Los premios literarios, una posibilidad de visibilizar nuevas voces
Tres escritores hablan sobre el circuito que establecen los concursos, las posibilidades que genera la presentación a un certamen y la visibilidad que puede alcanzar un autor.
María Belén Aguirre.
por Carlos Daniel Aletto
Con récord de inscriptos en los últimos años -como los 4520 postulantes que recibió la convocatoria al concurso de Letras del Fondo Nacional de las Artes 2021 que finalizó el 18 de febrero- y a través de una diversificada oferta que condensa los organizados por editoriales, festivales o instituciones públicas, los premios literarios se afianzan hoy como una instancia que permite visibilizar autores inéditos en un mercado con poco margen para apuestas de riesgo, promover géneros desdibujados en el mapa editorial y hasta funcionar en algunos casos como recurso de marketing para aumentar la circulación de escritores ya consagrados.
Guillermo Martínez, María Belén Aguirre y Juan Ignacio Pisano, tres escritores recientemente premiados, dialogaron con Télam sobre el circuito que establecen los concursos, las posibilidades que genera la presentación a un certamen para un autor que está trabajando una obra sin plazos establecidos y la visibilidad que puede alcanzar un autor al momento de dar a leer su obra a nuevos lectores.
“Yo también publiqué mi primer libro gracias al Premio del Fondo Nacional de las Artes en 1989”, dice Martínez. El autor de “Infierno Grande” asegura que el mecanismo de los premios literarios siempre le pareció “más justo, abierto y democrático que la circulación de favores y favoritismos en el mundo cultural”.
La última ganadora del Concurso de Letras del Fondo Nacional de las artes 2020 con su poemario de terror “Siamesas”, la escritora tucumana María Belén Aguirre, confiesa que a los premios se llega por necesidad: “Nadie que no sintiera una necesidad (interior o exterior), se atrevería jamás a poner su obra en tela de juicio”, justifica su mirada y agrega: “Es como cuando uno siente que algo de su salud física, mental o espiritual no va bien; y acude a un médico, a una bruja o a un curandero. Va para pedir ayuda. Una ayuda que, por lo demás, siente que merece recibir”, enfatiza.
Al conocerse la decisión del Fondo Nacional de las Artes de lanzar su tradicional certamen de Letras destinado en 2020 a tres géneros -terror, fantasía y ciencia ficción-, una de las críticas que se hicieron es que esta propuesta dejaba afuera el realismo o que restringía la posibilidad de presentarse a poetas. Sin embargo, el premio fue para una representante de la poesía como Aguirre, que además apostó con su obra a resignificar distintos textos de la literatura clásica y de la vida política argentina.
Premios y convocatorias
Entre los concursos pensados desde la esfera pública se encuentra también el que lanzó recientemente el Ministerio de Cultura: el Premio Storni de Poesía 2021, que otorgará un premio de 150.000 pesos y dos menciones de $50.000 y busca premiar a una obra inédita, con el objetivo de reconocer y fomentar la producción poética argentina y así colaborar al creciente interés general por la poesía por parte de la sociedad y el mercado editorial.
Los premios también permiten a autores inéditos acercar sus obras a nuevos lectores, ya que más allá de no resultar ganadores, se posicionan en un nuevo ámbito de recepción y también permite a las editoriales establecer una instancia de acercamiento con voces hasta ese momento desconocidas.
En esa línea se encuentra el Premio Novela Fundación Medifé Filba que ya tuvo una primera edición en 2020 y la semana pasada abrió la inscripción para una segunda convocatoria.
El primer ganador de esta convocatoria, Juan Ignacio Pisano, dice que los concursos literarios son, en muchas ocasiones, foco de debate, pero que habría que distinguir los tipos de conflictos que pueden generar (dejando de lado todo lo que sea delito o acomodo, que corresponde pensar en otra perspectiva).
“Una cosa es debatir al jurado y su composición, que creo que es una de las líneas más productivas dado que en ello se juega el gusto estético y la literatura como apuesta política y ética; otra cosa es establecer una crítica de la institución que lo lanza y sus criterios (como ocurrió con el FNA en 2020), aspecto también productivo; y otra muy distinta es criticar a la institución ‘concurso’ en sí misma”, asegura el autor de “El último falcón”, la novela ganadora publicada por Baltasara.
