Antjie Krog: “El poder político pasó a los negros y el económico permanece en los blancos”
Fue testigo de los relatos sobre discriminación racial que contaban represores y víctimas del Apartheid de Sudáfrica. Presentó en Argentina el libro "País de mi calavera". "Hubo que reconocer y decir que se mató a muchísimas personas para mantener a los blancos en el poder y eso fue muy importante", dijo la autora.
La escritora y periodista sudafricana Antjie Krog, que participó de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) que escuchó los testimonios de las 20 mil víctimas de segregación racial y unos ocho mil represores en el marco de la caída del Apartheid en Sudáfrica, presentó “País de mi calavera” en la Argentina, una crónica sobre las violaciones a los derechos humanos escuchadas durante ese proceso.
Editado por la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) en el marco de la cátedra Literaturas del Sur que dirige el Nobel John Maxwell Coetzee, el libro rescata testimonios ofrecidos ante esa comisión y recopilados por Krog durante meses de trabajo, mientras el pueblo africano escuchaba en vivo y en directo los relatos de opresores y oprimidos a fin de dar con datos como la ubicación de fosas comunes.
La comisión se creó en 1992, en el marco de un proceso de desarticulación del Apartheid que se extendió cuatro años, entre 1990 con la liberación del Nobel de la Paz Nelson Mandela (1918-2013), preso 27 años por su lucha contra la segregación racial, hasta 1994, cuando Mandela ganó la presidencia en las primeras elecciones plurirraciales.
El propósito de la comisión fue reestablecer los Derechos Humanos; resarcir a los damnificados; y amnistiar a los perpetradores a cambio de información siempre y cuando reconocieran públicamente, frente a sus familias y las de las víctimas, lo que hicieron y prometieran no volver a hacerlo.
Krog es hija de escritores afrikaners, herederos de los colonos de origen holandés, alemán y francés que combatieron al Reino Unido por la ocupación de las repúblicas de Transvaal y Orange en el interior de Sudáfrica.
Son esos colonos, de los que desciende Krog, quienes en 1948 accedieron al poder y crearon el Apartheid, un sistema que legalizó las prácticas racistas que hace más de un siglo se aplicaban en el país.
Nacida en 1952 en Orange, bastión cultural afrikaner, Krog forma parte de la narrativa antisegregacionista de su país como la adolescente que reclamó una convivencia pacífica de negros y blancos, términos que reiterará en su conversación con Télam cada vez que se refiera a unos u otros en su país.
La académica, poeta y periodista -ella tradujo al afrikaners la biografía de Mandela- perdura en la memoria colectiva de Sudáfrica como la joven que con 17 años “escandalizó a su gente cuando publicó los versos ‘Dame una tierra donde los blancos y los negros mano a mano/ puedan traer paz y amor a su tierra'”.
-Antes de “País de mi calavera” usted publicó varios poemarios. ¿Cómo afectó a su obra ese personal testimonio de lo que escuchó y vivió en la CVR?
-Toda mi vida cambió tras cubrir ese proceso como periodista porque por primera vez las víctimas hablaron de lo que les ocurrió durante el Apartheid y no solamente las víctimas conocidas, gente iletrada contó su historia. Y también los perpetradores, los que apretaban el gatillo. Y en sus ojos, en su manera de contar, en la mirada de sus familiares, me di cuenta del precio real que tenía eso, porque para conseguir la amnistía tenían que decir lo que hicieron y que no iban a hacerlo más, pasar de la crueldad a la vergüenza. Ese fue el precio de nuestra narrativa como país y de la libertad que hoy tenemos.
-¿Cuál fue el aporte de este trabajo a la reconstrucción de las identidades colectiva e individual sudafricanas?
-Las audiencias que empezaban a las nueve de la mañana y terminaban a las cinco de la tarde trajeron mucha verdad: hubo que reconocer y decir que se mató a muchísimas personas para mantener a los blancos en el poder y eso fue muy importante. La reconstrucción identitaria es difícil. Si bien los negros tenían que redefinirse a sí mismos, al comienzo la gente quería volver a los posicionamientos anteriores, aún sin darse cuenta, y 24 años después los blancos dicen ‘el Apartheid era malo pero mirá ahora con los negros en el poder, la corrupción cómo está y sigue habiendo pobres’; y los negros dicen ‘nada está funcionando y es por culpa del Apartheid’, todavía en el rol de víctimas. Aunque esto de hablar de negros y blancos no significa que no haya lugares en los que no puedan convivir. Los sudafricanos entendemos que el populismo no es bueno, que la gente miente para hacer su propia corrupción y que los blancos usan sus propias mentiras para esconder su racismo; y esperamos que esta superposición a favor de los pobres sea lo suficientemente fuerte como para durar.
-¿Qué peso tuvo la fingura de Mandela en ese proceso?
-Sudáfrica necesitaba una figura como Mandela, que realmente representaba su cara más hermosa. Es el único que hizo que todos creyeran en la unidad, era maravilloso, no había en él ningún trazo de victimización, inferioridad ni agresión.
-“Verdad y reconciliación” en Sudáfrica. “Memoria, verdad y justicia” en la Argentina acompañada por la emblemática consigna “Ni olvido ni perdón” de organismos de DDHH. ¿Cómo describiría el vínculo verdad-reconciliación y el balance entre memoria y olvido en su país?
-En nuestro caso era la Comisión de la Verdad o nada, no era una u otra, la verdad o la justicia, porque los blancos tenían mucho poder y el Ejército estaba conformado por muchísimos jóvenes blancos muy bien entrenados. No siempre se pueden hacer elecciones, convino pensar cómo salir del círculo de la violencia y la venganza y a veces la amnistía permite eso. Nosotros entendimos cómo el país aceptó a todos, cómo hizo monstruos de algunos y víctimas de otros y aceptamos toda esa humanidad. Entendimos que no hay una sola verdad. Salvo para los fanáticos, no hay una verdad con mayúscula, empezamos a hablar de fechas, números y estadísticas que afectan a esa verdad.
-¿Encuentra alguna relación entre el informe de la CVR y el de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) en la Argentina, autora del informe “Nunca más”?
-Las comisiones sudamericanas tuvieron un rol muy importante para nosotros. Antes de que comenzáramos varios grupos de Chile y Argentina nos visitaron y apoyaron, incluso el presidente Raúl Alfonsín. Pero a pesar de que la nuestra fue la número 18 en el mundo y de que aprendió todo lo que pudo de las anteriores tuvo tres características diferentes. Todas las audiencias fueron públicas (trasmitido por radio y TV); una parte de la comisión escuchaba a las víctimas y otra a los perpetradores, algo muy importante porque los victimarios hablaban incluso fuera de lo juicios, cuando no estaban luchando por su inocencia; y dimos amnistía individual a los perpetradores, lo cual nos diferenció mucho de otros países donde los líderes políticos se daban a sí mismos inmunidad. Eramos nosotros los que podíamos amnistiar, no nuestros líderes y de eso pudo salir mucha verdad, especialmente sobre la gente desaparecida: dónde los torturaron y dónde los enterraron.
-Los afrikaners y los blancos conforman alrededor del 14 por ciento de la población. ¿Cuál es la actualidad en su país?
-La gente ha aceptado la idea de que el poder político pasó a los negros y de que el económico permanece en manos blancas; y si bien con suficiente poder político pueden cambiar las manos que sostienen el poder económico, esto aún no ocurrió.