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La Ciudad 12 de septiembre de 2016

Los nombres de dos batallas cruciales

Ayacucho e Ituzaingó, dos batallas cruciales disputadas en 1824 y 1827 respectivamente, figuran en nuestro trazado urbano. Aquí su descripción geográfica local y su significado histórico.

Por Carlos V. González Rivero

Las calles Ayacucho e Ituzaingó nacen en La Perla, entre los balnearios Alicante y Terrazas del Mar. La primera en la intersección entre Catamarca y el boulevard. Marítimo y la segunda en el mencionado boulevard. Sus trayectos paralelos y contiguos cruzan, en su largo derrotero, los barrios La Perla, Nueva Pompeya, Villa Primera, 9 de Julio, Malvinas Argentinas, Libertad y Florentino Ameghino. Al 3500, ambas delimitan la manzana del Instituto Nacional de Epidemiología “Juan H. Jara”. Ayacucho es interrumpida por las vías en República del Líbano (6700), reaparece sólo una cuadra entre Nasser y David Ortega para luego nuevamente interrumpirse en un descampado de dos cuadras y reanudar su marcha en la calle Remedios de Escalada. Se interrumpe otra vez en la calle Leguizamón (ex 212). Sólo aparece 1.500 metros más al noroeste para recorrer sus últimas dos cuadras y morir en la calle Carrillo (ex 244).
Ituzaingó no sufre ninguna interrupción, ni siquiera la vía, que la cruza por un paso a nivel entre las calles Nasser y David Ortega. Y esto tiene una explicación: Chaperouge, el agrimensor responsable del trazado de Mar del Plata, usó como módulo para dividir las tierras el de la chacra de 16 manzanas, un cuadrado de 4 cuadras de lado siendo Ituzaingó una de las calles que delimitaba esas chacras como lo fueron Beruti, Strobel, Florisbelo Acosta y Constitución por tomar unos ejemplos de calles distantes cuatro cuadras entre sí. Termina al igual que la anterior en la calle Carrillo.

Batalla de Ayacucho

A fines de Octubre de 1824, el Virrey del Perú, José de la Serna, decidió emprender la campaña final contra el ejército unido de los independentistas americanos para lo cual reunió las tropas entre el Cuzco y el río Apurímac realizando una leva general, lo que explica la presencia de muchos indios y mestizos peruanos en las filas del ejército realista. Por su parte el mariscal Antonio José de Sucre, comandante del ejército libertador, a pesar de haber padecido un grave traspié el 3 de diciembre en Corpahuaico perdiendo 500 hombres y buena parte de las piezas de artillería, mantuvo al ejército unido posicionándolo en áreas de difícil acceso como el campo de Quinua en la pampa de Ayacucho.
El 9 de diciembre amaneció con un sol radiante. Un ejército con algo más de 9.000 hombres a las órdenes del propio virrey De la Serna y de su jefe de estado mayor, se aprestaba a enfrentar al ejército libertador al mando del mariscal Antonio José Sucre (venezolano). En el ejército patriota, de los 5.800 efectivos, 4.500 eran colombianos, venezolanos y ecuatorianos, 1.200 peruanos, cerca de 80 granaderos a caballo argentinos y varios voluntarios británicos.
Poco antes de abrir fuego, el general Córdova por el lado de los patriotas conferenció con el General Canterac y convinieron en que se le permitiese a los familiares que pertenecían a bandos distintos se despidieran, algo impensado en estos tiempos.
El mariscal Sucre arengó a sus soldados con las siguientes palabras: “¡Soldados! De los esfuerzos de hoy depende la suerte de la América de Sud. Otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados! ¡Viva El Libertador!¡Viva Bolívar, salvador del Perú!”.
La batalla se prolongó unas cuatro horas y dejó unos 300 independentistas muertos y alrededor de 700 heridos, mientras que el ejército realista sufrió 1.800 muertos y 700 heridos más unos 700 prisioneros.
El Virrey de la Serna cayó herido y fue hecho prisionero cuando ya la batalla estaba decidida a favor del ejército patriota. El sueño de Bolívar estaba cerca, la formación de un gran país, la Gran Colombia, que se frustró a partir del Congreso de Panamá del año siguiente, en que cada líder regional no apoyó el proyecto y así se fueron conformando los países tal cual hoy los conocemos.

