Leonardo Padura: “En Cuba mi trabajo no recibe la menor promoción por los medios oficiales”
El escritor cubano presentó “Como polvo en el viento” y participó del ciclo Verano Planeta 2021. Charló con LA CAPITAL y analizó la historia que narra en esta larga novela: la identidad cubana, la necesidad de supervivencia, su relación con Argentina y la honestidad para criticar desde adentro el modelo de la isla. “La escasez es una maldición que nos persigue”, señaló.
Por Paola Galano
Con una sencillez envidiable y un ritmo narrativo tranquilo, el escritor Leonardo Padura cuenta la historia de dos generaciones de cubanos: la que tenía treinta años en los ’90 y la que transita los “veintylargos” en la actualidad. Es decir, los hijos y nietos de la Revolución Cubana.
En “Como polvo en el viento” (Tusquets), una novela de más de seiscientas páginas que va y viene entre esos dos tiempos, aparecen detalladas las vidas de cada uno de los amigos y amigas que integra “el Clan”, tal como denominan a su grupo estos universitarios graduados en ingeniería, medicina, informática, veterinaria, diseño, física y arquitectura, quienes se conocieron en su primera juventud.
Todos personajes entrañables, formaron entre ellos la familia elegida. Y entablaron relaciones profundas y persistentes, que no desaparecen a pesar del exilio al que muchos se ven arrinconados, a pesar de la diáspora de la cubanía y del desarraigo que experimentan por tener que elegir otras sociedades en las cuales desarrollar sus enormes capacidades intelectuales.
“Aunque debo confesarte que, de los jugadores que he visto, no creo
que Maradona ni Messi hayan sido los mejores. Creo que fue Riquelme”
“Nos han pasado casi todas las cosas. A veces pienso y no sé cómo hemos llegado hasta donde estamos”, dice Clara, acaso el personaje más querible de la novela. Es la mujer que mantiene unido al grupo, la que decide no partir nunca de la isla y la dueña de una casa que parecía tener un imán: allí el Clan sucedía y mantenía sus encendidas tertulias.
El contexto de la historia del Clan es el de la caída del comunismo. La crisis en Cuba se agranda y el pueblo vive todo tipo de carencias: “…el país se quedaba sin aliados políticos, pero sobre todo sin alimentos, petróleo, transporte, medicinas, papel y hasta cigarros y ron”, escribe Padura. Y sigue: “Lo evidente resultó que la realidad de la isla entró en un túnel oscuro cuya salida no se vislumbraba”.
Por eso los personajes entablan una lucha desesperada por la supervivencia diaria. Algunos no dudan en partir: España, Estados Unidos, Puerto Rico y Argentina son los destinos elegidos. Otros permanecen y se las ingenian para enfrentar el hambre. “Como polvo en el viento” no solo es la crónica de un desencanto, también es la historia tan humana del deseo de sobrevivir y empezar de nuevo, mientras se hace lo imposible por mantener aquellos lazos de amor que aportan identidad al grupo de amigos.
Y entre exilios y distancias, una “bomba” explota en la nueva generación de jóvenes cubanos, que también busca otros horizontes más allá del mar de Cuba. Una foto de los mejores días del Clan que publican en Facebook permite empezar a desentrañar la vida enigmática de Elisa, la mujer que decide desaparecer de la isla de buenas a primeras y que se va mientras cursa un embarazo.
Los destinos se cruzan, el pasado siempre vuelve, como un bucle del tiempo, como el karma. “Todo lo que se hace conduce a ese algo, benéfico o perverso, que uno esperó o que uno no imaginó, pero forjó con o sin conciencia. A tal encadenamiento de causas y consecuencias muchas personas lo llaman suerte (buena o mala) o destino. Pero en verdad es karma: la causa que desata una suma de consecuencias, de alguna forma predecibles si se le siguen sus rastros”, escribe el autor.
Entrevistado por LA CAPITAL a través del correo electrónico, Padura se refiere a la honestidad con la que escribió esta larga novela, que aplica una mirada crítica sobre la política de su país. Se refiere a la condición de cubano, explica por qué el nombre de Fidel (Castro) solo aparece una vez en el libro y habla de su cercanía con Argentina, pues varios personajes terminan vinculados con Buenos Aires. “De los jugadores que he visto no creo que Maradona ni Messi hayan sido los mejores. Creo que fue Riquelme”, polemiza el escritor.
