Nadie esperaba que revelara la fórmula de la bebida cola más conocida ni que diera por seguro que dispone de las mejores respuestas a las peores preguntas, mucho menos que prometa la vuelta olímpica más anhelada, pero el bautismo oficial de Edgardo Bauza como entrenador de la Selección Nacional dejó buenas sensaciones.
¿Qué supone “buenas sensaciones”?
No tiene que ver, desde luego, con la pureza de un discurso, con la facilidad para organizar sujetos, verbos y predicados y tamizarlos con grageas de poesía.
Si fuera por elegancia discursiva, si ese solo atributo multiplicara los panes, por ejemplo César Luis Menotti y Marcelo Bielsa hubieran armado equipos imbatibles y el “Tolo” Gallego jamás hubiera sido director técnico.
Bauza, el “Patón” Bauza, es un hombre formado, entendido como alguien que ha sabido forjar una base de conocimientos que excede al fútbol propiamente dicho (gusta de la lectura, ha tenido un programa de radio y militancia política), pero lo más interesante del caso es que ha hecho un culto de la austeridad y de la prudencia, aun cuando deba admitirse que en algunos de sus equipos esas virtudes devinieron pecados.
(Y eso porque entre la austeridad y la prudencia y la cautela inhibitoria a menudo hay un solo paso).
Pensemos desde la siguiente perspectiva: en el contexto caótico que atraviesan el fútbol argentino y la Selección Nacional, ¿era esperable y deseable que el nuevo entrenador llegara con el bolso repleto de fuegos artificiales?
¿Era esperable y deseable que llegara alguien con aires de perdonar la vida de quienes lo precedieron y revelar que hay un Paraíso puesto a plazo fijo?
No: en este escenario de incertidumbre, de brújula extraviada, de todo está por verse, Bauza garantiza un mínimo, vital y móvil de seriedad sin afectación, de sinceridad sin guitarra y de overol sin alardes.
¿Se espera que suba a un avión, viaje a Europa y se siente a hablar con algunos jugadores en general y con Lionel Messi en particular? Pues eso mismo se propone.
¿Se espera que dé por descontado el trabajo metódico pero sin renunciar a la alegría de desear?
“Me imagino campeón”, confesó.
Y tal vez lo más sustancioso, lo más prometedor por más que a primera mirada parezca nimio, formal, irrelevante, es que relativizó el peso de las etiquetas que tantos desvelan a una buena parte de la comunidad futbolera y en clave de paráfrasis a Alfredo Di Stéfano subrayó que es de lo que piensan en atacar y en defender.
En suma, un “Patón” Bauza que a muchos les caerá descafeinado, y allá ellos, pero que en tiempos de hornos que no están para bollos invita a que conforme circulen las aguas se observen sus pasos menos con prejuicios que con un respeto supremo.
Télam.
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