La Escalera de Selarón, un atractivo con una particular historia
El 10 de enero de 2013 la policía encontró el cuerpo del pintor y ceramista que la concibió sobre su misma obra. ¿Se suicidó o fue asesinado?
Nunca se aclaró qué fue lo que sucedió aquella calurosa noche carioca del 10 de enero de 2013 cuando la policía, ante el llamado de los vecinos, encontró el cuerpo del pintor y ceramista Jorge Selarón sobre su misma obra, la Escalera de Selarón, uno de los grandes atractivos de Río de Janeiro, convertido en sitio de visita obligado para los asistentes a los Juegos Olímpicos.
A metros apenas del ruido y la fiesta que noche a noche se reaviva en los bares y en las calles de la zona de Lapa, por un estrecho callejón se llega a la “Escadara de Selarón”, en Santa Teresa, junto al convento homónimo.
¿Se suicidó Selarón? ¿Fue asesinado tras haber recibido numerosas amenazas? Interrogantes que aún no tienen respuestas. La investigación sigue abierta, nos dice un vecino del lugar, apoyado en la ventana de su humilde vivienda, desde donde se escapan risas de chicos y un exquisito aroma a carne y ajo. Fuma, demuestra que no quiere hablar del tema, mientras se divierte viendo a los “gringos” que llegan a conocer la escalera que se hizo famosa en todo el mundo por su llamativa decoración, realizada íntegramente por Selarón, quien inició las tareas en 1990.
Es una obra “viva y mutante”, se encargó de señalar el artista en infinidad de entrevistas y reportajes sobre la escalera de 125 metros y 215 peldaños, completamente revestidos de piezas de cerámica de distintos tamaños, colores y formas.
Selarón, nacido en 1947 en Limache, Chile, viajó por el mundo entero, conoció más de 50 países hasta que decidió afincarse en Río de Janeiro, con la idea fija de decorar una escalera. Arrancó y fue su muerte la que también mató a la escalera, que se mantenía viva con la inédita técnica consistente en cambiar constantemente los azulejos, más de dos mil, provenientes de los más variados países. Mujeres embarazadas se repetían en sus primeros trabajos, y hasta los vecinos que lo ayudaban aparecían retratados en algunos azulejos que hoy se conservan.
“El quería matarse. Yo mismo lo vi cuando se prendió fuego, de la cintura para arriba”, dice con seguridad Paulo, otro vecino que compartió cervezas con el chileno. Otros han testimoniado ante la policía que el artista estuvo recluido durante varias semanas en su casa porque habría sido amenazado por un ex colaborador suyo que estaba reclamando más dinero por la venta de los cuadros.
Muchas dudas, pocas certezas
La escalera, enigmática, misteriosa y trágica, guarda el secreto que aún no pudieron develar los investigadores. “Yo estuve hace un par de años acá y conocí a Selarón. El hablaba con todos y vendía azulejos y cuadros. Se refería con mucho cariño de la Argentina”, cuenta el marplatense que forma parte de este grupo del cual sólo un par se anima a subir escalón por escalón, esta madrugada, cuando ese espacio se convierte en dormitorio de desesperados, alcohólicos o mendigos que, sobre un cartón, tratan de dormir en los rincones más oscuros.
La muerte de Selarón tuvo amplia repercusión en la prensa brasileña. Los agentes que en un primer momento investigaron el caso interrogaron a cinco personas y no descartaron ninguna hipótesis sobre el artista encontrado sin vida en la escalera, a las puertas de su residencia y su taller.
Aquel 10 de enero de 2013, curiosamente en el diario O Globo, se publicaba una entrevista al ceramista, en la cual confesaba que venía siendo víctima de amenazas por parte de un ex ayudante de su taller. El ex empleado Paulo Sergio Rabello, quien según Selarón lo amenazaba porque quería más ganancias de los cuadros, fue interrogado por la policía pero negó categóricamente ser autor de la muerte del pintor. Los amigos de Selarón, en tanto, insisten con que había caído en una presunta depresión a partir de las amenazas.
Corre el día y siguen llegando micros con bronceados y bulliciosos turistas, con modernos celulares con los cuales toman decenas de fotos para el recuerdo en distintos tramos de la escalera. Los azulejos, coloridos, brillan e impactan. Tanto como la historia del artista que decidió morir sobre su propia obra viva.