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Opinión 6 de junio de 2021

Educalandia y el absurdo de intentar virtualizar la presencialidad

 

Por Gustavo de Elorza Feldborg (*)

 

La Argentina es un país que adolece de un mal que se conoce como “mirada corta” y en el que los habitantes poco a poco van perdiendo su capacidad de asombro y reacción. Esto sucede, como consecuencia de todas aquellas cosas que se van presentando. Entre ellas, se viven cambios en el interior de sus sociedades, además mucho de lo que acontece y la forma en que se resuelven ciertas cuestiones, no siempre son el resultado de decisiones pensadas, consensuadas y bien informadas, ya que en muchos casos las soluciones están divorciadas de la realidad.

La educación presencial en Argentina, es uno de los ámbitos que a lo largo de su historia, no termina de proyectarse a ese futuro que en muchos momentos nos advierte sobre los cambios que las próximas generaciones deberán enfrentar. No ignoramos también, que la educación antes de la pandemia ya presentaba evidencias muy claras de un agotamiento en sus formas pedagógicas, en sus dinámicas de corte tradicionalista, en sus enfoques desactualizados y desconectados de los nuevos consumos culturales y de los rasgos de época que presenta este nuevo siglo.

Los nuevos escenarios creados por la pandemia del COVID 19, pusieron al desnudo a toda la educación argentina, mostraron la falta de infraestructura tecnológica, la ausencia de formación y capacitación de los docentes en el uso de la tecnología educativa, la desactualización del curriculum educativo, a pesar claro, de que en el año 2009 la cepa del virus H1N1 conocida como Gripe A, nos obligó a practicar un ensayo inadvertido, donde muchas provincias de la Argentina, detuvieron el dictado de sus clases por cerca de un mes.

Pero hoy, la discusión de como seguimos y que decidimos sobre las políticas educativas y la continuidad de la asistencia a clases, ya sea en sus formas de presencialidad o virtualidad, se han convertido en el centro del debate en Educalandia. Mientras atravesamos la segunda ola de la pandemia, parece que encontrar la forma acertada de lograr mantener el vínculo con los estudiantes y la continuidad pedagógica de la educación, estaría creando escenarios distópicos, con enfrentamientos, desencuentros y ejercicios de poder para demostrar quien tiene la razón, olvidando el verdadero sentido de que educar es la única certeza de bienestar para un futuro que dado los cambios que vivimos, han hecho que este futuro acelere su marcha.

Hoy en la Argentina, una de las tantas discusiones que se debate pasa por si sacamos a los estudiantes de las cuatro esquinas del aula, y los colocamos dentro de los cuatro bordes de una pantalla, claro que para muchos, el dictar clases en la virtualidad es la solución de los problemas educativos que tenemos por resolver. Pero cuando escuchamos “educar en la virtualidad” – ¿qué es lo que realmente en Educalandia sucede?, será que nos estamos refiriendo al uso y despliegue de una infraestructura Tecno -Educativa?, que habilita procesos comprensivos en la cognición de nuestros estudiantes, gracias a la labor de los docentes altamente capacitados en el uso pedagógico de la tecnología educativa?, o nos estamos refiriendo en realidad al inmenso uso de WhatsApp y a la torpeza de intentar usar una herramienta diseñada para la comunicación, que no fue concebida con fines educativos, y en donde los docentes con inmensos esfuerzos y sus propios medios y recursos hacen con lo que tienen lo que pueden.

Para ser honestos, estamos muy lejos de lograr verdaderos aprendizajes, tanto sea en la presencialidad como en la virtualidad, pero claro está, que la apuesta formativa con base en el desconocimiento del uso pedagógico de las nuevas tecnologías, las pedagogías emergentes, la neuroeducación y el uso de plataformas educativas, hoy por hoy no nos permite ir más allá de la pantalla.

Para el asombro de muchos, las últimas indicaciones de las instituciones educativas en base a cómo abordar las prácticas educativas en estos tiempos, han solicitado a los docentes que “virtualicen la presencialidad”. A las claras, es la más contundente muestra del desconocimiento que significa educar en la virtualidad y en la presencialidad, dado que estas dos dimensiones se pueden complementar, pero nunca sustituir.

