El hincha que le puso la cara al descenso de River: de romper afiches en la calle a que le pidan fotos los famosos
Gustavo Pimentel, protagonista de la simbólica foto que fue tapa de los diarios, recordó aquel 26 de junio de 2011. Ese día no fue ni al funeral de su tía. Contó insólitas anécdotas de la "popularidad" repentina y también habló de las burlas de los simpatizantes de Boca. "Ahora no me pueden cargar", aseguró.
Gustavo Pimentel, el hincha que ilustró las tapas de los diarios por el descenso de River.
Por Juan Miguel Alvarez
Sus lágrimas mojaron las tapas de los diarios de todo el mundo. Su expresión se hizo meme. Su figura se empleó para las habituales cargadas “futboleras”. Fue la imagen del histórico descenso de River.
Gustavo Pimentel vivió un antes y un después de aquel 26 de junio de 2011. De la noche a la mañana cobró una “popularidad” inusitada. Hasta tuvo que salir a romper afiches con su rostro que inundaban las calles de Buenos Aires.
Diez años después, el fanático riverplatense recordó con humor aquella situación y contó numerosas anécdotas que rodearon a ese “horrible” día. “Llegué a mi casa después del partido y mi vieja me preguntó, ‘¿viste qué pasó?’ Yo le respondí ‘sí, vengo de la cancha’. Ahí me aclaró: ‘no, eso no, ¿sabías que falleció tu tía?’. Me puse como loco y le dije ‘acaba de descender River y vos me venís a hablar de mi tía’. No fui ni al funeral, si yo también estaba muerto“, relató.
Un llanto desgarrador. Un alambrado que, imaginariamente, le atraviesa la cabeza. Una tristeza que no se puede describir en palabras. Pero sí mediante la imagen que captó Claudio Fanchi (Télam), que participó de exposiciones y concursos fotográficos.
“Me subí al alambrado para gritarle a los jugadores. Pero, en realidad, no tenía mucha noción de lo que ocurría. Estuve un rato como en una nube. Creo que es algo que lo puede entender solamente un ‘futbolero'”, dijo sobre el momento en que fue retratado.
“De River no se hace, se nace”, aseguró con el pecho inflado. “Mi viejo me puso la camiseta en la cuna y no me la saqué más”, agregó el platense de 38 años que, antes del Covid-19, era un abonado a la Centenario baja.
Gustavo disfrutó en su adolescencia del equipo de Ramón Díaz que se consagró campeón de América. Por eso, como tantos otros, no imaginó el triste final en aquel torneo. “Veníamos mal, fue muy duro, pero tuve fe hasta el final. Recuerdo que ese día salí de mi casa con mi bandera, mi camiseta y fui a buscar a los chicos de la filial Villa Elisa. Me subí al micro pensando que eso nunca iba a pasar”, se sinceró.
Emprendió la “caravana” rumbo al Monumental con el deseo de cantar, gritar goles y desahogarse tras varios meses de amargura. Pero, durante el partido, se dio cuenta que el descenso era irreversible. “Mantuve la esperanza hasta el penal de…”. La mente prefiere olvidar y necesita ayuda. “Pavone”, recordó el periodista. “¡Sí! Paaaaaaavone, Paaaaavone, ese… Ahí sentí que el corazón empezó a salirse del cuerpo“.
Volvió a su casa, en City Bell, casi sin hablar. Recibió la noticia del fallecimiento de su tía y se fue a dormir. “Me acosté no queriendo despertarme más. Pero en un momento, a la mañana temprano, me mandó un mensaje un amigo. Me dijo que había salido en el diario El Día. Yo estaba todavía medio dormido, contesté que no lo había visto, corté y largué una puteada. A los 5 minutos, otro amigo me pone que hay una foto mía en el diario Hoy. Ahí me empecé a preocupar“, contó sobre el momento en que se enteró de su inesperada “popularidad”.
Y prosiguió el relato: “Al rato salgo y veo que el kiosquero tiene una soga en su puesto con todas las portadas de los diarios con mi cara. Le dije ‘¿qué me ponés a mí ahí?’. Todavía no caía. City Bell es un lugar chico, alrededor había algunos conocidos que me cargaban y otros hinchas del ‘pincha’ o ‘triperos’ que me entendían”.
Gustavo, de niño, con la camiseta de River junto a su padre.
Lógicamente, al principio no lo tomó de la mejor forma. “Tenía bronca cuando se viralizó”, admitió. Y contó otra anécdota que grafica aquellas primeras sensaciones: “Al poco tiempo acompañé a un amigo que tenía que hacer la transferencia de un auto en Capital Federal. Estacionamos en una cochera y, cuando nos dirigimos al lugar en el que íbamos a hacer el trámite, veo un afiche con mi cara. Ahí dije ‘bosteros hijos de mil…’ y lo empecé a arrancar de la pared. Vino un policía y me preguntó qué estaba haciendo. Le digo ‘¡no te das cuenta que soy yo!’ Se empezó a reír y me dijo que no me molestara porque había como 10 kilómetros con esos afiches pegados”.
Con el tiempo, lo asumió con más naturalidad y disfrutó el reconocimiento. “Empezaron a usar mi cara para todo y lo empecé a tomar con gracia. Y más allá que el momento fue feo, horrible, me generó cosas lindas con la gente. Me pasó de ir a hacer compras, que se dieran cuenta que yo era el de la foto y no me cobraran“, contó.
“También estuve en la televisión: en Desayuno Americano, con Pamela David; en Gracias por Venir, con Gerardo Rozín. Me pasó algo muy loco. Estaba en el camarín con Maximiliano Guerra, el bailarín. Y mientras me están maquillando me pide una foto para su hijo, que era hincha de River. ‘Soy un trabajador de City Bell, yo te tengo que pedir la foto a vos’, le contesté”, acotó entre risas.
Además, la realidad del club de Núñez cambió abruptamente: en un año volvió a Primera y después ganó numerosos títulos y superclásicos. “Ahora no me pueden cargar “, aseguró. “¡La final de la Libertadores en Madrid, les ganamos!”, agregó con efusividad. Y señaló: “lo que hizo Gallardo fue espectacular. Encima disfruto mucho más esta etapa porque tengo a mi hijo de 3 años, que se parece al nene de Martínez Quarta. Repite todo lo que yo hago. Contra Palmeiras yo me arrodillaba y él se ponía a la par mía”.
Con la réplica de la Libertadores que ganó River en 2018.
Gustavo Pimentel no pudo viajar a Madrid. Pero celebró el título en la Libertadores ante Boca con sus amigos de la filial y se dio el gusto de tomarse revancha por alguna cargada. “A un ‘bostero’ en particular, le escribí. Pero en general no soy de joder, porque entiendo la pasión”, explicó.
El fanático riverplatense termina la charla y sigue atendiendo su negocio. Tiene medias, pantalón y una campera del “millonario”. Y lleva una sonrisa de oreja a oreja. Esa que le dibujó Gallardo y que es tan grande que no entra en un lente fotográfico.
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