“Al final toda literatura y toda escritura tratan de lo que vale un cuerpo”
Belén Gopegui, autora de "El comité de a noche"
Temas clave en la narrativa de esta autora española aparecen esbozados en su flamante novela: el contrapoder, la insurrección silenciosa y la articulación contra un planeta vigilado.
En “El comité de la noche”, la escritora española Belén Gopegui -bajo la excusa de una trama de espionaje policial que involucra el tráfico de sangre y la disputa entre multinacionales- retoma algunos tópicos de su narrativa: una insurrección silenciosa, una articulación contra un planeta vigilado (un contrapoder) capaz de combinar estrategias a corto y largo plazo con el objeto infinito de componer un modo común de resistir y de vivir aprovechando la soberbia de un sistema totalizador que no cesa de asesinar, corromper y hacer agua.
El libro, publicado por Random House, es la continuación lógica, si se quiere, de su novela anterior, “Acceso no autorizado”, en la cual un thriller digital daba pie a una reflexión sobre el estatuto del poder contemporáneo, del capitalismo contemporáneo y de su pretensión hegemónica.
Gopegui nació en Madrid en 1963. Estudió Derecho y publicó, entre otras novelas, “La escala de los mapas”, “Tocarnos la cara”, “La conquista del aire”, “Lo real”, “El lado frío de la almohada”, “El padre de Blancanieves” y “Deseo de ser punk”.
-En principio, ¿pueden conectarse “El comité de la noche” con “Acceso no autorizado”? Si esto es así, ¿cuáles, en tu opinión, serían esos puntos de contacto?
-Los dos títulos remiten al secreto de algún modo. Las novelas son muy diferentes, en el tono, en la voz y las voces que narran. Pero hay una voluntad común de por así decirlo, contraataque.
-En la novela quedan sembrados una multiplicidad de indicios entre ese comité nocturno y el Comité Invisible? ¿Esto es así? ¿Conocés los trabajos que publicó el Comité Invisible?
-Conozco los trabajos, sí, y los respeto, encuentro en ellos fogonazos de lucidez perfecta y también material para pensar y discutir. El título de mi novela viene, sin embargo, de un poema de la gran poeta Olga Novo. La idea de organizarse en común y sin dar demasiadas pistas atraviesa miles de historias.
-Como sea, ¿cuál pensás que podría ser el aporte de la literatura a una insurrección del tipo de la que ese grupo plantea? Lo pregunto porque en la organización que aparece en la novela esta discusión -en otros términos- también se manifiesta.
-La acción social de la literatura es siempre la acción social de las personas que leen literatura, lo cual suele limitarla mucho. No obstante, en la medida en que el mundo no está dividido en compartimentos estancos, no parece que haya nada que pueda no tener consecuencias. Curiosamente tanto en ese grupo como en mis novelas y en muchas otras que se quieren de intervención surge la misma contradicción inevitable: querer contar mediante las palabras que no basta con las palabras, que las palabras solas se desvanecen.
-Y de modo más general, ¿cómo pensar una “acción social” de la literatura en el mundo contemporáneo? ¿Estaría restringida sólo a la forma?
-El viejo debate de la forma y contenido creo que ya murió; la forma es un orden, pero un orden de algo. La acción social de un texto la concibo como desviaciones y tachaduras que impugnen la inercia de algunos valores literarios patéticos, asumidos. Lo que después suceda ya no será obra del texto solamente.
-En este caso se trata del tráfico de sangre, de órganos, de cuerpos. ¿Ese “tema” se impuso por casualidad o hay un intento de promover una discusión al respecto más amplia, que suponga también la cuestión de los refugiados en Europa?
-Supongo que al final toda literatura y toda escritura tratan de lo que vale un cuerpo.
-¿Cuál es tu opinión, si la tenés, sobre el supuesto agotamiento de la forma-partido y de sus institutos (estado, sindicatos, etc.) en el capitalismo global, y cuál sería la importancia, si la tuviera, de la revolución digital en ese estado de las cosas?
-El capitalismo global ejerce su poder también de forma local. No se trata de un poder organizado sino anárquico, como lo describía Einstein hace años y citaba recientemente Michel Collon: “El aguijón de la ganancia -decía Einstein- en conjunción con la competencia entre los capitalistas es responsable de la inestabilidad en la acumulación y utilización del capital que conduce a depresiones económicas”. Esto no ha cambiado, y precisamente porque ese poder es anárquico y enfrenta a unos capitalistas contra otros ha sido posible durante siglos atacar algunos de sus puntos débiles, conseguir algunas conquistas. La revolución digital está ahora en manos de ese capitalismo global aunque haya algunas vías, pocas, de ataque. Desde mi punto de vista hoy convendría trabajar en estrategias que imaginasen no solo mañanas sino pasados mañanas, en todos los órdenes: íntimos, nacionales, internacionales.