Efecto grieta: el consenso se rompió en la hora más crítica
Los contagios no paran su escalada y el sistema de salud se resiente cada día más. Al mismo tiempo, la parálisis está acercando a la quiebra a sectores económicos claves de la ciudad. El portazo de Marcos Gutiérrez ensancha las diferencias del gobierno municipal con el principal bloque opositor. Y la puja con la Provincia por las reaperturas está de regreso.
Por Ramiro Melucci
Dos factores se combinan para que Mar del Plata atraviese en estas horas el momento más difícil desde el comienzo de la pandemia. El crecimiento de los contagios, que con récords que se quiebran semana a semana compromete cada vez más al sistema de salud. Y la asfixia económica que padecen los sectores que no pueden funcionar o lo hacen a medias.
Ese contexto, de por sí crítico, añade un par de datos políticos que empeoran el panorama: la grieta ha reaparecido con fuerza en la escena nacional y Mar del Plata no quedó al margen de las fricciones.
El cambio en la distribución de la coparticipación federal con que Alberto Fernández zanjó la protesta policial bonaerense genera un nuevo escenario. Más conflictivo que el que alumbró en el inicio de la pandemia. Que implica un punto de inflexión en la relación del Presidente con el jefe de gobierno porteño, aspirante a sucederlo en 2023, y que por extensión redefine el vínculo de los intendentes de Juntos por el Cambio con Axel Kicillof.
Si Guillermo Montenegro no estuvo en Olivos el miércoles a la noche mientras Fernández formulaba su anuncio fue por una cuestión de distancia. Nada como el reclamo policial frente a la comisaría primera lo había intranquilizado tanto durante la semana. Estuvo pendiente de cada mensaje del secretario de Seguridad, Darío Oroquieta, y de cada reporte del jefe de la Departamental, Lucio Pintos. Pero durante tres noches pensó lo peor. Preocupado por posibles zonas liberadas, en el momento de mayor incertidumbre bocetó un esquema para patrullar con personal municipal los sectores que podían quedar desguarnecidos. Recién el jueves a la tarde, cuando culminó la protesta –la de Mar del Plata fue la última en levantarse– sus colaboradores lo vieron más aliviado.
Pero no hay duda de que si hubiera asistido al anuncio de Olivos hubiese terminado la noche a puro tuit. Como lo hicieron Jorge Macri, Diego Valenzuela y Néstor Grindetti, los otros jefes comunales del PRO que estuvieron en la quinta presidencial, enojados porque desconocían lo que el Presidente iba a decir.
Antes de que la grieta resurgiera en todo su esplendor, la política local tuvo su propio punto de quiebre. El jefe del bloque del Frente de Todos, Marcos Gutiérrez, abandonó la sesión de Zoom que llevaba adelante la Comisión de Reactivación Económica para tratar la rehabilitación de la obra privada, la autorización para que los comercios de indumentaria pudiesen recibir un cliente por vez y la reapertura de la gastronomía, al menos con un esquema similar al de la Ciudad de Buenos Aires.
Gutiérrez consideró que el oficialismo le estaba tendiendo una trampa. Sopesó que el intento de invitar por primera vez a referentes de los sectores que reclaman las aperturas tenía la intención de arrinconarlo. Conjeturó, además, que el gobierno escondía el propósito de utilizarlo para convalidar medidas que terminaran pareciéndose al “manifiesto separatista” del intendente de Tandil, Miguel Lunghi.
“Si lo quieren hacer que lo hagan, pero no conmigo”, dijo, y anunció su decisión de no participar más de esa comisión que funcionó como un reloj mientras la situación epidemiológica daba buenas señales y se desvaneció al ritmo que los contagios diarios crecían en forma exponencial.
La retirada del Frente de Todos es una herida mortal a la pretensión de consenso. La presencia del bloque opositor que comulga con los gobiernos nacional y provincial era el único factor que le garantizaba al intendente que el permiso provisorio a una actividad no fuera borroneado al otro día por el jefe de Gabinete bonaerense. Mientras la comisión funcionó, la casilla de mail de la Municipalidad no recibió una sola notificación de la Provincia. Después de que dejó de hacerlo, pasaron unas horas para que la computadora registrara la llegada de un nuevo correo electrónico con el rechazo a las flexibilizaciones requeridas.
El pedido de Montenegro y la negativa de la Provincia remonta a Mar del Plata al escenario de hace tres meses. En ese entonces, el jefe comunal solicitaba excepciones a la fase 4 mientras contaba los días sin casos para alcanzar la 5. Ahora busca un resquicio en la 3. En el medio se produjo la avalancha: casi 7000 contagios.
Con las cifras de cada semana, el sistema de salud no para de dar pasos hacia el colapso. Hay versiones contradictorias sobre la inminencia de que eso ocurra, pero nadie niega que el incremento de casos presiona cada día más a un sistema sin los recursos humanos suficientes y al filo de sus posibilidades.
El drama tiene otra cara. Tras medio año de restricciones, el agobio de distintos sectores económicos tampoco resiste debates. El hartazgo se empieza a manifestar con medidas cada vez más cercanas a la desobediencia. La apertura simbólica de la gastronomía, la huelga a la japonesa de la Uocra y los insistentes reclamos del comercio son algunos indicios de que la paciencia de los sectores golpeados por la cuarentena o por la pandemia –ya lo mismo da– también tiene un límite.
Montenegro no hará la gran Lunghi. Piensa que salirse del sistema de fases como hizo el intendente de Tandil es ir directo al choque con Kicillof. Como ejemplo bastan las reacciones airadas del jefe de Gabinete, Carlos Bianco, que comparó al avezado dirigente radical con un separatista checheno, y de la ministra de Gobierno, Teresa García, que tildó la movida de irresponsable.
“Nunca estuvo en los planes”, aclaran en el entorno del jefe comunal. Pero acaso haya una coincidencia conceptual jamás explicitada con el intendente vecino: el sistema fases, creen en el municipio, ya cumplió su ciclo. En realidad nunca agradó demasiado, pero era más llevadero en la fase 4 que en la 3. El secretario de Producción, Fernando Muro, hizo notar la disconformidad apenas llegó la negativa bonaerense a los últimos pedidos de reapertura, cuando dijo que en materia de actividades permitidas una sola disposición no puede ser general para todos los municipios.
Sin llegar a tanto, en el Frente de Todos local entienden que los reclamos que suenan con insistencia en Mar del Plata tienen su lógica. Comprenden que en algún caso ameritarían una revisión provincial. Apuntan en primer lugar a la obra privada, que no está permitida en fase 3 cuando sí lo está la pública y el resto de la industria.
Cualquier nueva habilitación, sin embargo, necesitaría un control más estricto de los protocolos. La principal bancada opositora observa que allí estuvo uno de los déficits de la comuna. “Cuando se abrió no se controló”, coinciden los concejales del Frente de Todos. Y sospechan que lo mismo sucedería ahora. “No queremos ver en Mar del Plata las fotos de Capital”, repiten sobre las imágenes de las veredas de los bares atestados de gente ni bien se abrió la gastronomía con mesas afuera en territorio porteño.
La falta de consenso en el momento más crítico de la pandemia fue propicia para que Acción Marplatense exhibiera su posición equidistante. El bloque minoritario clamó por la confluencia de la comisión reactivadora con el comité de crisis sanitario y por un nuevo acuerdo que, sin descuidar la salud, favorezca la vuelta al trabajo de los sectores que tienen la soga al cuello. Restaría dilucidar si el objetivo es asequible o, en este momento en que prima la discordia, solo se trata de una quimera.
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