Batalla de Ituzaingó

Estallada la guerra con el Imperio del Brasil, el general Carlos María de Alvear fue designado jefe del Ejército Republicano y tuvo a cargo 7.000 hombres. Las acciones bélicas se iniciaron al comenzar el año y hubo varios hechos exitosos como las victorias de Bacacay y Ombú. La batalla e Ituzaingó o batalla del Paso de Rosario se desarrolló en lo que actualmente es el centro-oeste del estado de Río Grande del Sur (en la época del combate el área estaba litigada entre Argentina y Brasil). Fue un enfrentamiento ocurrido el 20 de febrero de 1827 entre las tropas aliadas de los insurrectos orientales y el Ejército argentino, por una parte, y las tropas del imperio del Brasil por otra, enfrentados por el control de la Banda Oriental en manos brasileñas desde 1820.
Fue una victoria táctica de los aliados y dio nacimiento a la Convención Preliminar de Paz que se firmó en 1828, reconociendo como Estado libre, independiente y soberano al Uruguay, poniendo fin al ciclo militar de la primera época de la historia uruguaya.
Fue un encuentro sangriento, destacándose el valor de Lavalle, Brandsen y Paz, que mandaron varias cargas de caballería. La victoria argentina fue total. Los brasileños perdieron 1.200 hombres y los argentinos 500.
Los vencidos se retiraron en absoluto desorden y aunque pudieron rehacerse luego fueron batidos en Caamacuá y Yerbal.
La acción fue una total sorpresa para las tropas brasileñas, que hasta el día anterior perseguían a las fuerzas conjuntas argentino-orientales. Como los brasileños estimaron erróneamente que los aliados habían cruzado el río en la tarde anterior su marcha fue descuidada y desprolija.
El Marqués de Barbacena, comandante del ejército imperial, envió el grueso de su infantería en tres columnas a atacar el primer cuerpo del ejército aliado, comandado por Lavalleja, que estaba ubicado con la artillería en el centro del campo de batalla. Una vez próximos a éste, Alvear ordenó la carga de la caballería, hasta entonces oculta, sobre el flanco izquierdo de los brasileños.
Posicionados sorpresivamente frente a un ejército bien formado y dispuesto para la batalla, los voluntarios que componían este flanco, al mando del mariscal José de Abreu, se desbandaron. El flanco derecho imperial se replegó también, cruzando el río por el vado, y dejando sólo a la columna central, entre los que se contaban 2.000 mercenarios experimentados de origen austríaco y prusiano, para resistir las sucesivas cargas dirigidas por el teniente coronel Federico Brandsen -ascendido póstumamente a coronel, tras caer en batalla-, el general Juan Lavalle y el general José María Paz, que fueron decisivas.
Luego de intentar pasar la línea defensiva argentina durante seis horas sin éxito, y siendo bombardeado por la artillería, el ejército imperial se retiró.
En total, 7.700 efectivos republicanos (1.800 de infantería, 5.400 jinetes y 500 artilleros) detuvieron el ataque de la fuerza imperial compuesta por 10.000 hombres.
Entre los pertrechos abandonados por el Ejército Imperial se encontraba un cofre conteniendo una partitura entregada por el Emperador al Marqués de Barbacena para ser interpretada tras la primera victoria.
El ejército aliado se apoderó de ella, y bautizada como marcha de Ituzaingó, se interpreta cuando la bandera de Argentina se traslada en actos oficiales, y es uno de los tres atributos que ostenta el presidente de la República Argentina: bastón de mando, banda presidencial y marcha de Ituzaingó.
Lo ganado por las armas en el campo de batalla, seria cedido por Rivadavia en el campo diplomático; dando instrucciones para que se firme “la paz a cualquier precio”.