-La identidad aparece como el gran tema de “Como polvo en el viento”: cómo se lleva la “cubanidad”, qué es ser cubano y cómo se vive esa nacionalidad aún en el exilio. ¿Le parece que se iguala el ser cubano a la condición de sobreviviente?
-Definir una pertenencia siempre es difícil, más cuando se trata de un proceso en curso, que no ha terminado y es variable. La relación con un territorio es algo casual: uno nace donde nace. Pero luego uno crece, vive y se convierte en la persona que es, en un tránsito causal, definido por circunstancias históricas, culturales, epocales concretas. Los cubanos, por ello, pueden nacer en Cuba pero tienen que vivir como cubanos para serlo. Permeándose de características singulares, aprendiendo códigos propios, que hacen de un cubano lo que, o sea, un cubano…o de un argentino, un argentino, según el caso. Si tuviera que anotar elementos distintivos anotaría el uso de una lengua, de acuerdo a una norma insular cubana, la percepción de una historia propia, la práctica de una cultura (la relación con prácticas como el béisbol, artes como la música, la religiosidad) y, por supuesto, el peso de la insularidad que no es solo geográfica. Como ves, he hablado mucho, pero no he definido nada, solo he ido rodeando el carácter de esa pertenencia, porque no me es posible hacerlo más definitivo. Y respecto a la condición de sobreviviente… pues creo que todos lo somos, en todas partes. Ahora mismo somos sobrevivientes de la pandemia. Y no creo que los cubanos hayamos vivido en las últimas décadas ninguna circunstancia genocida ni nada por el estilo. Hemos vivido al límite de muchas carencias, pero no somos más sobrevivientes que otros por ello.
-La mirada sobre la Cuba de los ’90, sobre la actual y la realidad de los cubanos en Miami aparece reflejada en esta novela con mucha honestidad, y ese gesto de sinceridad se potencia si uno advierte que viene de un escritor como usted que vive en Cuba y que no dejó la isla. ¿Le trajo problemas esa honestidad, admite la sociedad cubana ese grado de crítica?
-El reflejo de mi realidad ha sido el propósito fundamental de mi trabajo como escritor. Y siempre he tratado de reflejar esa realidad con la mayor honestidad posible. Por eso repito que en mis novelas hay una verdad posible (porque la verdad es relativa), pero no hay ninguna mentira (porque la mentira es absoluta). Y esa manera de ver y expresar y proyectar una realidad me ha cobrado un precio: fuera de la isla hay gente que me critica por no ser más agresivo, y dentro de la isla por no ser más reafirmativo. Acá en Cuba, por ejemplo, mi trabajo no recibe la menor promoción por los medios oficiales, incluso estoy “limitado” en esos medios y no me entrevistan, no me mencionan apenas. Mientras, la gente en Cuba es cada vez más crítica con respecto a su realidad. Ha sido un proceso lento, de vencer muchos miedos (reales), como el de la marginación, incluso el de ciertos castigos. Pero cada vez más encuentras esas críticas en las redes sociales, por ejemplo, por no hablarte de la cola del pan o la del pollo. Cómo encausar esa crítica, es otra cosa. El gobierno cubano prefiere las alabanzas, como te podrás imaginar.
-Argentina aparece como un país de referencia: Buenos Aires, Borges, El aleph, Soriano, Piglia, Piazzolla están citados. ¿Es su enciclopedia cultural la que lo une a Argentina?
-Muchas cosas… El fútbol y sus estrellas. Aunque debo confesarte que, de los jugadores que he visto no creo que Maradona ni Messi hayan sido los mejores. Creo que fue Riquelme. No he visto a otro como él tener el mapa del terreno en la cabeza y saber qué hacer en cada momento. Tengo la impronta de una literatura rica y maravillosa, la sonoridad del tango (y perdón por haber puesto en la novela a Piazzolla tocando un acordeón y no su bandoneón), las imágenes de mucho cine, desde los años de 1950 hasta el de hoy. Y los clichés –que no lo son tanto-, como el del psicoanalista.
