Los primeros habitantes de la costa, hace más de 12 mil años
Los arqueólogos Mariano Bonomo y Diana Mazzanti investigaron la vida de los primeros moradores de la franja costera y la zona serrana. Qué comían, cómo se vestían y cuáles eran sus costumbres.
Piedras talladas que los primeros habitantes de la región emplearon como herramientas de trabajo y de caza.
Por Bruno Verdenelli
Para Florentino Ameghino, la raza humana había surgido en la región pampeana. Murió creyéndolo en 1911. En décadas posteriores, los investigadores más sagaces concluyeron que no: nuestros antepasados salieron de la actual África, emigraron hacia lo que hoy se conoce como Siberia y, desde ahí, y en plena desglaciación, cruzaron por el estrecho de Bering hacia el continente que, miles de años después, otros llamarían América.
Los arqueólogos Mariano Bonomo y Diana Mazzanti pasaron sus respectivas carreras tras las huellas de los primeros habitantes de la costa atlántica y el cordón serrano de Tandilia. Literalmente. En base a mucho tiempo de estudio e innumerables cantidades de objetos hallados en estas tierras, ambos se encuentran en condiciones de decir que los humanos arribaron a las mencionadas latitudes en algún momento aproximado de hace 12, 13 o 14 milenios.
Si bien sus conocimientos se basan en distintos indicios que fueron recabándose, las principales razones que avalan sus posturas, estrechamente vinculadas entre sí, son los huesos de animales que encontraron en varios sitios entre el mar, la llanura y las cuevas de las sierras.
Bonomo, investigador del Conicet, profesor de la Universidad Nacional de La Plata y jefe alterno de la División Arqueología del Museo de La Plata, basó su tesis doctoral en las tareas realizadas sobre la franja costera. Desde muy joven, sintió inquietud por saber cómo había sido la vida de quienes habitaron, en el pasado remoto, la misma zona del planeta en la que él creció.
Bonomo y su equipo realizando trabajos de búsqueda en la zona del Alfar.
En las labores de campo, el marplatense y sus colaboradores encontraron restos de piedra tallada, con las que las poblaciones indígenas hacían sus herramientas: cuchillos de piedra, raspadores que se utilizaban para trabajar los cueros y raederas para la madera. Pero lo más importante, como se explicó antes, son los huesos de los animales que consumían los humanos de entonces.
“Los materiales aparecen asociados, aparecen en el mismo lugar. Los huesos en muchos casos están quemados o tienen marca de filos de piedra, rayas, que analizándolas podemos saber que se trata de huellas de cortes. Además, por las fracturas particulares, y están quemados, producto del fuego. Esas son tres evidencias que se emplean para saber que esos animales fueron consumidos”, señala Bonomo a LA CAPITAL.
Y agrega: “Cazaban un guanaco, que eran la principal fuente de alimentación, y no transportaban el animal entero porque era muy pesado. Transportaban a una cueva o al mismo aire libre, donde estaban los campamentos, una parte de los animales. Nosotros encontramos restos de partes, y eso nos hace pensar que era de esta forma”.
Sociedades nómades
Tanto Bonomo como Mazzanti sostienen que las sociedades que habitaban lo que hoy constituye la región comprendida por los Partidos de Tandil, Balcarce, General Pueyrredon, General Alvarado, Tres Arroyos, Lobería y Mar Chiquita “eran nómades”. “Los indígenas que ocupaban la llanura, las sierras o la costa eran los mismos en esta zona. Se iban moviendo según la época del año. La piedra la obtenían de las cuevas, salvo los rodados costeros, que están en la parte de playa”, cuenta el investigador.
Por su parte, su colega dice que “son muchas generaciones de personas que vivieron en esta zona, que vivieron con calidad de vida; era gente que interactuaba con otros humanos, tenían vínculos y alianzas, cuya estrategia ha sido la movilidad, y eran grupos vinculados familiarmente”.
