Mar del Plata y esa eterna (fallida) comparación con Rosario
Disputas políticas y coyunturales siempre tienen el tema de la inseguridad un buen campo de batalla. Pero hay ocasiones en que los paralelismos con otros distritos reflejan más el afán por confrontar que un diagnóstico preciso.
A esta altura de su desarrollo demográfico y urbanístico, Mar del Plata tiene ya su Gran Mar del Plata, un conurbano y, en consecuencia, una problemática de asimetrías evidente. Hay realidades distintas en tópicos sociales de los más relevantes, como empleo, acceso a servicios, educación, salud y, por supuesto, seguridad.
Este último apartado ha sido uno de los preferidos por todas las oposiciones para atacar gestiones y allí se encierra una trampa porque el delito es un tema que demanda soluciones. Siempre. Y, para desgracia de toda la sociedad -incluye a quienes gobiernan-, el delito siempre existe.
Cuando hace algunos días atrás se sucedieron los homicidios en Mar del Plata (10 durante el mes de julio) se advertía la inminencia de ese reflejo que tienen algunos dirigentes en comparar la situación de inseguridad con Rosario. Es cierto que en tiempos electorales, los opositores refriegan en la cara de los gobernantes el tema del “incontrolable” delito, pero también es necesario un diagnóstico preciso para evitar transmitir a la poblaciones escenarios exagerados.
La política mete la cola y causa ese tipo de reflexiones categóricas. En Mar del Plata (General Pueyrredon) gobierna Juntos por el Cambio, de modo que para el Frente de Todos es políticamente apetecible atacar la gestión por allí. De hecho algunos de sus dirigentes lo hicieron hace un par de semanas al hablar de la “cantidad” de robos a repartidores y la “aparición” de un Escuadrón Parapolicial. Los datos eran bastante erróneos o, mejor pensado, relativos.
En las últimas horas también lo hizo un ex aliado del gobierno municipal como Nicolás Lauría, concejal que además está en la línea sucesoria para ocupar la intendencia ante cualquier licencia del intendente Guillermo Montenegro. “Mar del Plata se parece cada vez más a Rosario”, lanzó en una coyuntura de distanciamiento con su ex jefe político.
Pero más allá de intereses que están a la vista, son buenos tiempos para echar luz sobre esa histórica comparación con Rosario. Lauría es presidente de la Comisión de Seguridad del Concejo Deliberante. También resaltó la condición de no nacidos en Mar del Plata que ocupan el cargo de Secretario de Seguridad, algo que es cierto: Telpuk, Manino Iriart, Oroquieta y García, fueron los últimos.
Para empezar basta con decir que cualquier especialista en seguridad urbana logra identificar diferencias sustanciales entre las características del delito en Mar del Plata y Rosario. Hay centros urbanos con mucha más “cercanía” delictiva con Rosario que Mar del Plata, sin embargo no se escuchan ese tipo de comparativas. Difícil es hallar referencias del tipo de “San Martín se parece cada vez más a Rosario” o “CABA se parece cada vez más a Rosario”. Hay un enamoramiento del paralelismo, como si en él fuera la fortaleza de la argumentación. Incorporar a Rosario en el discurso, habida cuenta de la reconocida problemática de la ciudad rosarina, es siempre rendidor. Sin embargo, los números acreditan otra realidad.
En los últimos 5 años Mar del Plata tuvo 198 homicidios y Rosario, solamente en 2020, contabilizó 212. Es cierto que se podrá refutar este registro sosteniendo que Rosario tiene más población que Mar del Plata. Entonces, el dato relevante pasa a ser la tasa de homicidios, que compone un número vinculado entre la cantidad de habitantes y los crímenes. En ese aspecto, Rosario tiene una tasa de 16,42 cada 100 mil habitantes y Mar del Plata tiene 4,2 cada 100 mil habitantes.
El conurbano marplatense
Mar del Plata tiene ya su conurbano que parte desde una concentración comercial y va abriéndose hacia sus anillos exteriores. Los barrios del anillo externo (desde Acantilados a La Herradura, desde Camet a Parque Peña, desde Autódromo a Libertad a Las Heras a Belisario Roldán) representan problemas y presencia del Estado muy distintos a los de otros barrios más cercanos al vértice centro, como podrían ser los del segundo anillo (Puerto, San Juan, Pompeya, Constitución, Estacion Norte, San José, Caisamar, Los Pinares) y, por supuesto, a barrios del anillo primario (Centro, La Perla, Stella Maris, San Carlos, Alem, Los Troncos, Chauvín).
En los últimos 5 años -por tomar un rango que pueda llegar a tener aún afectación en el ahora-, la mayor cantidad de asesinatos no fue en ocasión de robo sino por personas conocidas entre sí y una gran parte de ellos sucedió en los anillos exteriores de la ciudad, donde la presencia del Estado (nacional, provincial y municipal, en ese orden) es más complicada.
Las políticas de seguridad que se reclaman no pueden basarse en diagnósticos y comparaciones insustanciales, porque suele caerse en lugares comunes. Un ejemplo son los asesinatos, que deben ser analizados de acuerdo a su categoría, lo que hace que el abordaje posterior sea puntual, no general. No es lo mismo un homicidio en ocasión de robo, que un crimen de género, o que un “ajuste de cuentas”, o que un duelo vecinal.
Si se estudia el mapa del delito podrá observarse que, aunque está diseminado por todo el ejido urbano marplatense, hay peculiaridades que hacen aún más fallida la comparación con Rosario.
En la gran ciudad santafesina el problema del narcotráfico -de él derivan los parámetros de “inseguridad”- creció a partir de condiciones geográficas que la anteponen a la gran urbe de consumo, como es el AMBA, no porque ésta sea un gheto de adictos sino por razones exclusivamente de concentración demográfica. A más habitantes, más consumo, a más consumo, más necesidad de abastecimiento. Rosario es un punto estratégico de canales de conexión con países productores como Paraguay, Perú, Bolivia o Colombia. Y están de camino a Buenos Aires. Mar del Plata está “más allá” de Buenos Aires, lo que supone ya un primer obstáculo para el negocio.
La réplica en esta ciudad del narcotráfico en Rosario es el narcomenudeo. Si bien hay consumo en niveles importantes que se incrementan en temporada alta, Mar del Plata tiene su problema en las organizaciones familiares y de alcance barrial. No se reportan asesinatos de líderes de bandas por disputas territoriales, ni funcionarios policiales o judiciales tiroteados. Los crímenes vinculados a la droga son, en su mayoría, entre adictos o entre vendedor-adicto.
Mar del Plata tiene muchos robos de menor cuantía, tiene asaltos violentos, tiene sustracción automotor, tiene violencia interpersonal, tiene homicidios, tiene robos en casa de familia, en comercios y en la vía pública. No obstante, ese caudal de delito (importante, por cierto) no parece corresponderse con la situación rosarina de violencia urbana.
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