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Deportes 31 de agosto de 2016

Su evolución como jugador y el legado de la Generación Dorada

"Si quería llegar a un jugar en un nivel alto de competición debía defender mejor y mejorar mi tiro de tres puntos", expresó.

-Algunos técnicos que te tuvieron de chico sostienen que defendías muy poco. ¿Qué pasó en el medio?
-Mucho. Es muy real lo que dicen. Yo no defendía ni a la madre del “Gallego” De Paz (risas). Pero me fui dando cuenta de esa falencia. Sobre todo con la Selección. Supe que si quería llegar a un jugar en un nivel alto de competición debía defender mejor y mejorar mi tiro de tres puntos. Logré cambiar en Estados Unidos. Los físicos de los chicos de mi edad y hasta más chicos eran muy superiores al mío. Allá no podía sacar las ventajas que por ahí conseguía acá. Me costaba más. Hasta me tapaban el tiro de tres puntos. Tuve que hacer el “clic”. Me di cuenta de que si quería jugar en una Universidad buena me tenía que ganar el lugar a partir de lo defensivo. Me enfoqué en eso. En todos estos años traté de mejorar en ese sentido, de mejorar mi físico, sobre todo las piernas. Y después está la confianza. No creo que haya un secreto en ese sentido. Que trabajando tal o cual parte de tu cuerpo encontrás la llave de la defensa. Es muy importante la cabeza, proponérselo. A mí mis entrenadores en Mar del Plata me insistían sobre lo de mejorar mi defensa desde que tenía diez años. Yo les decía que sí, pero dentro de mi cabeza no me lo proponía. Uno se tiene que comprometer a hacerlo. También influyen las situaciones. Yo no tenía otra. A lo mejor, en la Liga Nacional, es distinto. A un jugador que promedie 18 puntos por partido, por decir algo, tal vez no le machaquen demasiado la parte defensiva porque la necesidad del equipo es que ese jugador tenga los cuarenta minutos sus energías puestas para atacar. De otro modo, no le darían las piernas. Pero yo me gané el lugar convirtiéndome en un jugador de rol. Entraba a defender y así encontré mi espacio. También en la Selección. Ahora la meta es ganar experiencia y energías para poder cumplir con las dos funciones.

-Tenés una buena comprensión del juego. ¿Cómo la trabajaste?
-Creo que todo eso sucedió por las selecciones formativas argentinas, en las que comencé a los 14 años, en la U15. Los tuve a (Enrique) Tolcachier, (Marcelo) Germanetto, Diego Brazzale. Todos esos entrenadores tuvieron un montón de paciencia con todos los chicos. Hicieron un trabajo fenomenal porque nos explicaron cada detalle y cada movimiento del juego de la Selección mayor. Nos lo fueron inculcando desde muy chicos. A ocupar los espacios, a movernos. Ahí creo que fue donde empecé a aprender y a esa edad uno absorbe mucho más y se siente más cómodo.

-Integraste muchos grupos diferentes de equipos. En inferiores en tu club. En los seleccionados formativos. En la Universidad. ¿Qué tiene de distinto el grupo de la Generación Dorada?
-Hay muchas diferencias. No creo que se pueda comparar ningún tipo de equipo con la Generación Dorada. Principalmente por las experiencias que tiene. Ganar dos medallas olímpicas, jugar la final de un Mundial y, sobre todo, el legado que han dejado. No solamente en el país, sino a nivel global. No se puede comparar con nadie. Estar adentro de la cancha con ellos es algo muy lindo y especial. Es totalmente distinto. No hay posibilidades de describir cómo se vive desde adentro con ellos. Y desde afuera tampoco. Es una gente tan profesional y al mismo tiempo tan humilde, generosa y comprometida con un objetivo claro.

-¿Qué es lo más importante que te han dejado fuera de la cancha? Porque más allá de las virtudes del juego, han cambiado la forma de manejar la Selección. Hay un antes y un después de ellos…
-Sí. Cuando los conocés, no te sorprende para nada que ellos estén en la situación en que están. Son obsesivos por este deporte. No sólo a nivel individual, sino colectivo y también para todo el país. Porque ese compromiso y responsabilidad por el deporte, lo que hacen, se ve reflejado. Y eso, otros deportes no lo tienen. Se metieron dentro de la Confederación para tener un futuro mejor y dejar un mejor legado. Algunos están casi al final de sus carreras y van, meten, trabajan. Podrían usar su tiempo libre para estar con sus familias o irse de vacaciones y en lugar de eso, vuelven y dedican su tiempo para que el país pueda disfrutar de un mejor básquet. Es algo muy grande que habría que agradecerles toda la vida y va a ser muy difícil de imitar.

-A veces es como si no nos diéramos cuenta de lo importante que es y de todo el respeto que genera la Selección Argentina de básquetbol en el mundo. ¿Tienen que pasar cosas como las que pasaron en los Juegos Olímpicos para abrirnos los ojos?
-Nosotros tampoco nos dábamos cuenta, pero lo notábamos adentro de la cancha. A pesar de que no teníamos el gran nivel que ha tenido la Selección otros años, los equipos nos respetaban. Tardaban un poquito en entrar en ritmo. Se los notaba tensos, nerviosos porque sabían que estaban jugando contra un país con tanta historia, con tanto poder basquetbolístico. El saludo de Mike Krzyzewski con Sergio Hernández y el respeto con que los jugadores de la NBA despidieron a Manu Ginóbili es sólo una muestra de todo lo que significa el legado que han dejado.