-La novela elude la epopeya revolucionaria, a Fidel se lo nombra una sola vez en el libro, de Camilo y el Che no se dice nada, por mencionar algunos de los nombres más importantes de la generación del ’60. ¿Se debe al desinterés de los personajes por la política, a pesar de que algunos de ellos eran activos militantes del partido comunista?
-En una novela cabe todo, pero debe estar solo lo que le aporte algo. No sentí la necesidad de incluir a esos u otros personajes históricos o de la realidad, y por ello no están. Así de simple.
-El tema del hambre y de las dificultades para la obtención de alimentos es clave en la novela. ¿Aún se mantienen esas dificultades o el panorama mejoró?
-Ahora mismo estamos en un momento crítico respecto a los suministros. Debes hacer cola para todo y falta todo… hasta los cigarros. Tengo un amigo que dice que los cigarros que fumamos en Cuba vienen de Japón y el barco se ponchó en algún lado y por eso no ha llegado y no hay cigarros. Lo de la escasez es una maldición que nos persigue.
“La gente tiene una sola vida y el derecho a vivirla como mejor estime”
-¿Cómo se explica que estos amigos, los miembros del Clan, todos universitarios, profesionales destacados, no hayan sido aprovechados para reconstruir la Cuba de los ’90, afectada por la caída del comunismo en el mundo?
-Yo no me lo explico, la verdad. Habría que hacerle esa pregunta a los que crean y dictan las políticas del país. Muchos de esos universitarios se quedaron, yo me quedé. Otros se fueron, como muchos amigos o compañeros míos. Y esos que se fueron lo hicieron, entre otras razones, porque no encontraban un modo de realizarse en el país, por diversas razones, pero sobre todo porque durante años la gente en Cuba no ha podido vivir de su salario. Y han optado por ir a buscar ese salario a otras partes, y no se les puede culpar de nada. La gente tiene una sola vida y el derecho a vivirla como mejor estime, donde mejor lo estime.
-En la diáspora, en el exilio, cada uno de los miembros del Clan se convirtió en un profesional exitoso, capaz de adaptarse a las sociedades que eligieron para vivir, España, Puerto Rico o Estados Unidos. En ese sentido, Cuba parece ser la tierra de la imposibilidad, de la impotencia, un lugar marcado por la tragedia, ¿coincide?
-No… Elisa nunca pudo revalidar su título como veterinaria en los Estados Unidos y Marcos ni piensa intentarlo con el suyo de ingeniero. Irving vive de lo que va apareciendo, siempre en tensión. Ramsés, Horacio y Darío si logran reinsertarse en sus lugares de destino, pero por sus esfuerzos personales y su inteligencia. Y en Cuba, es cierto, mucha gente pierde sus trenes y se queda en nada. Pero hay otros que sí consiguen sus propósitos. Y todo depende, otra vez, de muchas circunstancias sociales y de características personales. Además, recuerda que una parte del drama de estos personajes tiene que ver con sus niveles profesionales: son arquitectos, médicos, ingenieros, informáticos, y todos (incluido el caso tan tremendo de Darío) resultaron beneficiados con un sistema educacional que ha funcionado y que, a pesar de grietas posteriores, sigue funcionando y eso es preciso reconocerlo.
-¿En qué medida se siente usted identificado por el personaje de Clara, esa mujer que decide quedarse en Cuba, a la que “le resultaba más fácil resistir que rehacerse”?
-Mi relación con ella es a través de una pertenencia que se convierte en resistencia y deriva en la permanencia. Mis experiencias personales son diferentes a las de ella, por supuesto, pero muchos de sus sentimientos son semejantes a los míos. Su relación con su casa, por ejemplo. Yo vivo en la misma casa donde nací. O algunas de sus estrategias de supervivencia: mi esposa, Lucía, aprendió peluquería para ganarse unos pesos más y yo fabriqué un vino de uvas que no parecía vino, pero emborrachaba igual. Y, como Clara, he visto alejarse a muchas personas cercanas, incluidos familiares. Y como ella, a pesar de los pesares, acá estoy, porque acá quiero estar, porque pertenezco a la isla.