“Se las llaman tribus cazadoras recolectoras por el tipo de economía que tenían. Conocemos los vegetales que juntaban para prender sus fogones. Pudimos analizar los trozos de carbón, la leña recolectada en esa época, que se fecha Carbono 14, un método radiométrico para obtener cronología. Se analizó en Estados Unidos, y el resultado del análisis microscópico estableció la especie botánica: así sabemos que hay sauces desde hace 10 mil años, también arbustos, tala, curro, la vegetación que hay en la sierra ya estaba entonces, y muchos otros datos”, especifica.
Según Mazzanti, nuestros antepasados “probablemente vivían en toldos y usaban las cuevas para algunas otras razones”. “Sabían muy bien dónde cazar, dónde abastecerse de la roca, dónde guarecerse. En este caso estamos hablando de alrededor de 13 mil años de vida humana y a la especie le fue muy bien. Estudiamos mineralogía y así supimos cuáles eran las rocas más utilizadas para cortar, cazar, trabajar en cuero -que desapareció porque es un material que en la pampa húmeda no se conserva-, y desechos de la talla”, señala.
Falsos “primitivos”
Los investigadores coinciden también en que las sociedades de aquél entonces tenían una organización y que “hablar del concepto ‘humanos primitivos’ es complicado, porque es hablar de tecnología”. “Decir eso es pensar que eran menos avanzados, pero eso es muy de nuestra propia sociedad. Por ejemplo, ellos resolvían mucho mejor el paso de la infancia a la adultez, con una ceremonia, y se terminaba la infancia… Otro ejemplo: ningún miembro de estas sociedades pasaba hambre, en la nuestra sí”, indica Bonomo.
Y añade: “En La pampa, por ejemplo, hay un elemento que a mí siempre me llamó la atención: estas sociedades no practicaban la agricultura, a pesar de tener la tierra más fértil. Vivían de la caza de animales y la recolección de las plantas silvestres, o huevos de ñandú. Desde el pleistoceno final, hace 12 mil años, fue así. Los recursos marinos -almejas, berberechos y demás- no fueron consumidos; lobos marinos sí, pero de manera esporádica”.
En el sitio arqueológico Alfar, cerca del Faro -a 650 metros de la costa-, sobre el arroyo Corrientes, Bonomo y su equipo hallaron huesos de lobos marinos. Ese sitio tiene un antigüedad estimada de 5.700 años. “En toda esa zona estaba la lobería grande. Incluso cuando se fundó Mar del Plata una de las cosas que se promocionaban era la caza de lobos marinos. Y ahí aparecen restos de lobos y de crías de lobos que fueron consumidos. Además de consumir estos animales también explotaban los venados de las pampas, los peludos, las mulitas, la vizcacha, el ñandú y roedores como el tuco tucos”, precisa el investigador.
Por otra parte, en la zona de Tres Arroyos aparecieron restos de moluscos no consumidos junto a restos humanos, por lo cual se presume que eran utilizados en collares, tobilleras o pulseras. “Esto muestra el significado que tenían estos moluscos del mar, que eran utilizados de otra forma, en ambientes rituales, como en los entierros de una persona. Y no hay posibilidad de que hayan llegado hasta ahí si alguien no los llevó, porque están a 40, 60 e incluso cientos de kilómetros de la costa. Evidentemente eran un símbolo para estas poblaciones, como siguen siendo ahora para la gente, que junta caracoles en la playa y los usa de adorno o en sus prendas”, menciona Bonomo.
Cambios
Si bien por diversos estudios se sabe que las piedras se siguieron tallando así por varios milenios, otros indicios dejaron entrever que, en los últimos 3 mil años, las dietas de los humanos cambiaron. “Sabemos por estudios químicos que en ese período empezaron a depender más de los recursos de la llanura y no tanto de los marítimos. Vemos cambios en las puntas de proyectil, lo que tiene que ver con la incorporación del arco y la flecha. Y hay otro elemento que son los contenedores de cerámica, que se incorporan al final de esa etapa. Los alimentos no están directamente expuestos al fuego, empiezan a hervir agua y caldos, con este tipo de tecnología”, enseña Bonomo.
