Un marplatense en la semifinal de la Copa Libertadores
Marcos Conenna, preparador físico de Barcelona de Guayaquil. Llegó a los tres años. Aquí se formó e hizo en Aldosivi sus primeros "palotes" en el profesionalismo. Hace veinte años dejó la ciudad para transitar un largo camino en el fútbol. Hoy disfruta de un momento exitoso en uno de los "grandes" de América.
Marcos Conenna en plena labor de campo. "Cuando los futbolistas entienden que nos necesitan como nosotros a ellos, podemos lograr buenas cosas", definió.
por Sebastián Arana
“Cuando trabajé con Rubén Giménez en San Lorenzo, solíamos a juntarnos a tomar café en la peluquería con él y la mujer. Y yo le decía que hasta el Milan no paraba”, recuerda el protagonista de esta historia.
Ese afán guió los pasos de Marcos Conenna -tandilense de nacimiento, marplatense por crianza desde los tres años, próximo a cumplir 51, preparador físico, egresado de la primera promoción del Instituto del Club Quilmes de esta ciudad- prácticamente desde que tuvo el diploma en su mano y lo llevó por 17 equipos de fútbol, siete países extranjeros y tres continentes.
Conenna comenzó a trabajar en 1996 en San Lorenzo y pasó a Aldosivi y al profesionalismo. En 2000 se fue a Comunicaciones (Guatemala) y el periplo continuó por Godoy Cruz, Gimnasia (Jujuy), Los Andes, Cartaginés (Costa Rica), San Martín (Mendoza), Dinamo de Tirana (Albania), Deportes Melipilla (Chile), Tres de Febrero (Paraguay), Selección de Indonesia, Talleres de Perico, Altos Hornos Zapla, Delfín (Ecuador), La Paz (Ecuador) y nuevamente Delfín hasta llegar a Barcelona de Guayaquil, su club actual, después de la Navidad de 2019.
“Mi abuelo era Suboficial Mayor del Ejército Argentino. Cuando terminaba la primaria, mi idea original fue ingresar al Liceo Militar. Es más, rendí el examen de admisión. Pero fue mi propio abuelo quien me convenció de no hacer esa carrera”.
Antes de asomarse al fútbol, fue basquetbolista en Quilmes y en Atlético Mar del Plata (“ahí llegué a ser compañero de Gurí Perazzo, que bajaba el rebote y me la revoleaba para que yo haga los goles de contraataque”, recuerda), armó el recordado anexo quilmeño en ALMA y fue fugazmente PF de Liga Nacional en la temporada 1995/96 en Quilmes.
A su regreso de Indonesia, trabajó en la Universidad Nacional de Jujuy, su segunda ciudad de adopción y la de su esposa, armó la Federación Nacional de Deporte Universitario y hasta tuvo propuestas para ocupar la Secretaría de Deportes de esa provincia.
Afortunadamente para él, el amor a su profesión y al fútbol fue más fuerte y no aceptó. En 2017 le llegó la propuesta de ir a Delfín de Manta en Ecuador. Allí conoció a Fabián Bustos, entonces manager de ese club, y no pasó mucho para que formaran equipo de trabajo. Una decisión que le dio un salto a su carrera y que lo llevó a este Barcelona de Guayaquil que la semana que viene enfrentará a Flamengo en una semifinal de la Copa Libertadores.
“Estar ente los cuatro mejores de América es un sueño. Esperamos seguir avanzando. Sabemos que Flamengo nos lleva muchos dólares de ventaja, pero la plata no juega”, se ilusionó Conenna en una larga charla con LA CAPITAL.
“Llegué a jugar al básquetbol en la primera de Atlético Mar del Plata con el ‘Gurí’ Perazzo, cuando se estaba retirando. ‘Agarro el rebote y te la tiro a vos’, me decía. Era bastante rápido y hacía muchos goles de contraataque”.
-¿Se sorprendieron de semejante campaña o la esperaban?
-Siempre trabajamos con la esperanza y la sensación de que podíamos lograr cosas. Fabián Bustos estudia hasta el más mínimo detalle. Es muy minucioso, un gran entrenador. Todo lo que dice que va a ocurrir, sucede. Sentimos que si entendemos grupalmente cómo debemos trabajar el partido se les puede ganar. Los tenemos que incomodar y creo que lo podemos hacer.
-¿Cómo se vive en Guayaquil este momento?
-Barcelona es como Boca, es el equipo más grande de Ecuador. Nos piden ganar siempre, nos exigen mucho. Cuando ganamos cinco a cero es porque el rival es malo. Si pasamos una eliminatoria ajustado, como la de Fluminense, se nos critica. La exigencia es mayúscula. Sabemos que tenemos que ganar todo y debemos prepararnos mentalmente para estar a la altura. Lo malo es que en esta locura por ahí te olvidas de disfrutar lo bueno que se consigue durante el camino. Pero sentimos el reconocimiento de la gente. Cuando se jugaba con público, llenábamos en cualquier lado.
-Te vi participar en varias conferencias de prensa. Me llamó la atención porque en el fútbol argentino al “profe” de River o de Boca ni se les conoce la cara. ¿Por qué sucede?