Recurso y difusión
Martínez está convencido de que participar de un premio literario es un recurso para “aquellos que no tienen vinculaciones o amigos en el mundo editorial o del periodismo cultural” y sostiene que estos nuevos escritores son los que renuevan año a año el panorama de literatura argentina, con la incorporación de nombres hasta entonces desconocidos.
En esa misma dirección, Aguirre sostiene que a los premios se llega por convicción: “Nadie que íntimamente se sintiera un perdedor, participa en un concurso, nadie que no creyere en el valor de su obra, se atreve a participar” y confiesa que en su caso fue así: “Móviles del orden de la fe y de la escasez económica, me alentaron”, asegura la poeta tucumana.
“Los concursos tienen un rol central en la difusión y publicación de la literatura desde hace mucho tiempo”, asegura Pisano y agrega que “eso no significa que sean infalibles o que den un veredicto como verdad absoluta. Hay que entenderlos como intervenciones en el campo literario que, como toda intervención cultural, tiene un contexto (es decir: un espacio, un tiempo y unos actores determinados)”.
Martínez, ganador de varios premios internacionales como el Premio Planeta, el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez y el Nadal de novela 2019, manifiesta que “si los jurados son rigurosos y honestos, un concurso es lo que más se parece al referato internacional de las revistas científicas, y es una oportunidad, aún para los que no ganan, de recibir la lectura y la crítica de escritores que tienen más experiencia y oficio”.
Singularidades
Pisano piensa que los premios literarios pueden generar “una lectura crítica, es decir, una mirada que diferencie, que compare, que coteje, que señale alternativas posibles, y que en su productividad permita repensar el futuro”.
Y expresa: “Uno de los puntos que hay que tener en cuenta en la contextualización y la lectura crítica es si se trata de un concurso propio de una editorial, de una fundación o del Estado. Y, a la vez, si son premios a textos inéditos o para textos publicados (de este tipo, solo tenemos en Argentina el reciente premio Medifé Filba). Cada caso tiene su singularidad y sus modos de abordaje. Y es en esas singularidades como deberían, creo, pensarse”.
Como piensa Martínez, la poeta tucumana sostiene que un premio es, sin dudas, un reconocimiento que estimula a continuar, pero dice que su “gran superstición ha sido siempre el poder paralizante de los premios; que el ganar suponga un dormirse en los laureles, un impedimento para seguir escribiendo. Porque escribir es más importante que ser premiado”.
“Pero también la codicia del premio me aterra; la ambición de ganar, ganar, seguir ganando. La prisión del premio”, titula su miedo Aguirre.
Pensando en la cocina del escritor, Martínez señala que no menos importante que los premios siempre son “una buena excusa para corregir borradores y terminar esa novela a medias” y enumera una lista de escritores que fueron descubiertos o consagrados a partir de un concurso: Abelardo Castillo, David Viñas, Isidoro Blaisten, Claudia Piñeiro, Marco Denevi, Carlos Chernov, Leopoldo Brizuela, Esther Cross, Pedro Mairal, Gabriel Bellomo, Gustavo Nielsen, Samanta Schweblin, Leila Sucari y Agustina Bazterrica.
Ante la consulta si los premios han sufrido alguna devaluación, Aguirre explica que están “literalmente devaluados. Están por debajo de lo que deben valer. Como verás, no soy menos miserable que el resto de los mortales. La cultura en nuestro país vale muy poco, es demasiado barata. Un vuelto, una propina. La cultura en nuestro país desalienta. Y lo que es peor, nos vuelve a todos contrincantes. Y lo que es aún peor, vuelve a la Literatura un campo de batalla, un circo romano, donde ganar –al final- es salir perdiendo”, concluye la poeta.
“Finalmente, y dada la proliferación de libros en las mesas de novedades y el hecho desagradable, pero real, de que en las librerías la literatura lucha en una segunda línea detrás de los manuales de autoayuda y las confesiones de las estrellas de televisión, un premio es una de las pocas luces que pueden encenderse sobre un libro para ayudarlo a existir”, dice Martínez a la hora de concluir su idea.
Télam.
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