Hoy observé cómo se quemaba la casa de un vecino. Eso le enseñará a su perro a no reírse de mí. A él y a toda la familia, sobre todo a ese tonto de Paolino que parece un demonio. ¿¡Qué padres no psicóticos le pondrían Paolino a su hijo!? Y el perro también debe seguir el linaje detestable de la casa: familia atípica que busca ser la familia tipo; padre insulso que pretende demostrar dureza con insultos de entrecasa y una mujer que desearía acostarse con un vecino o amigo cercano de su marido, pero cuyo triste aspecto repele hasta al más necesitado. Nada encaja en esa casa (ahí se van las cortinas), ni siquiera el tamaño de la puerta o la ubicación del buzón de las cartas (también se quemó). Por lo menos el perro va a aprender la lección, pero la familia es dura. Esos reos no se quiebran fácilmente. Habría que empujarlos por el sótano (descubrí que tienen uno y se entra por la parte de atrás) y encerrarlos. Pero el perro ladraría. Bueno, no ahora que aprendió la lección. Está el estúpido perro ardiendo en su estúpida casa. Porque así le llamaban a la cucha. ¿Pero qué se puede esperar de un cobarde y una zorra fracasada que llaman Paolino a su hijo? Nada. Es el ejemplo de lo clásico. Una familia disfuncional. Una casa estructuralmente desordenada como sus hábitos y costumbres. Un perro que ladra porque puede hacerlo y una tarde en que todo arde en llamas. ¡Hoy es un gran día! Deberían vivir para poder verlo. ¿Es demasiado tarde? Creo que Paolino grita desde el sótano, pero la puerta tiene trabas contra idiotas, y el padre no podría abrirla porque tampoco pasa la prueba. En cambio la madre quiere tomar coraje y se quema el pelo en el living porque las llamas le agarraron la lámpara de mimbre de la abuelita, que ya la escucho gritar desde el cielo: ¡vamos, vengan, vengan que los estoy esperando! Seguro que la vieja les va a contar toda la verdad. Apuesto a que desde allá arriba se sabe todo. Me da igual. Yo no incendié la casa. Aunque siempre fantaseé con hacerlo, yo no fui. Fue un accidente doméstico de una familia incompetente con un perro tonto. Pobre perro. Ellos sí que se separan. El infierno para humanos y el infiero para perros. Eso sí, todos al infierno, por idiotas. Pero todavía es temprano. Voy a apagar el fuego y a seguir divirtiéndome un rato más.
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