La lógica de Axel Kicillof cerró una controversia con final anticipado
El gobernador respetó al pie de la letra el DNU de Alberto Fernández y decidió el retroceso de Mar del Plata a fase 2. Las duras críticas previas del municipio no generaron el terreno para una negociación. Las verdaderas discrepancias por los parámetros objetivos.
El gobernador bonaerense, Axel Kicillof.
Por Ramiro Melucci
Axel Kicillof aplicó su lógica. Si el DNU de Alberto Fernández había ubicado a Mar del Plata en zona de “alarma epidemiológica y sanitaria” no había motivos para esperar que la ciudad continuara en fase 3. El gobernador dijo desde un principio que iba a respetar a rajatabla las decisiones presidenciales en materia de restricciones. Así lo hizo, a pesar del estrépito que eso implicaba en este punto de la geografía bonaerense.
La expectativa se mantuvo hasta el minuto final por una sola razón: el logro diplomático que había conseguido el intendente en el despertar del mes, tras dar una discusión que estuvo de arranque mejor perfilada. En aquel momento los papeles de la Provincia y la Nación quedaron desacoplados. Fue porque la ministra Carla Vizzotti reconoció el error de haber incluido al distrito en “alarma”, pero demoró en corregirlo en el semáforo epidemiológico nacional. Antes de eso dio aviso a las autoridades provinciales para que no ubicaran a Mar del Plata en fase 2. El que celebró fue Montenegro.
Más allá de ese episodio, el jefe de gabinete bonaerense, Carlos Bianco, se cansó de repetir que el esquema de la Nación se corresponde con las fases de la Provincia. Las ciudades de bajo riesgo van a la fase 5; las de medio riesgo a la 4, las de alto riesgo a la 3 y las que están en “alarma” a la 2. Así de lineal.
Con la modificación que introdujo la semana pasada el Presidente a su DNU para reforzar las restricciones en el peor momento de la pandemia, Mar del Plata volvió a quedar en la zona más comprometida. Ahora sin que mediara ningún error. Solo faltaba la confirmación del retroceso de fase por parte de la Provincia, que llegó el jueves a la tarde al municipio, el viernes a la mañana al público en general.
Las cartas, a esa altura, estaban jugadas. De allí la reacción que había dejado aflorar el municipio una semana atrás, cuando vio que apenas se necesitaba un parámetro (más de 500 casos acumulados en los últimos 14 días por 100 mil habitantes o una ocupación de camas de terapia intensiva superior al 80%) para bajar de fase. No pasó desapercibido el ímpetu ni su emisor: el secretario de Producción, Fernando Muro, posible candidato en las próximas legislativas.
La acusación al gobierno nacional de haber mentido se retroalimentó enseguida con el alineamiento de concejales oficialistas. “Quieren apagar Mar del Plata”, dijeron. Mensajes demasiado vehementes si se pretendía, como se hizo parecer, generar el ambiente para una negociación. En realidad eran la crítica anticipada y frenética de una decisión que asomaba irreversible.
Kicillof aplicó su lógica de respetar a rajatabla el DNU presidencial, a pesar del estrépito que eso implicaba en este punto de la geografía bonaerense.
No hubo equivalencias entre lo que sucedió hace un mes y lo que ocurrió la semana pasada. Primero, porque lo que cuestionaba el municipio ya no era un cálculo matemático derivado de un decreto presidencial, sino el decreto en sí mismo. Y segundo porque las reacciones no fueron transmitidas en conversaciones reservadas con tono moderado, sino ventiladas por Twitter y comunicados de prensa que acusaban a Alberto Fernández de perpetuar el aislamiento. Si el municipio lograba de ese modo cambiar la letra del DNU o quebrar la conocida lógica del gobernador era un verdadero milagro.
