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Opinión 22 de agosto de 2021

¿Presión mental solo para un puñado de deportistas de elite?

Por Roxana Belda (*)

A una semana de terminar las olimpiadas de Tokio 2020 quedó dando vueltas en mi cabeza el tema de la salud mental, que afortunadamente salió a la luz después de que Simon Biles decidiera a abandonar la competencia para no comprometer su salud por no poder manejar las presiones. La nadadora argentina Delfina Pignatiello modificó su cuenta en Instagram y se apartó de sus seguidores en las redes por las fuertes críticas que recibió al quedar afuera de la competencia olímpica.

Una vez más, el exitismo por sobre la persona. Los que no somos deportistas de alto rendimiento no nos imaginamos lo que debe sentir el atleta cuando gana o cuando no logra cumplir con los estándares requeridos. Naomi Osaka se retiró de Roland Garros en mayo por no sentirse apta ante el acoso de la prensa. Y además anunció públicamente que está lidiando contra la depresión y la ansiedad social desde el US Open 2018.

En 2017 la ciclista neozelandesa Olivia Podmore, luego de no haber sido elegida para Tokio 2020, publicó un sugerente posteo sobre su estado anímico donde expresaba su angustia y tristeza por no haber podido calificar: “El deporte es una salida increíble para mucha gente. Una lucha muy gratificante. El sentimiento cuando ganas no se puede comparar a ningún otro”, afirmó, “pero las sensaciones cuando pierdes, cuando no eres elegido, cuando te lesionas, cuando no cumples con las expectativas de la sociedad, como tener una casa, casarte, tener hijos porque lo has intentado dar todo por tu deporte, esas sensaciones también son diferentes”. Apareció muerta 72 horas después (todo sugiere un suicidio).

Gianluigi Buffon, hoy 43 años, una leyenda del fútbol, también sufrió depresión. En una carta que escribió dirigida a sí mismo, le habla con la experiencia actual al joven que fue a los 17 años cuando debutó con el Parma, y dice así: “En sólo unos días recibirás tres cosas que son muy, muy intoxicantes, pero también muy, muy peligrosas: dinero, fama y el trabajo de tus sueños. Ahora, seguramente estás pensando: ‘¿Qué podría ser peligroso de todo esto?’. Bueno, es una paradoja”… “Una mañana, cuando salgas de la cama para ir a entrenar, tus piernas comenzarán a temblar sin control. Estarás tan débil que no podrás conducir un coche. Al principio, pensarás que es solo fatiga o un virus. Pero luego empeorará. Todo lo que querrás hacer es dormir. En el entrenamiento sentirás cada parada como un esfuerzo titánico. Durante siete meses, tendrás dificultades para encontrar alegría en la vida. Tu rutina puede convertirse en una prisión. Vas a entrenar. vuelves a casa y ves televisión, te vas a dormir, haces lo mismo al día siguiente. Tú ganas. Tú pierdes. Se repite y se repite”.

Álex Abrines, el alero mallorquín de 27 años que compitió con la selección española en Tokio, ha contado con detalle cómo le afectó la depresión que sufrió y le llevó a abandonar el básquet profesional cuando jugaba con Oklahoma City en la NBA, a principios de 2019. La situación influyó en su vida personal y en su carrera deportiva: “Yo diría que la salud física es el 50% y la salud mental el otro 50%. Y están conectadas. Si estás lesionado, tu salud mental será mala. Y si tu salud mental es mala también te causará problemas físicos”. Se empezaron a correr todo tipo de rumores sobre él, por eso decidió hacerlo público: “Todo aquello me estaba haciendo más daño, me estaba enojando. Y además quería hablar de ello. Era como un tabú, como si nadie hablara de la salud mental cuando todo el mundo en un momento u otro de su vida pasa por algún tipo de problemas como yo. Es completamente normal y no importa quién seas ni cuánto dinero ganes”. Álex Abrines acabaría dejando la NBA a causa de aquel proceso.

Cuando la demanda por ganar se transforma en el modo de vida y la rutina pasa a ser como la propia prisión, ya dejan de disfrutarlo y la pasión se diluye. Sumado a eso está la presión de todo un país, los seguidores en redes y fans que solo ven a la persona por sus resultados; como si fueran instrumentos al servicio de las propias expectativas no conseguidas y proyectadas en el otro.

Frente a esto hay visiones encontradas. Los más conservadores dicen que parte de ser un deportista de elite implica ser lo suficientemente sólido como para poder lidiar con la prensa, el público, los altibajos de toda competencia estando inmune frente a todo y con la concentración intacta para seguir alcanzando títulos. Nada los debe perturbar, ningún vaivén personal. Se dejan de un lado las emociones o debilidades y hay que trabajar en ser cada día más fuerte para afrontar las competencias.

Con toda esta presión, levantarse de un fracaso se hace más cuesta arriba. Ojalá que hablar de este tema, comience a ser prioridad.

Algunos lo pueden tolerar, otros no. Pero no los hace más débiles, los hace más humanos. Como dijo Naomi Osaka: “Está bien, no estar bien”. Frase muy atinada para estos tiempos y que se hizo viral en las redes por una necesidad social que pide a gritos tratar este tema y dejar de ocultarlo. No estamos siempre armados con corazas. No somos siempre perfectos, y esto aplica tanto a deportistas de elite como público en general. Si bien el terreno de las competencias con lleva habilidades deportivas, bien vale la analogía en la cotidianeidad de la vida, para repensar sobre nuestro bienestar mental. Todos tenemos nuestras maratones que correr todos los días, partidos que ganar y peleas que luchar en la vida.

No es la carrera de unos pocos. Hay fracasos que nos cuesta levantarnos por lo que se espera de nosotros y por el tiempo invertido en eso que no pudimos lograr. Hay premios que no llegan por no alcanzar el objetivo, pero seguro tenemos medallas de oro por los retos que sí pudimos afrontar con la frente alta, solo que no tuvimos un estadio lleno que nos aplauda o seguidores que nos alienten.

Todos tenemos, al menos “una medalla”. ¿Cuál es la tuya?

(*) Periodista y conductora del programa Estudio Abierto en Radio Rivadavia.