Por lo tanto, la organización a la que nos estamos refiriendo, se configura en una suerte de réplica por medio de la herramienta zoom en el mejor de los casos, para aquellos que tienen el privilegio de tener acceso, y en donde se han organizado en espejo los horarios escolares de la presencialidad, pero ahora bajo configuraciones digitales. Es decir los estudiantes deben permanecer detrás de las pantallas como si estuvieran en la clase presencial, además lo increíble es que tienen recreos al mejor estilo pre-pandemia. Esto realmente es una forma muy errónea de utilización pedagógica de las nuevas tecnologías. Las consecuencias inmediatas de este tipo de accionar seudo-didáctico, con lleva a un rápido agotamiento cerebral, pérdida de la capacidad atencional de los estudiantes, sin mencionar la desmotivación y desconexión mental de los que intentan aprender, al ver sus posibilidades de aprendizaje delimitado por tiempos pre configurados y anclados a una pantalla, que en el mejor de los casos actuará como un panóptico de compañeros y profesores, sin poder lograr, por muy lejos que se intente clonar la realidad sobre la base de la presencialidad.

Cabe aclarar que la utilización de espacios digitales en la virtualidad, responden a principios y estrategias pedagógicas y didácticas muy claras y resultantes de investigación en el campo de la Tecnología Educativa, que cuentan ya con mucho tiempo de implementación en las aulas y que cuando se las conoce, proporcionan resultados verdaderamente significativos.

Entre ellas, podemos mencionar algunas de las actividades que se pueden proponer con una herramienta de comunicación, como puede ser zoom. Lo primero que debemos considerar, es el tipo de interacción e interactividades y las formas de participación que proponemos a los estudiantes. Otra forma, consiste en establecer la propuesta de trabajo en grupos, pero en donde los estudiantes acuerden libremente sus encuentros y no bajo condicionamientos obligados a las formas presenciales de educar.

Las propuestas de trabajo y actividades que los docentes acuerden con los estudiantes, deberían ser más de corte investigativo, donde los procesos a desarrollar estén basados en el aprendizaje activo de los alumnos. Además, de potenciar la carga cognitiva del trabajo mediante el uso de materiales previamente intervenidos pedagógicamente por el docente, los cuales sean utilizados bajo una pedagogía del andamiaje y mediante una cognición distribuida, con base en el potencial que nos brinda Internet bajo un modelo de inteligencia colectiva.

Así, podríamos describir y explicar mucho de lo que no hacemos al trabajar educativamente mediante la virtualidad. De algo estamos seguros, que el camino que se ha planteado para transitar estos tiempos, no consiste en operar y trabajar la virtualidad en espejo con la presencialidad, sí podemos considerar complementarlas, pero no reemplazarlas.

Por otro lado, es muy llamativo pensar, que muchas políticas educativas y de gestión de instituciones educativas sostengan que si lográramos virtualizar la presencialidad, se resolverían los problemas educativos. Recordemos que hemos mencionado que en la presencialidad pre-pandemia transitábamos grandes problemas en lograr una educación que involucre activamente a los estudiantes. Asimismo, la idea de que se prepare para un futuro cercano, demanda la realidad de un verdadero cambio, en donde se reemplace el adiestramiento de la memoria, pasando a la tan anhelada educación de la mente (Perkins, 1992).

Sin más que decir, nos encontramos transitando un tiempo único de posibilidades y oportunidades para pensar y construir una nueva educación acorde a las verdaderas demandas de futuro. Esto lo podremos lograr solo si podemos reflexionar sobre lo que nos falta, sobre aquello que no nos ha salido tan bien y en especial, capacitándonos y formándonos en esta nueva realidad y por qué no nueva normalidad que representa el uso pedagógico de las nuevas tecnologías, evitando en todo momento las malas prácticas didácticas, basadas en intentos de clonar la presencialidad, lo cual solo logarará proyectar y potenciar errores a través de la virtualidad.

(*) El autor es Doctor en Tecnología Educativa, profesor e investigador universitario y especialista en educación y nuevas tecnologías.