No se advirtió, como dejó entrever el oficialismo local, una animadversión hacia Mar del Plata. En la fase 2 quedaron 121 distritos. Con el mismo razonamiento habría que pensar en un empeño por perjudicar a casi toda la provincia. Tampoco debería sospecharse la existencia de una decisión para atormentar a un distrito de Juntos por el Cambio: la mayoría de los municipios del conurbano, que están en la fase más restrictiva desde principios de mes, son gobernados por el Frente de Todos.
En el momento más tenso del vínculo con la Nación, el Presidente reveló su enojo con Montenegro por no haber parado la administración municipal los días previos a Semana Santa. El “no me quiso escuchar” no fue una respuesta a la embestida municipal por el DNU (porque lo dijo en una entrevista grabada antes de la polémica), pero reflejó una tirantez que el municipio nunca había relatado como tal.
La mayoría de los municipios del conurbano, que están en la fase más restrictiva desde principios de mes, son gobernados por el Frente de Todos.
Ya con los ánimos más calmos, Montenegro desanduvo el viernes la senda de la crítica iracunda que otros pronunciaron con su aval. Después del retroceso a fase 2 en ningún momento habló de una mentira ni de una intención de damnificar a la ciudad. Solo mencionó el cambio de los “parámetros objetivos” del DNU presidencial. Afirmó que complica, confunde y no otorga la previsibilidad que se necesita en estos momentos. Pero insistió en que seguirá dialogando y apostando al trabajo conjunto.
Los parámetros de los que habla Montenegro y que el Presidente tiene facultades para cambiar exhiben, en rigor, dos controversias sobre la mesa. Bianco mencionó una y dejó al descubierto la otra. La que mencionó está vinculada a la población de Mar del Plata que se estima para los cálculos epidemiológicos. El gobierno bonaerense toma los 650 mil habitantes que se desprenden de la proyección del Indec para 2021, considerados sobre la base del censo de 2010; Montenegro está convencido de que esa cifra se queda corta. En la última aparición pública dijo que hay un millón de habitantes. Pero hasta que no haya un nuevo censo seguirá tallando la estadística antes que el cálculo a ojo.
La otra discrepancia no la tiene la Provincia con el intendente, sino con su principal representante sanitario en Mar del Plata, Gastón Vargas. En el mismo momento en que Bianco aseguraba que la ocupación de camas de terapia intensiva era de 63%, el funcionario hablaba de 74%. Es porque cree que la pantalla provincial que refleja ese índice se compone de camas que en realidad no están disponibles. Por el momento no lo escuchan. Y es un dato clave de la pandemia, que no debería prestarse a confusión.
En este contexto hay otro elemento que ni la Nación ni la Provincia pueden dejar de observar. El confinamiento no fue la cuarentena del año pasado ni la fase 2 será lo que dicen los papeles. El hartazgo emocional se entrevera con las necesidades económicas. Ya no son solo los insensibles los que no respetan las normas. Es probable que el margen para los encierros exitosos el Gobierno lo haya dilapidado todo, de una vez, el año pasado. La Provincia colaboró con un aflojamiento parsimonioso de su sistema de fases.
El municipio también enarbola el reclamo de que se acelere el plan de vacunación. Es cierto que en pocos meses se han aplicado más de 10 millones de dosis en el país (cerca de 200 mil en Mar del Plata) y es valorable el esfuerzo. Tan cierto como que todavía no alcanza para que se reduzca la cantidad de contagios diarios, internaciones, muertes y restricciones. El reparto de un millón de turnos esta semana en territorio bonaerense y la llegada de 20 mil dosis a la ciudad acentúan las expectativas.
Con semejante ruido de fondo quedaron en segundo plano las ordenanzas que aprobó el Concejo Deliberante. Las rendiciones de cuenta del primer año de gestión de Montenegro, con fuertes críticas opositoras (incluso de Acción Marplatense), y las normas para garantizar la continuidad del transporte y aumentar el boleto. Justo en la semana en que los usuarios volvieron a quedarse a pie por un reclamo salarial de la UTA.