genera la necesidad de abandonar posiciones y escapar. De hecho, las imágenes que recorrieron el mundo de hombres y mujeres arriesgando su vida para escapar al suplicio Talibán, o los balseros cubanos, son solamente un recordatorio de que el ser humano prefiere morir por su libertad antes que ser víctima de un régimen autoritario.
Hoy el debate se centra en, ¿cuánto es el límite que pueden absorber los países sin perder su identidad en pos de una supuesta humanización de las victimas que, en muchos casos, luego se convierten en los propios victimarios de las sociedades que cooptan?
En muchos países, el debate electoral pasa por ahí. Nosotros todavía estamos peleándole a la inflación.
(*) Analista político internacional
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