-¿Qué tan mágica es la explicación que hacen cubanas y cubanos respecto de algunas realidades? Se lo pregunto por la anécdota de la casa de Clara y ese imán que parecía tener, esa atracción que ejercía en los moradores, a causa de esconder en sus cimientos una llave de los grilletes de Martí. ¿Hay una suerte de realismo mágico?
-Nada de realismo mágico. Es un juego con los símbolos de la cubanía: esa falsa llave de los grilletes de Martí, o la piedra magnética del santuario de El Cobre (que no son piedras magnéticas). Es el espacio de la ficción que te permite poner acentos en los hechos, personajes, motivos, para destacar una idea.
-¿Clara y Elisa, los personajes femeninos, representan los opuestos: la abundancia versus la mezquindad , el irse versus el quedarse, la asexuada versus la sexual, la depresiva versus la manipuladora, etc? ¿Las construyó pensando en que sean antagónicas y, por lo tanto, complementarias?
-No. Le di a cada una las características que las redondeaban como personajes para que funcionaran de acuerdo al desarrollo del argumento. El resultado fue ese antagonismo, que es cierto y visible, pero que no fue premeditado. Eso es interesante: la escritura de una novela te da muchas sorpresas. Es como entrar en un río que, como todos los ríos, desemboca en algún lugar, y eso lo sabes. Pero no conoces cómo va a ser su curso y lo descubres mientras lo navegas. Es una sensación muy entrañable, pues de pronto empiezas a perder el control y va pasado a manos de los personajes que has creado y que comienzan a vivir sus vidas, con una relativa independencia respecto a ti como autor. Incluso ocurre con los acontecimientos: tienes unas primeras ideas y las restantes van tomando forma con el trabajo, con la navegación. A mí me gusta ese proceso más que nada en la escritura de las novelas. Mientras yo mantengo el control de los conceptos, la forma de expresarlos o mostrarlos, se crea con el propio desarrollo de la historia. Y un ejemplo es la relación sexual entre esas dos mujeres. Yo no lo sabía. Ellas me lo revelaron en un momento de la redacción de la novela… y es una de las claves más importantes de su definición y comportamientos.
-En varias ocasiones los miembros del Clan se preguntan “¿qué nos pasó?” ante la huída y la muerte de varios amigos. ¿Cómo respondería usted esa pregunta, qué le pasó a esa generación de cubanos, los hijos de los revolucionarios del ’60?
-No pasó la Historia por encima. Una Historia que siguió sus propios movimientos sin contar con nosotros y nos aplastó. Todas las predicciones de futuro, los sueños, recibieron las patadas de esas convulsiones de la Historia y nos descolocaron. Habrá algunos que dirán que esos hechos los reafirmaron. Pero, al menos a mí (y a mucha gente que conozco) no cambiaron la vida. Fuimos una generación a la que se le inculcó la esperanza, la certeza de un futuro mejor, y de pronto desapareció casi todo, en especial las esperanzas y las certezas. Y nos pasó que perdimos. Luego ha sido muy duro recomponerse. En mi caso particular tuve la suerte de que pude seguir haciendo mi trabajo, incluso en medio de todas las carencias imaginables, porque si algo tuvimos por años, fue tiempo. Y para un escritor tener tiempo y una realidad convulsa a su alrededor, es una bendición.
-¿Está escribiendo un nuevo libro?
-Sí. La inmovilización que ha provocado la pandemia me ha confinado en la isla y en mi casa, y he seguido trabajando, y desde hace tres meses avanzo en una nueva novela. Es un policíaco que pretendo que sea lo más policíaco que haya escrito. Claro que con mi personaje de Conde al frente de la historia, pero con derivaciones hacia principios del siglo XX con una línea argumental centrada en la figura tremenda del que ha sido el proxeneta más famoso de la historia de Cuba, un hombre que soñó, incluso , con llegar a ser presidente en la República. Y creo que si no hubiera muerto a sus 26 años… podría haberlo logrado. En eso ando y andaré por varios meses más.
Podés ver la charla de Verano Planeta 2021 acá: