Los recursos del lenguaje inclusivo son marcas lingüísticas de disenso
Un texto especial para LA CAPITAL de Valeria Sardi y Carolina Tosi, autoras del libro "Lenguaje inclusivo y ESI en las aulas", que acaba de publicar Paidós Comunicación.
Por Valeria Sardi y Carolina Tosi
¿Por qué genera tanto rechazo el lenguaje inclusivo? ¿Cuáles son las causas o argumentos que esgrimen sus detractorxs? ¿Qué motivaciones esconden esas expresiones?
Recientemente, en redes sociales, se volvió viral el comentario de algunx famosx que publicó o compartió en sus redes sociales un mensaje contra el lenguaje inclusivo, y así se reactivaron la polémica y el debate. Esos mensajes, que generalmente degradan y ridiculizan el lenguaje inclusivo –y con ello a las personas que lo usan y que lo defienden, recurren a dos tipos de argumentos centrales.
Por un lado, apelan al criterio de corrección y purismo de la RAE. Parten, así, de la idea de que el lenguaje inclusivo “deforma” la lengua española. Ahora bien, ¿existe una lengua pura? Sabemos que no. En toda lengua hay variación y, como sostiene López García (2018), “todas las lenguas cambian en el tiempo y en el espacio: el cambio es su característica definitoria”. Sin embargo, por ahora no podemos decir que el lenguaje inclusivo sea un cambio lingüístico. Habrá que esperar algunas décadas para saber si se sistematiza en la lengua, es decir, si todxs lxs hablantes lo utilizan. Por ahora, el lenguaje inclusivo se desarrolla en el nivel discursivo. Un sujeto utiliza la x y la e para generar un determinado efecto de sentido, es decir interviene su discurso con el fin de mostrar una objeción al binarismo: femenino-masculino. Y ahí está el eje del problema. No creemos que moleste tanto la supuesta “incorrección”, sino el efecto generado al visibilizar las identidades no binaries y, por tanto, poner en entredicho la relación determinista entre sexo biológico y género.
Por otro lado, estos mensajes virales suelen menospreciar el lenguaje inclusivo al compararlo con otros códigos, lenguajes y problemáticas de personas con discapacidad. Aquí encontramos ciertos imaginarios de base. En primer lugar, se plantea un enfrentamiento o una competencia entre identidades históricamente desplazadas y discriminadas. Parecería que las luchas de los colectivos LGBTTIQA+ no tuvieran valor o cuenten con menor significatividad que la de personas con discapacidad. No encontramos sentido alguno a esta “competencia irrisoria”. En segundo lugar, tales mensajes suelen ser viralizados por personas que se configuran como portavoces y defensores de niñxs, jóvenes y adultxs con discapacidad, desconociendo, en muchos casos, sus necesidades, problemáticas y deseos. Incluso, mencionan lenguajes y códigos que en general desconocen y, así, se brindan ejemplos con graves errores, como que en una tablet se pueda leer en braille.
Como investigadoras del lenguaje y la educación, en el libro Lenguaje inclusivo y ESI en las aulas (Paidós) indagamos el lenguaje inclusivo en el ámbito educativo en los diferentes niveles –especialmente en el secundario, universitario y en la formación docente–, porque ya ha ingresado a las aulas y también nos preocupamos por el impacto que tiene en las personas con discapacidad y, por ello, en uno de los capítulos tratamos el tema y los problemas que pueden suscitarse y que especialistas, como Pilar Cobeñas (UNLP), atienden. Por ejemplo, para las personas con discapacidad visual o motriz que utilizan lectores de texto, el uso de la x y la @ pueden ser obstáculos para su lectura.
En tercer lugar, al indagar la relación entre lenguaje inclusivo y Educación Sexual Integral (ESI) nos ocupamos de problematizar cómo, si bien en los Lineamientos curriculares para la ESI (2008) se utiliza lenguaje no sexista, en las aulas el lenguaje inclusivo es un emergente lingüístico -lxs estudiantes lo usan o reflexionan con lxs docentes en relación con su utilización- y opera como disparador, en muchos casos, para problematizar en torno a la existencia de múltiples identidades que se expresan discursivamente o que se sienten incluidxs a partir de la utilización del lenguaje inclusivo -además de los marcos legales que se han sancionado para construir una conciencia social de la existencia de géneros en plural-.
En este sentido, la ESI viene a poner en cuestión ciertas representaciones anquilosadas de las identidades -entre ellas la de las personas con discapacidad- que reproducen algunas miradas capacitistas, como la negación de la sexualidad, la dicotomía diferencia/deficiencia que promueve una mirada desde el modelo médico que clasifica a las personas con discapacidad por “tipos de discapacidad” y presenta a la discapacidad como un déficit intelectual, motriz o sensorial. En efecto, la ESI aporta a la ampliación de la mirada sobre la sexualidad como algo que construimos a lo largo de nuestras vidas y propone tener en cuenta dimensiones como los géneros, el sexo, las relaciones sexoafectivas, las identidades sexogenéricas, la intimidad, la orientación sexual, la reproducción y el erotismo (Ramos, 2019). Asimismo, rompe con la mirada biologicista y preventiva para promover una mirada integral, multidimensional y con perspectiva de género sobre la sexualidad.
En definitiva, lo que creemos que molesta es que personas de la comunidad LGBTTIQA+ visualicen su identidad en el discurso. Entendemos, así, que los recursos del lenguaje inclusivo (la e y la x) son marcas lingüísticas de disenso, en tanto funcionan como espacios de puesta en escena de la otredad genérica y emergen como huellas de la diversidad históricamente soslayada. Sin dudas, todas estas formas de lenguaje inclusivo generan efectos de sentido que nos interpelan como hablantes y por eso muchas veces (nos) incomodan y desestabilizan.
Con todo, en el libro de nuestra autoría Lenguaje inclusivo y ESI en las aulas nos proponemos abonar al debate, presentar conceptualizaciones y teorizaciones en torno al lenguaje inclusivo y su relación con la ESI en los contextos educativos, y, fundamentalmente, imaginar un mundo más igualitario y más vivible para todxs.
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