Sigue el misterio por la suerte corrida por Pablo Soler: aumentan la recompensa
El Ministerio de Seguridad está dispuesto a otorgar hasta 250.000 pesos para quien pueda aportar información de lo ocurrido con Pablo Soler. “Estamos con esta gotita de esperanza, pero los comentarios en el barrio es que le hicieron daño”, dice su familia.
Pablo Soler. La última vez que alguien lo vio fue el 7 de junio de 2018, en el barrio Parque Hermoso.
Desde que Pablo Soler fue visto por última vez en junio de 2018 no hay información de su paradero: en el barrio Parque Hermoso hay quienes dicen que lo mataron y que su cuerpo fue enterrado en algún terreno; otros dijeron que se fue, motivado por una depresión que lo llevó a alejarse de su familia y están quienes no dicen nada, que prefieren no meterse en lo que le pasó o pudo haber pasado al hombre, que se dedicaba a vender verduras por la calle.
La incertidumbre carcome a la familia de Soler. Su madre se encuentra enferma, con constantes ataques de pánico, y sus hermanas están en vilo por la esperanza de que aparezca y angustiadas por la incertidumbre de lo que pudo haber pasado.
La desaparición de Soler, quien hoy tendría 37 años, es investigada por el fiscal Leandro Arévalo, quien luego de haber agotado las pistas que no lo llevaron a ningún lado le solicitó al Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires que ofreciera una recompensa.
Es ante esta situación que la cartera a cargo de Sergio Berni ofreció una recompensa de entre 150.000 y 250.000 pesos a quien pudiera “aportar información fehaciente que contribuya a determinar el paradero de Pablo Soler”.
Desde el Ministerio de Seguridad aseguran la “estricta reserva de identidad” para las personas que aporten información, y deja como vías de comunicación el 911 y los teléfonos de la subcomisaría Parque Hermoso (0223 4651288) y la Fiscalía N° 7(0223 4956666/7075).
“Con esta recompensa tal vez la gente se anime a hablar para ver qué pasó. Sobre todo el entorno que rodeaba a mi hermano”, dice Adriana, una de las hermanas de Soler y agrega: “Entendemos que está la causa un poco quedada, que no hay testigos o alguien que diga qué pasó con Pablo, si lo mataron o no. Todos son dichos, se hicieron algunos allanamientos, pero ninguno avanzó”.
Destino incierto
Si bien Pablo Soler fue visto por última vez en junio de 2018, su hermana, Adriana se remonta a diciembre de 2017, cuando un tío se mudó con él. Adriana cuenta que su hermano arrastraba un problema con la bebida: tomaba mucho alcohol y casi que su vida giraba en torno a ese consumo, que se vio agravado con la llegada de su tío, ya que el hombre bebía tanto o más que Pablo.
“Desde la llegada de mi tío Pablo no trabajó más, se dedicaba a juntar verduras de las quintas, pero sin robar, los quinteros le daban, no lo hacía ni de noche ni de madrugada”, dice.
Adriana asegura que en el barrio Soler no tenía problemas con nadie. “Todos dirán la clase de persona que es Pablo: no le faltaba el respeto a nadie y siempre estaba dispuesto a ayudar a quien necesitaba. Era una persona que no le importaba lo que tenía con tal de ayudar a los demás”, dice.
Por eso Adriana no se imagina alguien que le pueda haber hecho daño, como dice que se comenta en el barrio.
El 7 de junio de 2018 fue la última vez que Adriana vio a su hermano. Se lo cruzó en la calle, a pocas cuadras de su casa, mientras Pablo vendía unas verduras. No recuerda la charla, supone que fue como siempre, un hola, un cómo estás, después no vemos. Y chau. De esa charla cotidiana ya pasarían casi 3 años.
El 8 de junio a la mañana se lo vio a Pablo Soler bañado y cambiado, porque tenía que ir a hacer un trámite con el tío. Ese “trámite”, asegura Adriana que era ir a tomar alcohol. De ese “trámite” nunca más volvió, nunca más se supo nada de él.
“Mi tío dice que hacía dos días que Pablo no dormía, que le agarraban ataques de pánico y que la última noche se había ido porque tenía miedo. Él decía que se quería ir, porque la familia no lo tenía en cuenta. Pero nosotras estábamos siempre para él”, dice Adriana.
“En el barrio se comenta que a mi hermano lo mataron, es un barrio chico, la gente comenta, pero tienen miedo de hablar. Lo que más nos llega es que lo han matado, pero por lo menos que digan dónde lo llevaron si lo mataron y que la Justicia se haga responsable”, lamenta Adriana.
“Nosotras queremos que se esclarezca lo antes posible, mi mamá está muy enferma, le agarran ataques de pánico y no quiere que le pase algo sin saber qué pasó con su hijo”, agrega.
Una gotita de esperanza
Adriana cierra los ojos y se acuerda de su hermano y del último gesto que tuvo con ella: Todavía no había llegado el tío a vivir con Pablo y él aún trabajaba con un camión de chatarra. Una noche, después de una jornada laboral, Pablo apareció de sorpresa en la casa de su hermana con un triciclo, que había encontrado y lo había soldado y arreglado para que el bebé Adriana pudiera usar. “Así era Pablo, no tenía nada y lo daba todo”, dice.
“Estamos con esta gotita de esperanza de que aparezca, pero los comentarios en el barrio son que le hicieron daño. Esperemos que estén equivocados y que aparezca en algún momento”, finaliza Adriana.