Cómo es hoy la vida de Arrativel, el incendiario de Torres y Liva
A un año del incendio en la distribuidora Torres y Liva, el considerado autor, se aloja en un pabellón de la Unidad Penal N°15 de Batán mientras espera que la Justicia resuelva su situación.
Gustavo Arrativel.
Por Fernando del Rio
Hace un año Gustavo Arrativel incendiaba la distribuidora Torres y Liva en un rapto propio de su condición mental. La Justicia de Mar del Plata tiene clara su autoría y también que es inimputable, dueño de una absoluta incapacidad para comprender lo que hizo tanto como, ahora, para afrontar un proceso penal. Por eso no habrá una condena, sino una medida sanitaria o de seguridad que lo mantenga protegido de la posibilidad de hacerse daño a sí mismo o más daño a tercero.
Arrativel cumplió en el último invierno 55 años, preso en la cárcel de Batán. Su vida, en tanto, lleva ya casi dos décadas atrapada por la enfermedad mental que lo llevó a perder todo tipo de vínculos y que en el año 2002 ya hizo que la Justicia de Familia debiera intervenir.
Hoy Arrativel pasa sus días en la Unidad Penal N°15 de Batán a la espera de que la Justicia resuelva su peculiar situación. Días atrás su causa se elevó a juicio aunque con la aclaración científica de que no puede afrontarlo. Su alteración mental lo deja fuera de la comprensión de aquello que le sucede y por eso el juicio solo servirá para una declaración de inimputabilidad y una medida sanitaria o de seguridad. Es decir, definir cómo será su tratamiento si con el rigor de un encierro o con un sistema más laxo.
La vida que lleva Arrativel en la UP°15 de Batán es sencilla y, pese a que no es el sitio indicado para su alojamiento, no causa complicaciones al personal penitenciario ni a otros internos. Está alojado en el pabellón N°3, un espacio que cuenta con 46 celdas unicelulares y que es ocupado en su mayoría por adultos mayores.
La defensora oficial Victoria Sosa, que fue designada en su caso para acompañar el proceso penal, no mantuvo entrevistas con él en el penal desde que fue detenido el 18 de diciembre del año pasado, tres días después del incendio de la distribuidora. De todos modos, se torna imposible la comunicación con Arrativel como consecuencia de sus condiciones psiquiátricas.
A pesar del celo que existe en el Servicio Penitenciario Bonaerense para dar información al respecto, LA CAPITAL pudo saber que Arrativel es un interno especial. Introvertido, transita las horas casi sin relacionarse con otros presos. Eso sí, en las pocas veces que deja su celda sale al patio suele quedarse junto a dos perros que son mascotas del pabellón.
En el informe pericial que la jueza Rosa Frende utilizó para reafirmar la inimputabilidad de Arrativel (aunque decidió que sea el tribunal de primera instancia quien la resuelva) se indica que se necesita “su alojamiento en institución psiquiátrica a puertas cerradas a los fines de poder instaurar un adecuado tratamiento”.
No obstante esa sugerencia, Arrativel permanece en el pabellón de los “viejitos” y no utiliza ni la cancha de tejo ni la de tenis. Solo permanece la mayor cantidad de horas en su celda y se dedica a leer el material literario que se le acerca.
El viernes pasado, en el marco de la asistencia que recibe, fue atendido por un psiquiatra en el área de sanidad.
Todo alrededor de su encriptada vida es misterioso e incluso hay un detalle que acrecienta ello. Desde que fue detenido y antes de que las visitas se cancelaran por el Covid-19 una sola persona fue a saludarlo. Un amigo del que no se sabe demasiado.
Recién a mediados del año próximo la Justicia podría celebrar el juicio de un expediente en el que todas las partes coinciden: la prueba que demuestra que Arrativel prendió fuego los medidores de Torres y Liva es contundente; los estudios psiquiátricos que definen su alteración mental, también. Tanto la defensa, como el fiscal Juan Pablo Lódola y como la jueza de garantías coinciden. Solo espera saberse la forma en la que continuarán sus días.