Un detalle importante es que estos grupos de personas que vivieron en la zona de la costa atlántica y el cordón serrano de Tandilia no tenían nombre. O al menos no se conoce que así fuera. Las primeras denominaciones de tribus se remiten a la colonización, en la etapa posterior a 1492. “Hay poca información hasta ese momento: los que empiezan a darles sus nombres son los españoles. Desde ahí para atrás es muy difícil saber si los tenían. De lo que pasó hace 500 años para atrás no se sabe exactamente, porque había migraciones… Hay una mención de Juan De Garay, a fines del siglo XVI, en la que habla de la existencia de la lobería y dice que observó personas con ropa de tipo andina. Eso demuestra que existía esa interacción con grupos de mapuches y sociedades que venían desde el otro de la cordillera, o desde el norte de la Patagonia, como los tehuelches; y que había intercambio de bienes”, precisa Bonomo.
Por último, el arqueólogo marplatense se refiere a la aparición de huesos humanos en los médanos o en las playas de la costa atlántica. El último hallazgo tuvo lugar en octubre de 2015, cuando dos turistas caminaban por la arena de Mar Chiquita y se toparon con restos óseos de tres personas.
“Es común que aparezcan esqueletos en los médanos o la playa. Era un lugar recurrente de entierro la costa. Varios de los restos que encontró Florencio Ameghino estaban en esos lugares. Esos datan de 7 mil años aproximadamente”, concluye.
El descubrimiento y la destrucción de “Tixi”
Diana Mazzanti estudió la carrera de Antropología con Orientación en Arqueología en Mar del Plata. Empezó poco antes de que “desgraciadamente” la dictadura la cerrara. Pero ella, por fortuna, logró terminarla, y después cursó Historia, tras lo cual se volcó a la docencia y la investigación de las sociedades indígenas locales y regionales.
“Cuando cerraron las carreras la única arqueóloga era yo. Al principio fue muy difícil. Ahora hay un desarrollo enorme, se incrementó en los últimos 20 años. Se forman equipos, hay muchísima gente”, celebra. Y agrega: “Cuando yo empecé no estaba construida la arqueología. Somos varios que empezamos en la zona pampeana. En 1980 comencé a investigar la línea arqueológica en la sierra. El primer sitio que descubrí es un alero que llamamos ‘Molina I’. Y después seguimos con el descubrimiento de ‘Tixi’, el más importante a nivel internacional en la zona, porque tenía una conservación óptima en cuanto a la materia orgánica”, explica.
La antropóloga Diana Mazzanti y su equipo trabajando en la cueva Tixi de Sierra de los Padres.
“Cueva Tixi” data de 12 mil años atrás, aproximadamente. Queda en uno de los límites de los partidos de General Alvarado y Balcarce. “Lamentablemente hace dos años se metió un tipo y arruinó todo con una pala. Se había conservado naturalmente con señalización y demás”, cuenta la investigadora, todavía con una mezcla de bronca, tristeza e impotencia.
En ese lugar, precisa Mazzanti, “había restos de fauna introducida por el hombre y aquella que murió en el lugar, consumida por otros animales: zorros, mulitas, lechuzas, o presas para alimentarse, y también fragmentos de cerámica y vasijas”.
“La riqueza arqueológica en la zona pampeana es enorme, pero el problema es conservar los lugares. El crecimiento urbano ha pasado por encima de muchos. En la pampa los humanos están desde hace aproximadamente 14 mil años. En Lobería, por ejemplo, hay sitios fantásticos. Lo mismo en el sur de la provincia”, añade.
Para finalizar, la investigadora cuenta que en la zona de las sierras no han sido hallados cementerios o sitios en los que se hayan realizado sepulturas de hombres, mujeres y niños, pero sí coincide con el arqueólogo Mariano Bonomo en que a los largo de las playas de la costa atlántica se producían este tipo de ceremonias, y cita como ejemplo el hallazgo de huesos humanos ocurrido en 2015 en las playas de Mar Chiquita.
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