Eduardo Sacheri: “Antes de opinar necesito pensar y no puedo pensar mientras hablo”
El escritor grabó episodios de "Contar la vida" en Mar del Plata. Tras concluir las charlas con Nora Vega y Fernando Gago, habló con LA CAPITAL. "Leer te hace ejercitar la vieja y cada vez más infrecuente virtud de la paciencia", valoró.
Sacheri grabando con la patinadora Nora Vega en Palito.
Un oasis. Así define Eduardo Sacheri a “Contar la vida”, el programa de lecturas y charlas en el que vincula el mundo del deporte con el de la literatura. ¿Por qué? Porque “no hay vértigo, ni necesidad de respuesta inmediata, ni de estar revisando planillas de rating y evita lo coyuntural”, profundiza el escritor de obras como “Funcionamiento general del mundo”, “Ser feliz era esto”, “La pregunta de sus ojos” o “La noche de la usina”, entre tantos otros títulos.
Ese oasis que lo tiene por anfitrión lo atrajo ayer a Mar del Plata, específicamente a la librería Palito, a grabar dos episodios de la segunda temporada de este programa que se emite por DeporTv y la TV Pública, con dos indiscutidas figuras como Nora Vega y Fernando Gago.
“Hay un montón de personas que tienen a algún deportista como referencia. Que los vean leyendo, hablando desde el disparador que es la lectura, me parece interesante”, contó el autor a LA CAPITAL antes de regresar a Buenos Aires y confiar que, además, esta temporada tendrá otros dos capítulos grabados en Rosario.
“Leer te hace ejercitar la vieja y cada vez más infrecuente virtud de la paciencia”, valoró el escritor en una charla en la que se colaron los temas de la pasión, la “instantaneidad” en la que vivimos, la carrera y el estímulo constante por opinar de todo. “Antes de opinar necesito pensar y no puedo pensar mientras hablo”, aseguró. Por eso, la lectura actúa como refugio y, a la vez, otorga libertad.
“Me parece súper interesante porque leer juntos, en voz alta, es lo más lindo del formato porque en principio la literatura habla de cualquier cosa, pero en el fondo también habla de vos y a partir de ese disparador, hablamos de Nora, pero al entrar por una puerta distinta, llegamos a habitaciones distintas”, definió.
“La idea de este programa es hermosa y me gustaría que siga, con deportistas y librerías de otros lugares del país y estaría buenísimo que me trascienda y haya otras escritoras, otros escritores”.
Para Sacheri, que el formato se plantee como un diálogo íntimo lo “relaja”. “No soy periodista y en principio a eso lo vivo como una falencia, pero esta libertad de la literatura nos da el permiso para jugar. La literatura es un juego y un diálogo de dos que, en este caso, lo llevamos a un diálogo de a tres”, valoró.
Con la patinadora olímpica leyó Cómo se salvó Wang-Fô, un cuento de Marguerite Yourcenar, y con el actual director técnico de Aldosivi, La mujer más pequeña del mundo, un cuento de Clarice Lispector.
Sobre los aspectos de las charlas con Vega y con Gago que le llamaron la atención, sostuvo “a ambos se les nota la pasión, se les iluminan los ojos al hablar de su deporte”.
Eduardo Sacheri y Fernando Gago.
Así se cuela el tema de la pasión en la charla. “Creo que sí, a mí también me moviliza la pasión”, reconoce. Pero le tiene reservas, la define como “el combustible básico, más primitivo que tenemos, pero al mismo tiempo peligroso”.
“Suelo resistirme a la buena prensa que tiene la pasión porque te puede conducir a lugares horribles cuando no sabés domesticarla. Es un combustible que hay que saber manejar”. En su caso, trata “de gobernarla con cerebro, de que haya mucha cabeza al comando del corazón, sino te derramás”.
“Parar la pelota y mirar alrededor antes de jugar”. Una actitud necesaria pero tan común en la actualidad, en tiempos “demasiado instantáneos, epidérmicos y de reacciones apasionadas”, como los define, tiempos que lo “agobian bastante”, por esa invocación constante a opinar.
“A veces se espera de los ‘intelectuales’ que estemos todo el tiempo tomando partido por todas las causas, indignándonos por temas diversos, denunciando, y para mi está bien el silencio. Antes de opinar necesito pensar y no puedo pensar mientras hablo. Además, si no estás seguro, no está mal no opinar o cambiar de opinión. Creo que cambiar es un síntoma casi de inteligencia”, definió.
Ese concepto, vuelve a llevar la charla al terreno de la literatura: “Leer te hace ejercitar la vieja y cada vez más infrecuente virtud de la paciencia y la paciencia está buena para evitar la precipitación”.
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