-Vas a ver cincuenta conferencias de Fabián Bustos contra una mía. Pero por política del club se decide que yo le informe al hincha cómo estamos trabajando en lo físico y cómo están los jugadores con inconvenientes. Como jugamos en sierra y costa alternativamente, cada tanto nos dan un espacio.
“Con Fabián Bustos fuimos campeones con un club chico como Delfín, llegamos a la Libertadores con Barcelona sorteando tres fases previas y coronamos ganándole el campeonato a la Liga de Quito como visitante. El club llevaba 23 años sin ganar ahí”.
-Jugar en altura cada quince días es muy atípico. ¿Cómo lo trabajas?
-Cuando vamos a jugar a la altura trabajo sobre lo que siente el jugador cuando sube, como la deuda de oxígeno. Hablando específicamente de mi trabajo, me ha sentado bien el clima y mi forma de trabajar. Con Fabián somos más bien paternalistas. Entendemos al jugador y le exigimos cuando le tenemos que exigir. Los dos hemos sido deportistas -Fabián lo fue de alto rendimiento, yo amateur- y sabemos lo que sienten los jugadores. Entendemos cuando están cansados y les regulamos el entrenamiento. Pero, cuando les pedimos más, ellos nos dan. Todos los profes sabemos trabajar fuerza, velocidad, elasticidad, combinaciones…Pero el secreto está en el manejo del grupo. Entendemos que somos compañeros de los futbolistas, pero con diferentes responsabilidades. No es todo palo. Después los jugadores son los que tienen que responder adentro de la cancha. Por eso cuando no les da más la cabeza por la presión, es bueno distenderlos y recordarles que esto es un juego. Se puede jugar y ser serios a la vez. De esa manera logramos muchas cosas. Queremos que para el jugador sea agradable venir a entrenar. Congeniamos en eso con Fabián y hacemos un buen equipo.
-Alguna vez dijiste que le debías mucho a Rubén Ciccapoli. ¿Por qué?
-Estando yo en Aldosivi, Jorge Solari lo trajo de preparador físico. Un “profe” excelente, de los mejores que he conocido. Yo concebía la preparación física de otra manera, con acento en la coordinación, en la velocidad, en la saltabilidad, en la fuerza y me agarraba unas broncas bárbaras cuando veía los típicos laburos de resistencia, las carreras largas, los circuitos interminables. Rubén me enseñó que estaba pensando bien, me mostró con hechos que ese era el camino. Recuerdo que hacíamos laburos de coordinación con los jugadores con las escaleras largas de albañil. Después, con el tiempo, aparecieron las escaleras de coordinación. Un visionario.
-Tu vida fue la de un “trotamundos” desde que te fuiste de Aldosivi. ¿Cómo fue para vos y para tu familia?
-No fue fácil. Sufrí mucho cuando me tocó ir a Europa y a Indonesia. No me los pude llevar por el idioma, las costumbres. Tengo cuatro hijos, hoy conmigo están los dos más chicos. Son adolescentes y sufren cuando cambian de amistades. Los cambios de aires, a veces, les vinieron bien. Han conocido mundo y otras cosas que los hicieron crecer. A veces sufren, pero es mi profesión. Y mi señora, que es mi compañera y mi complemento, siempre estuvo dispuesta a acompañarme.
“Con el Dinamo de Tirana, en Albania, en el torneo local salimos campeones seis fechas antes del final. Una vez que conseguimos el título, el presidente aparecía antes de cada partido a decirnos que teníamos que perder. Me volví”.
-En el fútbol vos podés realizar una gran preparación física, pero que mantengas tu trabajo depende del entrenador, de los jugadores, de los resultados…¿Cómo convivís con eso?
-La confianza en nuestro trabajo se renueva partido a partido. Por eso es importantísimo el manejo de grupo. Cuando el futbolista se da cuenta de que es un compañero tuyo y de que necesita del cuerpo técnico tanto como nosotros los necesitamos a ellos es cuando se genera una comunión interesante y el verdadero trabajo en conjunto. Esto es por prestigio, por trayectoria, además de por dinero. Obviamente trabajamos por una retribución, pero le hacemos ver a los jugadores que nadie es reconocido por su billetera, pero sí por sus logros, por sus acciones y por la huella que dejaron por aquellos clubes por los que pasaron. Cuando ellos lo entienden, empiezan a darse cuenta de que tienen que responder al trabajo y así es más fácil para todos convivir con las presiones. Estamos todos sentados en una silla eléctrica y en algún momento la conectan. Es lo normal, aunque no debería.
-¿Te gustaría volver al país?
-Claro. Argentina es mi país y lo quiero. Me duele cada vez que tengo que salir, aunque no te voy a decir que lo estoy pasando mal. Estoy bien en Ecuador, donde me aprecian, donde gano bien y donde le estoy dando a mi familia lo que necesita.
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Las charlas en la peluquería de Rubén de hace veinticinco años quedaron atrás. El joven que entonces quería llegar a Milan hoy es un hombre que no perdió las esperanzas de seguir creciendo. Por lo pronto, disfruta del camino. La estación Barcelona de Guayaquil, para él, no está nada mal.