Alfombra roja en París a las artistas invisibilizadas de la Historia
Presunto retrato de Madame Soustras atando su zapatilla (1802), obra de la artista francesa Marie-Denise Villers.
por María D. Valderrama
PARIS, Francia.- Ni tuvieron un papel menor ni se limitaron a la pintura intimista. París reivindica con fuerza los nombres de artistas mujeres que han pasado desapercibidas en la Historia del Arte, con dos grandes exposiciones en el Centro Pompidou y el Museo de Luxemburgo.
Como “un combate contra el olvido” define la comisaria Martine Lacas la exposición “Peintres femmes, 1780-1830. Naissance d’un combat” (Pintoras mujeres. Nacimiento de un combate), que estará accesible en el Museo del Luxemburgo, junto al Senado francés, hasta el próximo 4 de julio.
Cerca de 70 obras que van del período prerrevolucionario hasta la Restauración francesa se exponen en este museo con el objetivo de acabar con los clichés y “las diferencias maniqueas” que han pesado tradicionalmente en los estudios sobre pintoras.
“La exposición es una prueba de que en esta época había una abundancia de creadoras con calidad en sus producciones, y que no se contentaron en hacer una pintura maternal o de género”, dice Lacas en declaraciones a EFE.
Según esta doctora en Historia y Teoría del Arte e investigadora, es frecuente responder al porqué de la ausencia de “grandes mujeres artistas” en términos de prohibiciones: el veto a las mujeres para pintar desnudos, su menor nivel de formación, la vocación matrimonial o maternal, etc.
Pero si bien estos argumentos son exactos, no son los únicos, y Lacas considera que el término “gran artista” asignado a los hombres es una “presuposición”, una “intención estética y política” que ha determinado que una parte de la investigación documental haya sido omitida.
Es decir, que si estas mujeres no fueron clasificadas como “grandes artistas” es porque no hubo interés en que lo fueran, que quedaron invisibilizadas.
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Además de los nombres más sonados, como Marie-Louise Élisabeth Vigée-Lebrun o Adélade Labille-Guiard, la exposición recupera excelentes pintoras como Constance Mayer, Hortense Haudebourt-Lescot, Marie-Victoire Jacquotot, Marie-Denise Villers, Adrienne-Marie-Louise Grandpierre-Deverzy o Marie-Gabrielle Capet, por nombrar algunas.
De Capet, su concurrida “Escena del taller” muestra cómo los talleres femeninos eran lugares de creación en los que las jóvenes recibían clases de técnica y se profesionalizaban. Allí, las mujeres compartían sus conocimientos y afinaban sus estrategias como pintoras.
Para muchas, por ejemplo, abandonar la pintura histórica fue una decisión personal ya que “económicamente era más inteligente volcarse hacia las escenas cotidianas porque el nuevo público burgués pedía más retratos”.
“No hay que atribuirlo todo a una prohibición o al sexismo. En este período hubo un fenómeno inédito de formación seria entre mujeres que tenían una vocación profesional, que recibían medallas, que dirigían talleres extremadamente famosos y que se juntaban con la intelectualidad parisina”, añade Lacas.
El problema de esta exposición, confiesa su comisaria, ha sido tener que renunciar por falta de espacio a “todas las obras” que le hubiera gustado exponer, la gran mayoría en manos de museos franceses fuera de París o de coleccionistas privados.
Un centenar de artistas en el Pompidou
“Elles font l’abstraction” (Ellas hacen la abstracción) es el nombre de la amplia exposición del Centro Pompidou, que viajará en octubre al Guggenheim de Bilbao con algunos cambios e incorporaciones españolas, y que se centra en el trabajo de las artistas del arte abstracto.
El punto de partida, al igual que en el de Luxemburgo, es releer la historia de la abstracción desde finales del siglo XIX y hasta los años 1980 mostrando la contribución de unas 110 mujeres artistas y poniendo en evidencia el “proceso de invisibilización” por el que ha estado marcado su trabajo.
En más de cuarenta salas, el Pompidou muestra creaciones de artes plásticas, pero también la danza, la fotografía, el cine y la decoración; redescubre la obra de raíces espiritualistas de Georgiana Houghton en los años 1860, de las mujeres de la escuela Bauhaus o el alcance global de estas creadoras.
La cubana Carmen Herrera, la argentina Martha Boto, la brasileña Lygia Clark, la china Irene Chou o la libanesa Saloua Raouda Choucair sirven de ejemplo de cómo las tradiciones pictóricas viajaron más allá del ámbito europeo o estadounidense.
Las figuras más destacadas, como Sonia Delaunay-Terk, Vanessa Bell (hermana de Virginia Woold) o Helen Frankenthaler tienen pequeñas monografías dentro de la exhibición, que pone el acento en el contexto de las artistas y en lo que favoreció o limitó la fama de estas pioneras.
EFE.
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